Reforma laboral: posturas de fondo
EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
Por debajo de los tecnicismos y los discursos, en el
fondo del debate en torno a la reforma de la legislación laboral que se prepara
en el Legislativo hay dos posturas en pugna. Una está inspirada en el propósito
de hacer más fácil la explotación de los trabajadores por las empresas,
mediante el aprovechamiento del enorme desempleo y la pobreza mayoritaria que
se abaten en el país. Para esa postura, que apela a la necesidad de incrementar
la competitividad, la productividad y la rentabilidad de la economía nacional,
los derechos y las conquistas laborales representan estorbos que deben ser
desechados, a fin de permitir que el mercado regule por sí mismo las
relaciones entre empleadores y trabajadores en evidente provecho de los
primeros. En un entorno en que la oferta de mano de obra supera con mucho a la
demanda, los salarios, de por sí castigados y contenidos por las directivas
económicas oficiales y transnacionales, sufrirían una nueva contracción por
efecto de la competencia entre aspirantes a un puesto.
Es significativo en este aspecto el dato publicado ayer
en estas páginas acerca del desplazamiento de las mercancías chinas por las
mexicanas en el mercado estadunidense, logrado mediante la reducción de los
salarios en nuestro país. Podrá argumentarse, en efecto, un incremento de la
competitividad internacional de los productos mexicanos, pero no debiera
omitirse que tal fenómeno se traduce en México en una reducción de los niveles
de vida y bienestar de los asalariados nacionales.
En esta lógica, en la medida en que se logre la supresión
de derechos y garantías para los trabajadores será posible transformar una
porción de la miseria causada por el desempleo en miseria contratada; la
patronal logrará, así, aumentar sus utilidades, y la autoridad podrá presumir
de una reducción significativa del desempleo. Pero, más allá de esos
cuestionables logros, el país habrá dado un paso adicional a la crisis social,
la desesperanza y la degradación.
Con esta perspectiva en mente, es pertinente pugnar por
la postura contraria, es decir, una reforma de las leyes laborales que aliente
una redignificación del trabajo, libere a los asalariados de los cacicazgos
clientelares y corruptos del sindicalismocharro, preserve derechos y
conquistas plasmados en el artículo 123 constitucional y, especialmente, que
garantice niveles salariales acordes con el mandato contenido en su fracción
VI: Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer
las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y
cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos. Los salarios
mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las
distintas actividades económicas.
Durante un cuarto de siglo, el régimen ha venido
instaurando disposiciones legales y administrativas favorables a los patrones y
perjudiciales para los trabajadores. Es tiempo de abandonar esa lógica, que ha
causado gran devastación humana, y buscar fórmulas que restablezcan un mínimo
grado de equilibrio social, habida cuenta de que la productividad y la
competitividad sólo pueden sostenerse, a mediano y largo plazos, con una fuerza
laboral capacitada y satisfecha en sus necesidades básicas.
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