Carlos Fernández-Vega
México SA
EU: motor destartalado
México: malos augurios
BM: pobres de oro puro
Cada día que transcurre, la sólida y eficaz economía
mexicana depende en mayor grado de la estadunidense, y en este sentido las
proyecciones no auguran un futuro venturoso para nuestro país, toda vez que el gran
motorse mantiene destartalado y sin visos de mejoría en el corto plazo. El tal
Felipe ya se va y tras de sí deja un tiradero espeluznante, y el que viene no
ha dado muestras de que es capaz de levantarlo y reordenar la casa. Lejos de
ello, amenaza gobernar con el mismo manual e idéntico recetario que los
utilizados por los últimos cinco inquilinos de Los Pinos.
Lamentablemente, una buena parte del empresariado
nacional ha dejado de producir y generar valor interno para transformarse en
simples importadores ante la imposibilidad de competir con sus pares foráneos,
especialmente los estadunidenses. ¿Qué hacer con una economía-rémora como la
mexicana? Habrá que ver si la nueva administración agarra el toro por los
cuernos, o si repite el numerito de sus antecesores; es decir, fingir que todo
marcha de maravilla y depender aún más del vecino del norte. En vía de mientras,
el Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tec de
Monterrey, campus estado de México, advierte que México está perdido si la
nueva administración no entiende que el motor sustentable del desarrollo
económico del país se encuentra en el mercado interno.
Documenta el citado centro que la desaceleración
económica de Estados Unidos ha llegado a su sector industrial, y la información
correspondiente al cierre de agosto pasado lo confirma. Con una contracción
superior a lo esperado, particularmente en manufacturas, se hace tangible que
durante los próximos meses la interrogante a resolver versará sobre la
profundidad de la misma. Hasta el momento, el desempeño estadunidense ha
logrado superar la recesión que envuelve a las economías europeas, pero la
información industrial señala que está llegando a su fin. La pérdida de
dinamismo en la producción industrial de Estados Unidos se da al mismo tiempo
en que su sector inmobiliario sigue anclado en el fondo al que llegó en la
crisis de 2008. Por ello la Reserva Federal ha decidido mantener la inyección
de recursos a un sistema financiero y económico que se encuentra en vilo.
La falta de empleo es el signo que indica el delicado
entorno bajo el cual se desenvuelven las familias estadunidenses, con una tasa
de desocupación que supera 8 por ciento, una menguante generación de puestos de
trabajo y un elevado endeudamiento, el consumidor difícilmente podrá mantener
el modesto ritmo de crecimiento que había mostrado el mercado interno. La
debilidad en la producción de equipo eléctrico, electrónico, de cómputo y
textil, por citar algunos ejemplos, se suma a un sector de la construcción que
está lejos de aquellos años cuando la expansión de la vivienda permitió
realizar fuertes inversiones.
Difícilmente se podrá recurrir al dinero público, toda
vez que las restricciones que enfrentan tanto el gobierno federal como los
estatales hacen impensable que exista una política fiscal expansiva. No puede
dejarse de lado el entorno político: la elección presidencial definirá el rumbo
de la política económica para los siguientes cuatro años, y si bien el
presidente Obama cuenta con una ventaja que le podría permitir la relección,
todavía no existe garantía de ello. El Partido Republicano ha dejado en claro
que en caso de ganar la Casa Blanca no apoyará el programa de salud pública de
Obama, situación que podría agravar la precariedad en la que viven los
estadunidenses más pobres, algo particularmente delicado cuando la economía se
encuentra en franca desaceleración.
La Reserva Federal intenta dar oxígeno a golpe de dinero,
pero los recursos se destinan al sector financiero y no al productivo, por lo
que su efecto difícilmente llegará al bolsillo del ciudadano. Se intenta
mantener estable a un sector altamente especulador, y frenar su caída aunque se
haga con dinero que no está sustentado en crecimiento económico. Así, para
México la advertencia es clara: la desaceleración de Estados Unidos ha llegado
a las exportaciones que nuestro país envía a su principal socio comercial. Poco
a poco han disminuido las ventas de manufacturas y es un hecho de que la compra
de bienes de capital (maquinaria y equipo que arriba a México) se encuentra en
franco retroceso.
Lo anterior anuncia que el sector industrial comenzará a
resentir el menor dinamismo estadunidense: Las cifras para septiembre lo
confirmarán, lo que implica que desde la esfera gubernamental se deberá
preparar un escenario donde se contemple un programa de crecimiento sustentado
en el mercado interno, y donde el mercado laboral es fundamental. En este
sentido, aprobar una reforma que dañe los salarios y prestaciones de los
trabajadores no es una buena idea, y menos una buena noticia para la economía
mexicana. Si bien podría darse una competitividad ficticia, de corto plazo, por
la disminución de costos para algunas empresas, en realidad se trataría de
legalizar la precarización del mercado laboral que se ha suscitado durante el
último sexenio. El reto para México es entender que el motor sustentable del
desarrollo económico se encuentra en el mercado interno, las exportaciones lo
complementan y en este momento la debilidad de Estados Unidos limita la
viabilidad de este último camino.
En agosto de 2012 la actividad industrial en Estados
Unidos mostró señales de debilitamiento. Tanto el ciclo de la actividad
industrial como el de manufacturas exhibieron un comportamiento a la baja. Esta
situación es preocupante ya que el sector industrial mexicano está altamente
correlacionado con el desempeño de la producción industrial estadunidense. Los
efectos negativos empiezan a manifestarse en la economía de nuestro país, ya
que, a pesar de que la actividad industrial en general muestra una tasa de
crecimiento similar a la de 2011, su ciclo comienza a moderarse, lo que implica
que el ritmo de crecimiento industrial afronta una desaceleración lo que,
aunado a las recientes alzas en los precios de algunos productos de la canasta
básica, auguran un panorama poco favorable para la economía del país.
Las rebanadas del pastel
Hermosísima la moneda Bicentenario que el Banco de México
ha puesto en circulación: un kilogramo de oro puro, con valor cercano a 796 mil
pesos. Pero más allá de su belleza física, ¿en qué tipo de mexicanos estaba
pensando el banco central cuando, para celebrar dos siglos de independencia,
decidió troquelarla? ¿No habrá sido en los 60 millones de pobres independientes que
existen en el país? ¿O sí?... Va un enorme beso y el más fuerte de los abrazos
para la más joven y bella del periodismo mexicano, La Jornada.
¡Felicidades por su 28 aniversario! ¡Salud!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario