Carlos Fernández-Vega
México SA
PRI-PAN: una vez más
Flexibilidad cocinada
Espejo latinoamericano
Final más que previsible: el PRI acordó con el PAN que a
su mafia sindical no se le toca ni con el pétalo de una rosa: las
modificaciones sobre transparencia, rendición de cuentas, manejo nítido de los
recursos, etcétera, se fueron directo al bote de la basura. A cambio, el PAN
acordó con el PRI aprobar la vía patronal, es decir, que íntegramente se le
cargue la factura a los trabajadores: despidos fast track, contratación
por hora, outsourcing, prestaciones al caño, salarios a la baja y los
caídos al carajo, inestabilidad en el empleo, mayor informalidad, etcétera.
Resultado: una moderna reforma laboral que incrementará
sustancialmente las ganancias de la cúpula empresarial, aumentará la de por sí
elevada precarización laboral y hundirá, aun más, a los mexicanos que ambos
corporativos dicen representar.
Así, PRI y PAN (en cuyas bancadas hay de todo, como en
botica, menos representación real de los trabajadores) decidieron legalizar y
profundizar el mayor atraco laboral del que se tenga registro desde el
porfiriato. Y aquello de los equilibrios entre los factores de la producción
una vez más se lo pasaron por el arco del triunfo. Cierto es que no es novedad,
pues ambas empresas… perdón, partidos políticos, lo vienen haciendo desde hace
tres décadas, siempre en nombre de la modernidad y de los beneficios
sociales, con los resultados por todos conocidos y padecidos. Se confirma,
pues, que en México la democracia es de, para y por los empresarios(Fox dixit).
Millones de mexicanos están en la desocupación abierta,
el desempleo, la precariedad laboral, con bajísimos salarios (hay que ser
competitivos) y ahora, en su beneficio y para construirles un mejor
futuro, les aprietan la tuerca. Entonces, si el horno estaba más que caliente,
habrá que imaginar la temperatura social que alcanzará el país tras
la modernización del sector laboral, la cual, dicho sea de paso,
mantiene intocado al sector patronal. Y en el plano económico la tan cacareada
reactivación del mercado interno, de por sí un sueño guajiro con el manual
neoliberal, se ve más lejos que nunca.
En los últimos tres sexenios (Zedillo, Fox y Calderón)
oficialmente se generaron 4.7 millones de empleos formales permanentes (5.6
millones si se incluyen los puestos eventuales), contra una demanda real
cercana a 18 millones de plazas. Ello quiere decir que en 18 años sólo se
generó uno de cada tres empleos formales demandados. En igual lapso, los
mexicanos que sobreviven en la informalidad pasaron de 8.3 a 14.7 millones, es
decir un incremento de 77 por ciento. Ello sin considerar quienes laboran en la
formalidad, pero en condiciones de informalidad (17 millones adicionales).
La formalidad, pues, a paso de tortuga, mientras la
informalidad avanza a paso veloz. Todo, desde luego, producto de una
Constitución que nadie respeta y una Ley Federal de Trabajo que todos se las
pasan por la entrepierna, comenzando por el gobierno. Entonces, ¿qué pasará con
la moderna reforma laboral que aprobará el Congreso? No hay que ser
adivino para conocer el resultado desde ya. En este contexto, la Cepal analizó
los nada gratos resultados de la flexibilización laboral de los años
90 aplicada en otros países de América Latina, y su balance es el siguiente
(cualquier coincidencia con México no es casualidad):
Las tendencias observadas en los indicadores laborales
latinoamericanos “pueden atribuirse al impacto directo e indirecto de las
reformas estructurales. Por un lado, los cambios específicos en la regulación
de los mercados de trabajo fueron en su gran mayoría en desmedro de la
seguridad de los trabajadores, por lo menos de aquellos que contaban con cierta
protección en el marco del empleo formal. Este proceso incluye la instauración
de modalidades ‘promovidas’ (periodos de prueba prolongados, pasantías sin
beneficios de seguridad social), la reducción o eliminación de indemnizaciones
por despido, la reducción de los impuestos al trabajo y la generalización de
contratos a término, entre otros”.
Además de este proceso de precarización, con impacto
directo en el empleo, el resto de las reformas estructurales en general
tendieron a incrementar los niveles de exclusión e informalidad en los mercados
de trabajo. Por ejemplo, en el caso de Argentina, impactaron la apertura
comercial, la incorporación de capital y el cambio tecnológico en las
condiciones de empleo, los niveles de actividad y los diferenciales salariales
por capacitación, con la consiguiente vulnerabilidad de los trabajadores. Otras
reformas, como las privatizaciones y la desregulación, también tuvieron impacto
en el empleo. En términos de los mercados de trabajo en la región, “el nuevo
régimen institucional se expresó tanto de jure, mediante la precarización
de empleos en empresas formales (por ejemplo, con las distintas modalidades
promovidas introducidas en países del cono sur en la década de 1990), como de
facto, a través del aumento del desempleo y de la informalidad, derivados de la
mayor volatilidad macroeconómica y la expulsión del empleo en los sectores
perjudicados por los procesos de apertura y reforma”.
Las reformas estructurales, apunta la Cepal, introdujeron
una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo, pero los trabajadores cargaron
desproporcionadamente con las consecuencias negativas de esta flexibilización.
Aunque en materia de legislación laboral algunas de estas reformas fueron
desandadas en la década de 2000, la histéresis del desempleo y la tendencia a
una mayor informalidad en el marco de una apertura a los mercados
internacionales constituyen límites concretos que deben ser incorporados en el
diseño de políticas públicas. La implementación de medidas flexibilizadoras
tiene un techo dado, en gran parte, por el nivel de informalidad de la fuerza
de trabajo, dado que los trabajadores informales cuentan con un acceso limitado
a mecanismos efectivos de protección y compensación frente a una mayor flexibilidad.
En síntesis, con la flexibilización laboral en la
primera década del siglo XXI el desempleo y la informalidad son en general
peores que a principios de la década de 1990, cuando se aprobaron reformas
laborales en beneficio de todos.
Las rebanadas del pastel
¡Feliz inicio de sexenio!, mexicanos agachones: la
Comisión del Trabajo de la Cámara de Diputados ya aprobó el dictamen de la reforma
laboral. Hoy pasará al pleno, pero la votación será mero trámite. Cómo estarán
de contentos los beneficiados, que hasta el personal sindicalizado que
labora en San Lázaro ya protestó.
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