España y México: rostros de la barbarie dominante
EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
Ayer, mientras en la ciudad de México cientos de
sindicalistas, activistas sociales y ciudadanos comunes protestaban a las
afueras de la Cámara de Diputados contra la reforma laboral –que se prevé sea
aprobada esta semana en San Lázaro–, en Madrid, una convocatoria lanzada en
redes sociales para realizar un cerco al Congreso de esa nación
ibérica –en reclamo por los programas de austeridad de Mariano Rajoy– derivaba
en enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden, con saldo de
decenas de heridos y detenidos.
Más allá de la coincidencia anecdótica en la fecha, ambos
sucesos tienen como denominador común el descontento social hacia gobiernos y
representantes populares que no han podido o no han querido abandonar la
ortodoxia neoliberal que desde hace décadas ha arrasado entornos sociales en
diversos países de América Latina –entre ellos México– y que ahora reproduce el
esquema en naciones europeas como España, colocadas en situación de crisis
económica y fiscal.
El correlato de esa ofensiva antipopular por quienes
supuestamente deben procurar el bienestar de sus respectivas poblaciones es la
presión ejercida desde las cúpulas de un poder económico aferrado a los
principios neoliberales de máxima rentabilidad, supervivencia de los más
fuertes y depauperación programada del grueso de la población en beneficio de
unos cuantos.
Puesto en situación de crisis, como ocurre en la nación
ibérica, e incluso en circunstancias de supuesta estabilidad macroeconómica,
como las que se dice que imperan en nuestro país, el capital no vacila en
sacrificar a las mayorías para defender sus propios intereses financieros y
económicos, y para ello se vale de la sumisión de autoridades y legislaturas:
así ha ocurrido en España, con el aval a medidas de austeridad y recortes presupuestarios
que se traducen en pérdidas sociales en materia de educación, salud y bienestar
en general, y así sucede también en nuestro país, donde las bancadas
legislativas discuten una reforma laboral que, de aprobarse, facilitará la
explotación de los trabajadores, legalizará la informalidad y agudizará la
precariedad laboral que enfrenta el grueso de la población.
Por lo demás, es claro que tanto en México como en España
persiste la tentación de imponer tales medidas mediante excesos represivos como
los que se expresaron ayer en las calles de Madrid, o como los que salieron a
relucir, en una escala menor, el pasado lunes en Cuautitlán Izcalli, donde una
protesta contra la construcción de un viaducto elevado derivó en la detención
violenta de siete personas, entre ellas dos integrantes del movimiento
#Yosoy132, de 15 y 16 años.
A la luz de los elementos mencionados, las situaciones de
España y México constituyen, en el momento actual, dos expresiones de la
persistencia y el avance de un modelo económico y social depredador, impuesto
con el apoyo de autoridades que no gobiernan para sus ciudadanos, sino para un
puñado de intereses económicos y financieros, y que representa, en suma, una
forma moderna de barbarie y un retroceso de la civilización y de la convivencia.
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