Transfiguración del sistema político
José Agustín Ortiz Pinchetti
La discusión sobre si el PRI puede cambiar
resulta superflua. El gran tema es cómo se está reciclando el sistema político
mexicano. Admirado en una época, desprestigiado, dañado, decrépito en las
últimas décadas sobrevive y se transforma. Hace 40 años Daniel Cosío Villegas
describió sus piezas fundamentales y lo definió como una monarquía absoluta,
hereditaria por línea transversal. También señaló con perspicacia que ya
entonces los beneficiarios del sistema eran los empresarios más ricos y que la
oligarquía como grupo de presión intentaría distorsionar el Estado mexicano.
Hoy el fenómeno a estudiar es la
transferencia de la toma de decisiones a los poderes fácticos. Es evidente cómo
están interfiriendo en los procesos políticos, cómo orientan la opinión pública
a través de los medios electrónicos, cómo influyen en la política económica e
impiden las reformas modernizadoras. México es el país de peor desempeño en
materia de monopolios. Una docena de grandes familias logra eludir la
competencia efectiva. Restringe el acceso a los mercados, no paga impuestos e
impone precios por encima del mercado internacional. Las elites políticas
dependen cada vez más de ellos. La oligarquía impuso en 2000 la alternancia
panista y 12 años después decidió el regreso del PRI. Los politólogos tendrán
dificultades para identificar cómo intervienen y operan. Conspiran sin dar la
cara.
El sistema político ya no beneficia a la
oligarquía; ahora depende de ella. Para mantener su control, mientras pueda,
impedirá las elecciones libres y justas. En eso se parece al sistema cuando lo
controlaba el PRI clásico. En el porfiriato la estructura política servía para
garantizar el dominio de los intereses oligárquicos. Hoy la construcción de una
economía social de mercado capaz de volver a crecer y desarrollar al país tiene
a estos grupos como el mayor obstáculo. También la competencia democrática se
nulifica por su activismo.
A partir de 1982 los poderes fácticos han
crecido. Salinas les permitió consolidarse. Zedillo los favoreció con el Fobaproa
y pactó con ellos la alternancia. Vicente Fox ha sido su agente y los obedeció
cuando le pidieron que frenara la alternancia hacia la izquierda en 2006. En
2012 las aportaciones ilegales en la campaña priísta y los abusos en la compra
de votos, las ventajas mediáticas y el rebase de los topes de campaña hacen
evidente una estructura paralela. El objetivo de la imposición de Peña es
recuperar las inversiones y mantener y ampliar los privilegios y perpetuarse en
el poder: una democracia simulada controlada desde la penumbra por una
oligarquía antipatriota.
Un alivio para mis lectores: les doy
vacaciones por dos semanas.
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