Epigmenio Ibarra
No nos han dejado otro camino. Quienes
realmente creemos en la democracia en México no podemos permitir que se consume
la imposición.
Imposición porque, otra vez, no se celebraron
comicios limpios en nuestro país y se pretende sentar en la silla a un señor
que si ganó, lo que está por verse, ganó a la mala.
Porque “a billetazos” —como dijo Gustavo
Madero— ni se puede, ni se debe ganar en una democracia auténtica.
Porque, en una democracia real, no hay
“victoria sucia” que valga y que nos veamos obligados a aceptar, renunciando a
nuestros derechos ciudadanos.
Porque no puede tolerarse un “triunfo”
aceitado con recursos de procedencia ilícita y menos todavía permitir que la
sombra del delito, de la ilegalidad se proyecte sobre la institución
presidencial.
La resistencia es hoy, para los ciudadanos,
un deber.
Invalidar la elección presidencial es, para
el TEPJF, una responsabilidad ineludible.
Más allá del destino del candidato o la
candidata por la que votamos en las pasadas elecciones, lo que está en juego es
el destino de México.
Más allá de la ideología, de las afinidades
políticas o las fobias de cada quién, se trata de un asunto de decencia, de
integridad y también, es preciso decirlo, de sobrevivencia.
Nada somos, nada seremos como nación si a
estas alturas no somos capaces de construir, en los hechos, una democracia
sólida, respetable, verdadera, incuestionable.
Ningún futuro tiene la paz, de la que tanta
urgencia tiene este país ensangrentado, si a quien nos gobierna nos lo imponen,
otra vez, por medio de trampas.
Nada, sino el caos y la corrupción, hemos de
heredar a nuestros hijos si permitimos que sean, el poder del dinero y de la
tv, el que se imponga sobre el poder de los votos libres de millones de
ciudadanos.
No es tiempo, pues, de “dar vuelta a la
página”, de “aceptar la derrota de nuestro candidato”, de pasar a formar parte
de una “oposición constructiva”.
No son el resentimiento, la frustración o el
odio lo que nos mueve a resistir.
Reconocer un triunfo mal habido como el que
reclaman para sí el PRI y Peña Nieto es a la vez indigno y suicida.
Vulnerar como lo han hecho. Traicionar como
lo han hecho los principios del sistema democrático representa un agravio
intolerable para todos los mexicanos.
A todos, otra vez, nos ha traicionado el PRI.
Hoy, más que robar urnas, a punta de plata y
spots, robó conciencias.
Medró con la necesidad y la pobreza de muchos
mexicanos.
Los sometió a la humillación de vender quizá
el único derecho que, en las actuales circunstancias de marginación y miseria
les queda; el de marcar la boleta libremente.
Pero no solo a punta de billetes compró el
voto; también coaccionó a los votantes con su aparato; les hizo sentir que un
voto en contra sería castigado.
Hizo pesar su historia represiva en las
urnas. En un país donde la ley de plata o plomo es de las únicas que se respeta
la sola sugerencia de un cacique regional se torna amenaza.
Para consumar este robo de conciencias hizo
acopio de recursos no declarados ante las autoridades electorales ni
hacendarias.
Procedió como procede el crimen organizado al lavar dinero,
creando empresas falsas, tratando de ocultar el origen del mismo.
Como tenía mucho miedo de perder metió
demasiada plata y dejó, en consecuencia, demasiadas pistas.
La ruta del dinero comienza a descubrirse.
Los hilos de la madeja conducirán, muy pronto lo veremos, a los gobernadores
priistas.
Por eso tienen prisa. Les urge consumar la
imposición. Traicionarnos a todos y hacernos callar y obedecer. He escrito a
“todos” y lo sostengo.
Ha traicionado el PRI incluso a aquellos que
de manera libre y consiente votaron por él. También ellos han sido burlados.
Participaron de buena fe en un ejercicio
electoral que no fue —como lo establece la Constitución General de la
República— limpio y auténtico.
Puede que en un principio se crean
beneficiados por el aparente triunfo de Enrique Peña Nieto. Muy pronto se darán
cuenta de que, ellos también, son víctimas del engaño.
Un hombre que se sienta en la silla
presidencial con las deudas y compromisos con los que llega Peña Nieto solo ha
de servir a sus acreedores.
Un hombre que consigue el triunfo de manera
tan cuestionable, con ese tufo a dinero sucio detrás de su candidatura, no hará
sino empeñarse en tapar los muchos hoyos que ha dejado atrás.
Mal quedará incluso con esos que hoy se
sienten sus partidarios; peor quedará con México.
Impedir, a través de la movilización
pacífica, con inteligencia, con creatividad, con imaginación, con audacia, que
ese señor se siente en la silla es imperativo.
Ya los partidos, al menos los de la izquierda
electoral, dan la batalla en los tribunales.
Falta saber si el PAN, algunos de sus
miembros al menos, se ponen del lado de la legalidad y la razón.
Ya han sido emplazadas, por López Obrador,
las autoridades federales a seguir la ruta del dinero.
Nos toca a los ciudadanos tomar las redes,
tomar la calle.
Nada más urgente, más necesario, más digno
que defender la democracia y la paz, trabajar por el México que merecemos
todos. De esto se trata, de este deber ciudadano, la resistencia frente a la
imposición.
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