Jóvenes sin proyecto de vida
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El pasado 12 de agosto se celebró el Día Internacional de la Juventud, que pasó casi desapercibido en los entretelones de la opinión pública y entre quienes debieran reflexionar sobre lo que ocurre en este sector vital de la población, y que apenas mereció algunas palabras del presidente de la Comisión de los Derechos Humanos del Distrito Federal y algunas notas sueltas de los organismos mundiales que trabajan con jóvenes.
En la realidad, lo que viven los jóvenes es verdaderamente estrujante, sobre todo quienes están fuera del sistema educativo, de un empleo formal y digno, y los que tienen que sobrevivir en condiciones de pobreza, que son la mayoría. De la población del país, una cuarta parte, 29.7 millones de individuos, pertenecen a este sector, que va de los 15 a los 29 años, y de ellos 7 millones se encuentran en una condición de abandono, inseguridad y falta de oportunidades educativas. Otro millón y medio se ubican en empleos temporales y en la informalidad laboral; cientos de miles de ellos buscan emigrar hacia Estados Unidos u otros países, y les va bastante peor a los que padecen de alguna discapacidad o se encuentran en situación de calle.
De aquí a los próximos 20 años esta población crecerá considerablemente, y su potencialidad, si las cosas siguen como van, se perderá históricamente. Lo que se denomina “bono demográfico” será un referente que tendremos que lamentar profundamente si continúan los discursos sin hechos y los programas como retórica.
La escolaridad de los millones de jóvenes que son el activo de capacidades productivas, ciudadanas y culturales de México está por los suelos. El atorón de más de la mitad de ellos ocurre en el brinco de la secundaria al bachillerato, y de allí se estrecha el embudo de forma extrema para que sólo unos cuantos puedan ingresar a programas de educación superior. Recientemente el secretario de Educación, José Ángel Córdova, señaló que se había alcanzado un alto crecimiento en estos niveles y que hasta había lugares vacíos en las instituciones y escuelas privadas, sin ninguna conciencia ni responsabilidad de lo que ocurre.
Demagogia pura, porque pasa exactamente lo contrario: El gobierno actual, deprimente y perdedor, no sólo metió al país en una vorágine de violencia extrema e inseguridad, sino que impidió la realización de reformas en el sistema educativo que hicieran posible ampliar el acceso al nivel superior a miles de escolares; impidió que se mejoraran la calidad de los aprendizajes y el desarrollo de innovaciones curriculares de fondo y de la oferta académica de las instituciones; mantuvo reducidos los recursos presupuestales para elevar la capacidad de la educación pública y favoreció la mercantilización educativa; no ayudó en nada a mejorar las trayectorias académicas para mejorar aprendizajes y conocimientos imprescindibles, actitudes, carácter y valores para la formación de una ciudadanía moderna y participativa; redujo drásticamente los recursos para la investigación científica y el desarrollo de la ciencia local, y no hizo gran cosa para asegurar la obtención del grado escolar correspondiente en tiempo y forma. Pero, eso sí, le garantizo al SNTE y a burócratas de medio pelo su enriquecimiento, la puesta en marcha de programas equivocados y obsoletos, negocios millonarios fracasados como el de Enciclomedia, o bodrios como el currículum por competencias.
Estos fracasos y limitaciones deben atribuirse de manera directa a quienes ocuparon los cargos principales y secundarios en la SEP, comenzando por la ineficacia e ignorancia de los últimos tres secretarios del ramo, así como de los subsecretarios, que no han dado una y se han mantenido, como en el limbo, escondidos en su torre burocrática de marfil “nadando de a muertito”; a la familia encumbrada por el SNTE, que impuso sus intereses políticos y personales por encima de los educativos, y a un gobierno que termina tan cuestionado como comenzó.
No hay prioridad mayor en este país que la atención a los jóvenes y estudiantes, pero las propuestas de quienes pretenden gobernar desde la ilegalidad por encima de la democracia no garantizan nada bueno para ellos. Estamos parados encima de una bomba de tiempo, y un estallido juvenil debería preocuparnos a todos. Urge un cambio de rumbo para ellos y una nueva estrategia, porque el fracaso constante, la desesperación, la humillación, la pérdida de un proyecto de vida, calan hondo, muy hondo.
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