Al diablo con las instituciones
Por : Sergio Cortés Sánchez
No fue el impulsor de la Cuarta República quien mando las
instituciones al diablo, sino el autodefinido “presidente del empleo”, “el de
las manos limpias”: cuando Felipe Calderón fue ungido con la banda
presidencial, 35 por ciento de los ciudadanos del municipio de Puebla tenía
mucho o algo de credibilidad en 24 instituciones, y 65 manifestó que su
credibilidad era muy poco o ninguna; la semana pasada, dichos porcentajes
fueron de 30 y 70 por ciento respectivamente. El saldo sexenal fue una pérdida
de credibilidad de 15 por ciento. Si la referencia es exclusivamente a la
credibilidad en el presidente de la República, a mediados de diciembre de 2006,
la mitad de los ciudadanos creía en esa institución y la otra mitad, no; la
semana pasada, 32 de cada 100 creían en el presidente de la República y 68 no
creían, el deterioro fue 36 por ciento, sólo superado por el desprestigio de
militares y los jueces.
Cada año, en el mes de septiembre aplicamos en este
diario una encuesta telefónica a 400 o más ciudadanos radicados en el municipio
de Puebla, por lo general lo hacemos los viernes y sábados. El cuestionario
aplicado consta de 24 preguntas sobre credibilidad en las instituciones y las
respuestas son de las llamadas de intensidad: mucho, algo, poco o nada. El reactivo
aplicado es el mismo cada año, también el orden de las preguntas y el perfil de
los encuestadores es similar. Para estimar la variación de las respuestas año
con año, construimos un índice de base 100 a lo que sumamos las respuestas
positivas (mucho o algo de credibilidad) y le restamos las negativas (poco o
nada de credibilidad); sí el índice es superior a 100, quiere decir que los
ciudadanos que opinan positivamente son más que los que opinan negativamente;
si es inferior a 100, significa lo contrario. La variación de un año a otro es
el resultado de dividir el índice del año más reciente entre el índice de un
año distante.
Entre diciembre de 2006 y septiembre de 2012, las únicas
variaciones en el índice de credibilidad de signo positivo la registraron diputados
y senadores; la credibilidad en la familia permaneció constante. Variaciones
negativas del índice menores a –16 por ciento se registraron en radio,
periódicos, revistas, televisión; líderes de campesinos, del magisterio y
patronales; banqueros; dirigentes del partido favorito, gobernadores y
presidentes municipales. Variaciones negativas entre 16 y 33 por ciento se
observaron en los líderes sindicales; Comisión de Derechos Humanos; policía;
Consejeros del Instituto Federal Electoral; obispos, y sacerdotes. La variación
negativa más alta del índice de credibilidad entre 2006 y 2012 fue 38 por
ciento para los militares y 48 por ciento para los jueces.
Las instituciones en la que más credibilidad tenemos son
en la familia, los diarios, revistas; la radio, los dirigentes del partido
favorito; la televisión; la presidencia de la República, gobernador, militares,
líderes campesinos, presidentes municipales y consejeros del Instituto Federal
Electoral (IFE). Las instituciones en que menos confiamos actualmente son los
senadores, diputados, sindicatos, policía, líderes del magisterio, sacerdotes,
obispos, jueces, banqueros y organizaciones patronales.
No fueron del agrado de los ciudadanos los resolutivos
recientes de los Consejeros del IFE y del Tribunal Federal Electoral, tampoco
las iniciativas presidenciales de Felipe Calderón ni el rol cómplice de
los sindicatos ante al reciente discusión y probable aprobación de la reforma
electoral. En el último año, los ciudadanos que dejaron de tener credibilidad
en los sindicatos disminuyeron en 5 por ciento, en 4 por ciento los que tenían
alguna credibilidad en la presidencia de la República y 3 por ciento fue la
pérdida de credibilidad en jueces y consejeros electorales. En cambio,
aumentó la credibilidad en diputados y senadores en tres puntos porcentuales y
la credibilidad en los dirigentes de partido tuvo un incremento notable: 12
puntos porcentuales. Otros interlocutores de los poderes fácticos se están
formando, y no precisamente en el poder legislativo ni en las organizaciones
sociales, gremiales y civiles.
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