Julio Hernández López
Astillero
Los sexenios de Marcelo
La izquierda en el DF
Camino a 2018
Salinas y Camacho
Al rendir su sexto informe de actividades como jefe del
gobierno capitalino, Marcelo Ebrard va cerrando con éxito la más alta
responsabilidad pública que ha tenido a lo largo de su carrera y abriendo
camino a su máximo reto, que consiste en sobrevivir políticamente durante cinco
años en busca de alcanzar la candidatura a la presidencia de la República por
parte de una amalgama de fuerzas, hoy denominables la izquierda, cuyas
formas y contenidos apenas alcanzan a prefigurarse a estas alturas.
Educado políticamente en un ramal del salinismo, bajo el
tutelaje permanente de Manuel Camacho Solís, Ebrard está por cumplir en su
totalidad el periodo de mando para el que fue electo en la ciudad de México (ni
Cuauhtémoc Cárdenas ni Andrés Manuel López Obrador lo hicieron, llevados a la
separación del cargo por nuevas aspiraciones electorales). Con él se cumplen
tres ciclos consecutivos de la izquierda en el poder chilango y, a pesar del
cuadro nacional de descomposición, el funcionamiento institucional en la
capital del país es fluido y aceptable, en razón del tamaño y los retos de la
gran metrópoli naturalmente predispuesta para el caos pero, sobre todo, en
relación con la violencia desbordada en otras latitudes (a tal grado que se ha
vuelto lugar común mencionar el grado de seguridad que hoy ofrece el Distrito
Federal, mayor al que ofrecen otras ciudades cuyos habitantes antaño temían
viajar a la urbe capitalina).
Los resultados de su administración y su futuro político
conjugan prendas y circunstancias inusuales. No siendo un hombre de izquierda,
sino un reformista de origen salinista al que los avatares de la política
acabaron llevando al PRD, Ebrard impulsó reformas legales que su antecesor, AMLO,
no quiso apoyar, tanto por cálculos electorales pragmáticos como por
conservadurismo en asuntos de sexualidad. En defensa de los matrimonios entre
personas del mismo sexo, y su derecho de adopción, llegó a enfrentarse con
jefes católicos emponzoñados como el cardenal tapatío Juan Sandoval Íñiguez. Y
en el terreno personal hubo de cruzar varios terrenos minados: el desierto al
que fue lanzado el grupo camachista luego del asesinato de Luis Donaldo
Colosio, los linchamientos de Tláhuac cuando era responsable de seguridad
pública en el Distrito Federal y la pantanosa resolución de la candidatura
presidencial perredista frente a un imperioso López Obrador.
Zigzagueante (un ejemplo fue la manera en que acabó
saludando y tomándose fotografías con Felipe Calderón a pesar de que
originalmente había prometido evitar cualquier forma de reconocimiento a ese
ocupante de Los Pinos), absolutamente falto de carisma, regido por la filosofía
camachista-salinista de las concertaciones y el reformismo cosmético, predispuesto
a favorecer a ciertas firmas con contratos que en la política tradicional
mexicana suelen generar retribuciones no fiscalizables (entre esas empresas, la
española OHL), Ebrard deja una oficina frente a la Plaza de la Constitución con
las explícitas intenciones de ocupar otra, la de Palacio Nacional.
Tiene dos ingredientes sustanciales para ese platillo
futurista. Uno consiste en la manera en que logró procesar su relación con AMLO
y específicamente la definición de la candidatura para 2012. Se hizo a un lado
y con ello se fabricó una hoja de servicios partidistas que rápidamente fue
inflada por los adversarios del tabasqueño, adjudicando a Marcelo presuntas
virtudes de civilidad y modernismo para descalificar por contraste a quien fue
aspirante de las izquierdas a la presidencia de la República. No
apoyó a fondo ni de verdad a AMLO, cuidando su figura por encima de las
circunstancias del 2012 y con la vista puesta en el 2018, y tampoco quiso
asociar de manera irreversible sus intereses con los de los Chuchos dominantes
de la estructura del sol azteca, decidido a seguir navegando entre cuantas
aguas sea necesario con tal de perfilarse como candidato natural a la siguiente
elección presidencial, aceptado a medias pero igualmente rechazado a medias.
El otro elemento fundamental es la continuidad en el
gobierno capitalino. A pesar de su inexperiencia política y de su inexistente
coloración izquierdista, Miguel Ángel Mancera fue instalado como candidato a la
sucesión. Ganó sin problema, gracias a la maquinaria perredista que en la
capital del país se ha vuelto una aplanadora electoral merced al uso de los
programas de gobierno como garantía de votos y de la corrupción administrativa
a la que se le imponen cuotas para el financiamiento de campañas y la
realización de actos políticos diversos. Mancera fue sacado de la opacidad
burocrática para convertirlo en presunta pieza manejable por el maximato de
Ebrard y Camacho, pero el ex procurador de justicia ha ido bocetando formas que
podrían terminar en cierta independencia negociada, a tal grado que ya se habla
en su entorno de que podría ser aspirante presidencial dentro de seis años (el
propio Ebrard ha retomado la idea, aunque más para acotar el 2018 a su ámbito
grupal y dejar fuera a López Obrador).
Las condiciones actuales hacen de Ebrard un precandidato
viable para 2018, pero es muy largo el tramo que deberá transitar y, sobre
todo, con una excesiva carga de factores de alta condición explosiva. El
peñanietismo parece decidido a imponer una larga noche tricolor en el país y,
en el fondo, el salinismo auténtico cree llegado el momento de cobrar afrentas,
de castigar deserciones y de regodearse en sí mismo. Ebrard y Camacho provienen
de esa fuente política, ya se verá si sus aguas vuelven a juntarse con las
salinistas, en proyectos de gran simulación política y electoral, o se
sostienen en la institucional tarea de constituir una izquierda moderna, competitiva,
que mediante un frente amplio al estilo uruguayo desemboque en 2018
en una tercera candidatura presidencial tabasqueña, fortalecida y depurada, o
en la postulación del sobreviviente Ebrard.
Y, mientras en Sonora el principal sospechoso es el
suplente del priísta diputado electo que fue asesinado, y en Neza continúan
las investigaciones, ¡hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio
Astillero
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario