Alejandro Encinas
Rodríguez
El país de Nunca Jamás
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En Peter Pan, la novela fantástica del escritor escocés James Matthew B., se
recrea “El país de Nunca Jamás” (Neverland), una isla donde el tiempo no
transcurre, donde los niños, liderados por Peter Pan, nunca crecen, sólo existe
la diversión y la felicidad.
La novela constituye una metáfora de la infancia eterna, pero también se
relaciona con la sensación de inmortalidad y de escapismo ante la incapacidad
de algunas personas para entablar lazos significativos con la realidad, quienes
establecen un refugio psicológico para protegerse de lo que pasa en el mundo y
su alrededor. De acuerdo con la leyenda, para llegar a este lugar se debe
“girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer”, hasta
llegar… a Los Pinos.
Como una mala parodia, el México del “Nunca Jamás” en que sueña Calderón se
convirtió en el reflejo de un universo donde la infancia política se eternizó,
donde el Ejecutivo federal recreó al político que no quiso crecer para evitar
las responsabilidades de la edad madura. El último informe de gobierno de
Felipe Calderón constituye la cúspide de la ficción con que se pretende
esconder el saldo de una gestión desastrosa. La recreación de un país
imaginario, donde la fatuidad con que se presume la estabilidad macroeconómica
y la cruzada contra el crimen, evade la realidad que enfrentan a diario los
mexicanos.
Esta infancia política retozó en un juego de sangre, que pese a vaciar los
cuarteles e inundar el territorio nacional de policías, marinos y soldados,
causó más de 95 mil víctimas; 230 mil desplazados y miles de desaparecidos.
Para el gobierno del México del “Nunca Jamás”, nuestro país es respetado en el
mundo, no importan editoriales como el de “Le Monde”, en el cual consideran a
México una “espiral de la barbarie”, una “auténtica hecatombe” que constituye
“el conflicto más mortífero del planeta en los últimos años”. En el México del
“Nunca Jamás” la corrupción y la impunidad establecieron sus reales, lo mismo
en obras inútiles y celebraciones faraónicas e innecesarias, que en el lavado
de más de tres billones de pesos.
En el México del “Nunca Jamás” los agentes de la DEA y la CIA operan con toda
libertad y “orientan” a un gobierno débil y confundido, mientras los negocios
de los cárteles de la droga son 15 veces más rentables que las empresas de
Carlos Slim. En el México del “Nunca Jamás” no importa al autodenominado
“Presidente del empleo”, dejar un saldo de 52 millones de pobres; 13 millones
de personas en la economía informal; 2.5 millones de desempleados y 4 millones
de subocupados; por el contrario, impulsa una contrarreforma laboral para
legalizar el despido.
En el México del “Nunca Jamás” la evasión se contagia, como sucedió con el
diputado Luis Alberto Villarreal en la instalación del Congreso, quien aseveró:
“Ha sido meta del PAN en el gobierno generar el estado de bienestar que ni
siquiera en los países del primer mundo se ha alcanzado”. En el México del
“Nunca Jamás” no importa que se enfrente la mayor descomposición del sistema ni
que se profundice el descrédito y la crisis de las instituciones públicas, pues
la alternancia del panismo no significó cambio alguno al viejo régimen priísta,
sino la profundización del mismo.
El México del “Nunca Jamás” es también el país de la teleficción y de los
monopolios. El de la supremacía de los medios de comunicación y la oligárquica
económica sobre la subordinación de las instituciones del Estado.
Calderón parece replicar el llamado de Peter Pan a los niños cuando se separan
en definitiva de él: “¡Volved conmigo a mi país! —les rogó Peter Pan—. No os
hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni
vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos”.
Ante el mundo imaginario de Calderón, donde no pasa el tiempo y nada pasa,
quienes luchamos por una verdadera transformación de México hemos aprendido a
medir el tiempo, y a Felipe Calderón le ha llegado su tiempo.
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