La estela detrás de Calderón no es de luz, es de sangre
Por: Adela Navarro Bello
www.sinembargo.mx
Cuando Felipe Calderón Hinojosa tomó posesión del cargo de presidente de la República, México en el acabado sexenio de Vicente Fox Quesada se había cerrado la cuenta de muertes producto de la ejecución en 8 mil 780 vidas perdidas de manera violenta. Hasta la última semana de mayo de 2012, durante la administración de Calderón en el país ocurrieron 71 mil 804 ejecuciones. Muertes violentas originadas en el crimen organizado cualquiera de sus acepciones: narcotráfico, tráfico de personas, piratería, asociación delictuosa, y secuestro entre la comisión de otros delitos. La cifra es producto de una investigación del semanario ZETA, a partir de localización de tarjetas informativas de las Procuradurías en los estados, las secretarías de Seguridad, la nacional y reportes de organizaciones no gubernamentales. Cuando Felipe Calderón tomo posesión, los Zetas eran el brazo armado del cártel del Golfo, la Familia Michoacana no existía como tal, el cártel de los Beltrán era una célula del de Sinaloa y la nueva generación en Guadalajara, Jalisco no era un grupo de mafiosos.
Ciertamente no es Calderón el promotor de la edificaciones de más organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, el secuestro y el tráfico y la ejecución de migrantes, pero la impunidad que su gobierno generó al no investigar y no detener a los autores de tales atrocidades antes que la violencia rebasara a la autoridad, fue abono para la criminalidad. Felipe Calderón Hinojosa arriba a su último mensaje de gobierno (también perdió la figura de informe y la sede de la Cámara como escenario para el mismo) en la derrota total. Como Ejecutivo de la nación no pudo contener el principal problema que México ha afrontado en los años recientes: precisamente el de la inseguridad. Promesa fallida aquella de ser el Presidente de la seguridad. Durante la misma semana que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación hará publico su veredicto sobre la validez o no de la elección, Calderón es probable enfrentará otra derrota. El primer panista del país lo ha perdido todo. La ilegitimidad acompañó su elección desde el primer día al obtener un cerradísimo primer lugar frente a Andrés Manuel López Obrador; el Presidente logró quitarse el mote de ilegitimo hasta que una corte así lo ordenó, pero en la vida institucional pocas veces retuvo el control. Perdió las elecciones intermedias en 2009, perdió las Cámaras y perdió los gobiernos de los estados. Perdió dos secretarios de Gobernación en accidentes harto similares, perdió el control de la seguridad cuando los narcotraficantes impusieron su ley en estados como Chihuahua, Nuevo León, Michoacán, Guerrero, San Luis Potosí. Perdió también Calderón su sucesión presidencial. Primero en su partido, donde su delfín fue relegado a una senaduría de lista, y después en el país cuando los electores le dieron la espalda a su candidata y a su Acción Nacional enviándolos a la tercera posición en la fuerza política nacional. En estas circunstancias, Calderón arriba derrotado, perdido y rebasado a su último mensaje a la Nación. En cualquier caso, en el extremo de la validación del dudoso y costoso triunfo de Enrique Peña Nieto, o en la invalidación de la elección del 1 de julio, la derrota será una vez más para el Presidente, en uno de dos escenarios su partido y su gobierno no son ratificados, sino castigados. Su obra maestra, su legado a la frivolidad y a una opulencia que está lejos de reflejar la realidad mexicana, “La Estela de Luz” es uno de los proyectos más polémicos y cuestionados que haya habido en el México contemporáneo –y más caros, a razón de un billón y medio de pesos–, y en contraparte se propone la idea de un memorial a las víctimas de la violencia; acaso consideran los dolidos dejar una muestra física de lo que la que ha sido la pena nacional. El bochorno internacional, la lucha individual entre quedarse, huir, migrar, contribuir o alzar la voz para no terminar cada mexicano en parte de una estadística como la que nunca habíamos padecido. El presidente Calderón, derrotado política y administrativamente, entregará una nación sangrante, un país dolorido, una sociedad secuestrada entre las erradas decisiones gubernamentales y las sádicas acciones de los criminales. Pobreza extrema, educación sin calidad, corporativismo político, desaceleración económica. Y no, la estela que queda detrás de Calderón ante su próxima partida no es de luz, es de sangre y tiene origen, nombre y apellido, y mucha impunidad. A la administración de Felipe Calderón Hinojosa le quedan menos de cien días, y si consideramos las muertes violentas hasta mayo 2012 en su administración, el Presidente de la República terminará con una cifra superior a los ochenta mil ejecutados en seis años. Sin embargo, el mensaje presidencial será de vanagloria para obras, para forma, y nada de fondo. Vaya manera de retirarse la de Calderón, en la ignominia social y la derrota política.
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