Estados Unidos, el verdadero rostro de la hipocresía imperialista
Por Ricardo Andrade Jardí
Pese a la insana admiración que nuestra panista clase política siente por los vecinos imperialistas del Norte, ha quedado demostrado para el mundo, una vez más, que Estados Unidos no tiene ni amigos ni aliados, sino puros intereses; los autonombrados gendarmes del mundo han quedado en evidencia.
La hipocresía imperialista ha sido desnudada para mostrarnos que el país que promueve la “democracia y la libertad” ni es un demócrata ni mucho menos cree o defiende la libertad.
El imperio, sin importar su presidente en turno, se ha dedicado durante décadas al espionaje de sus amigos y de sus enemigos; se ha dedicado a buscar “aliados” para aislar o derrocar gobiernos electos democráticamente o para imponer gobernantes títeres de sus intereses imperiales.
Pero Estados Unidos no es un monstruo por sí solo, es producto de lo que las democracias occidentales le han permitido y muy particularmente aquellas que se autonombran sus aliadas.
Toda guerra de intervención llevada a cabo por los imperialistas gringos en algún lugar del planeta ha tenido siempre el apoyo abierto o velado de las democracias europeas, las que son al mismo tiempo espiadas por los servicios secretos yanquis desde su hipócrita escudo diplomático.
Pese a la insana admiración que nuestra panista clase política siente por los vecinos imperialistas del Norte, ha quedado demostrado para el mundo, una vez más, que Estados Unidos no tiene ni amigos ni aliados, sino puros intereses; los autonombrados gendarmes del mundo han quedado en evidencia.
La hipocresía imperialista ha sido desnudada para mostrarnos que el país que promueve la “democracia y la libertad” ni es un demócrata ni mucho menos cree o defiende la libertad.
El imperio, sin importar su presidente en turno, se ha dedicado durante décadas al espionaje de sus amigos y de sus enemigos; se ha dedicado a buscar “aliados” para aislar o derrocar gobiernos electos democráticamente o para imponer gobernantes títeres de sus intereses imperiales.
Pero Estados Unidos no es un monstruo por sí solo, es producto de lo que las democracias occidentales le han permitido y muy particularmente aquellas que se autonombran sus aliadas.
Toda guerra de intervención llevada a cabo por los imperialistas gringos en algún lugar del planeta ha tenido siempre el apoyo abierto o velado de las democracias europeas, las que son al mismo tiempo espiadas por los servicios secretos yanquis desde su hipócrita escudo diplomático.