Julio Hernández López
Astillero
Calma (aparente)
Perturbaciones
Halconería
Huevos revueltos
A pesar de que se vive un momento calmoso (al que la
meteorología social en automático consideraría antesala de tormenta), las dos
fuerzas en tensión hacen amagos y velan armas políticas.
En apariencia, todo transcurre en una rutina sin
sobresaltos. Los coordinadores de las bancadas legislativas de los diferentes
partidos acercan posiciones y hacen discursos de circunstancia, mientras los
senadores y diputados federales electos cumplen con los trámites de
acreditación de su nuevo rango. El panista que ha ocupado desde 2006 la
Presidencia de la República se mueve ligero entre actos oficiales complacientes
y palabrería optimista. Y las intrigas partidistas se multiplican entre la clase
política que se afana en redefinir posiciones rumbo a un sexenio
previsiblemente agitado, pero supuestamente muy benéfico para esas élites,
aunque no lo sea para la nación.
El aire resignado de los ciudadanos que creen inevitable
la instalación de Enrique Peña Nieto como nuevo ocupante precarista de la silla
presidencial no despeja, sin embargo, la sensación de que, aun cuando todo
parezca amarrado con cintas de tres colores, persisten demasiados factores que
podrían alterar e incluso derribar la tramposa construcción peñanietista del
poder futuro. Muchos de esos ciudadanos están ciegamente esperanzados en que el
nada santo oficio político del priísmo devuelva la paz a las calles, plazas y
carreteras, aunque esa restitución de pactos mafiosos signifique corrupción
multiplicada y defraudación electoral a largo plazo. Desde luego, el sistema
alienta las percepciones de la unidad nacional, el dar la vuelta a
lo electoral y ponerse a trabajar.
No son solamente electorales las razones por las cuales
está siendo difícil cerrar el ciclo de la imposición. Bastaría, técnicamente,
con la emisión del certificado de compra a salvo por parte del amoldado
tribunal electoral federal. Pero así como le fue imposible a ese priísmo
encopetado salir a las plazas a festejar un presunto triunfo aplastante (que en
otras condiciones habría generado un júbilo imposible de contener) hoy le está
siendo difícil justificar socialmente la validez de esa misma supuesta victoria
que ante evidencias de fraude y compra resulta cada vez más abollada y
deslegitimada.
A ese ánimo política, partidaria y electoralmente
desfondado se agregan los ingredientes de inflación y descontrol económico que
aun en versión preliminar se van presentando, específicamente en cuanto al
precio del huevo y su impacto en la cadena de costos que le acompaña. Aun
cuando los altos burócratas del sistema se afanan en explicar los motivos
circunstanciales, y previsiblemente efímeros, de esos encarecimientos, y lanzan
declaraciones sonrientes para conjurar temores masivos, un tropiezo económico
en estos momentos agravaría la volátil situación política que sabe que no se
definirá ni resolverá con la declaratoria de presidente electo en
favor del candidato predestinado para llegar a tal desenlace.
A pesar de que no es el personaje idóneo para ser vocero
de movimientos auténticos de resistencia contra el fraude electoral (pues la
corriente a la que pertenece, Los Chuchos, sólo espera el final del proceso
legal y la declaratoria de que Enrique Peña Nieto es presidente para
ponerse a negociar beneficios grupales), Jesús Zambrano ha hecho saber a los
magistrados electorales enriquistas los riesgos de una declaratoria de
presidente electo en favor del PRI. No es una amenaza, dijo el sonorense que
preside el comité nacional perredista, pero los magistrados que no invaliden la
elección presidencial plagada de irregularidades no deben descartar
que se produzca un estallido social ante una respuesta no favorable.
Las graves advertencias de Zambrano fueron contestadas
por la contraparte de tres colores, Pedro Joaquín Coldwell, quien advirtió que
el país no puede ser rehén, por conflictos poselectorales, de un candidato
derrotado. Jesús Murillo Karam, encargado de la defensa jurídica del caso Peña
Nieto, agregó que no será con presiones y amenazas como un capricho se ponga
por encima de la voluntad ciudadana mayoritaria que, según eso, habría estado
de parte del PRI.
Astillas
Sabida es en el mundillo policiaco la máxima de que los
delincuentes siempre van un paso adelante de los guardianes. En justa
consonancia con esa tesis, los políticos mexicanos van gustosamente un paso
atrás de la delincuencia electoral, de tal manera que se la pasan proponiendo
geniales reformas legales para impedir en el futuro las pillerías que acaban de
suceder. Luego de 2006 se hicieron enredadas modificaciones a la normativa
comicial con el objetivo de que no se reprodujeran los determinantes vicios
fraudulentos que permitieron la llegada de Calderón al poder. Ahora, el
coordinador de los diputados federales del PAN, Luis Alberto Villarreal, ha
anunciado que impulsará una reforma jurídica para tratar de impedir la compra
de votos. Y así, sucesivamente, se irá pensando en arreglos a la letra legal
que prohíban lo recién pasado, mientras se preparan nuevas modalidades de
fraude que serán inhibidas por reglas posteriores… Respecto a los rollos de
democracia germinal comentados ayer aquí, llegó este comentario: el
consejero del IFE Alfredo Figueroa, barroco, como buen poblano, da más
vueltas que un trompo para decir, hipócritamente, como buen poblano, que no hay
democracia, que aquí mandan los poderosos y que impondrán al más imbécil de los
candidatos. Qué germinal... ni qué ocho cuartos. Izquierda podrida a la que hay
que enterrar boca abajo para que no vaya a volver a germinar: Maestra Cristina
Aguirre Beltrán. Poblana... Y, mientras en Jalisco (en su natal Ciudad Guzmán,
o en Guadalajara, o Zapopan) inauguran al estilo guanajuatense un Callejón del Bésame
Mucho en recuerdo de la famosa canción cuya autora, Consuelo Velázquez, habría
cumplido ayer 96 años, ¡hasta mañana con los preparativos para los ejercicios
militares aéreos de este sábado en Santa Lucía, estado de México, denominados
La gran fuerza de México!
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