El verdadero drama
apenas se vislumbra
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=192761
Luego de tres décadas de neoliberalismo en México, lo razonable y conducente
sería darle un respiro a la sociedad mayoritaria, pero es por demás obvio que
no será así, sino todo lo contrario. Con el regreso del grupo salinista a Los
Pinos, se habrán de agudizar los problemas estructurales del país, con la
finalidad de acabar de desmantelar al Estado y dejar listo el territorio para
su devastación total por parte de grupos empresariales insertos en los
mecanismos de poder manejados desde Washington.
No es que uno sea terco y dispuesto a verlo todo negro, lo que ocurre es que la
información que se posee le permite a uno darse cuenta, con más objetividad, de
las causas y efectos de los problemas nacionales. Si a duras penas llegamos al
final de la pesadilla panista, resulta dantesco lo que nos puede ocurrir dentro
de seis años, si es que para entonces continuara en Los Pinos Enrique Peña
Nieto. Esto por la razón simple y llana de que los actuales problemas se habrán
de magnificar, a extremos inimaginables, debido a que la estrategia de
“gobierno” del PRI no será otra que completar el programa neoliberal iniciado
hace treinta años.
No es que no sepan, quienes habrán de suceder a los panistas en el poder, lo
que nos espera con su lealtad a los lineamientos del Consenso de Washington,
sino que les tienen sin cuidado las consecuencias de su ingrata tarea. Están
muy conscientes del papel que les toca jugar en el escenario neoliberal de
liquidación del Estado de bienestar keynesiano, pero al aceptarlo deben cumplir
todas y cada una de las instrucciones provenientes de los grandes centros de
poder trasnacional, aunque impliquen acciones no sólo contrarias a los más
elementales derechos humanos, sino de franco genocidio.
Mucho se avanzó, en el infausto sexenio que concluirá el día último de
noviembre, en lo que respecta al desmembramiento de la sociedad mexicana; pero
es claro que la plutocracia internacional no está satisfecha y quiere más
avances en esa dirección. De ahí su firme rechazo a que el pueblo mexicano
elija a sus gobernantes, pues no quieren que la sociedad nacional se rehaga y
retome el camino de la regeneración social, sino que de una vez por todas se
acabe toda posibilidad de rescatar el Estado al servicio del pueblo, porque lo
que quieren es que México se deshaga como nación soberana para poder explotarla
impunemente.
Luego de tres décadas de neoliberalismo, los problemas son de toda índole y se
entrelazan dramáticamente unos con otros. Por ejemplo, en el Foro
“Desplazamiento interno forzado: ¿crisis humanitaria en México?”, se puso en
evidencia la gran tragedia nacional derivada de tal fenómeno. Se afirmó que la
“guerra” antinarco provocó que más de 2 millones de personas mayores de 18 años
se hayan visto obligadas a desplazarse de sus lugares de origen, con todos los
problemas inherentes a tal situación. De ahí que ahora sea necesario crear un
registro nacional de desplazados, con el fin de tener un diagnóstico claro del
problema.
Otro grave problema aún sin cuantificar es el de los niños huérfanos, cuyas
consecuencias no se han contemplado en toda su magnitud. En muchas partes del
territorio nacional existen estas víctimas de la “guerra” contra el crimen
organizado, que en realidad no fue tal, sino una estrategia orientada a
profundizar las contradicciones sociales que caracterizan al país, y de paso
impulsar al alza los mercados negros de la venta de armas de todo tipo y de las
drogas ilegales. Esos miles de huérfanos habrán de crecer con traumas funestos
que los impulsarán a actuar de manera antisocial.
Por todo ello, lo sensato hubiera sido permitir que las aguas procelosas que
recorren México volvieran a su cauce, como pudo haber sucedido de permitir la
oligarquía que el pueblo votara libremente y eligiera a quien estaba en
condiciones de enderezar el rumbo del país. No fue así, lo que evidenció las
verdaderas intenciones del grupo en el poder: acabar de destruir las
instituciones nacionales para instaurar una dictadura de corte policial, con el
fin de que los grandes intereses corporativos actúen impunemente, saqueando a
su antojo los cada vez más valiosos recursos del país, que lo son porque cada
vez son más escasos y habrán de hacer enorme falta a las nuevas generaciones de
mexicanos.
Calderón ya se va, con el repudio incluso de sus propios correligionarios, como
lo evidenció claramente la pugna con el senador Javier Corral, a quien le sobra
razón cuando afirma que “tanta incondicionalidad lo echó a perder” (al aún
inquilino de Los Pinos). El problema ahora es el legado de destrucción de las
instituciones que deja al pueblo de México, que desgraciadamente será bien
recibido por su sucesor, quien incluso puede agravarlo para completar el
proyecto neoliberal. A eso llega a Los Pinos.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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