Cerco cívico al poder mediático
EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
El cerco de 24 horas a las instalaciones de
Televisa, convocado por #YoSoy132 y por otras organizaciones integrantes del
Movimiento contra la Imposición –el Sindicato Mexicano de Electricistas, la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, el Frente de Pueblos en
Defensa de la Tierra, entre otros— fue calificado de éxito rotundo por
sus organizadores, no sólo por la nutrida convocatoria que se logró a los
alrededores de la televisora de Chapultepec y en sus sedes en diversas ciudades
del país, sino también por el eco alcanzado a escala internacional y en las
redes sociales. Salvo algunos momentos de tensión durante la jornada de
protesta, ésta se desarrolló sin incidentes mayores y en medio de un ambiente
festivo, marcado por la realización de actividades artísticas y culturales.
Quedó descartado, así, uno de los principales
elementos de crítica que surgieron prácticamente desde el momento en que se
anunció la movilización referida, de que ésta pudiera ser el marco para la
aparición de algún tipo de violencia. Por el contrario: la acción política y
social a las afueras de Televisa confirmó que el movimiento estudiantil y
juvenil y su entorno social de apoyo han evolucionado mucho en cuestión de
semanas en cuanto a capacidad organizativa, deliberativa y de convocatoria, y
se han posicionado como actor principalísimo en el ámbito de las resistencias
sociales del país, frente a los eventos políticos y electorales de coyuntura
pero también, y sobre todo, frente a las problemáticas estructurales que
aquejan el desarrollo económico, social y democrático de la nación.
Es importante recordar que el cerco a
Televisa tiene su origen en la inconformidad de un sector amplio de la
población ante la inequidad con que se condujo la televisora –junto con la
mayoría de los medios electrónicos– en las pasadas elecciones en favor del
candidato del PRI, Enrique Peña Nieto; pero también en la crítica al poder
fáctico e indebido que han adquirido los medios de comunicación en las décadas
recientes –particularmente en la actual administración– y en el rechazo que
genera su obstrucción sistemática a la apertura y democratización del sector
telecomunicaciones y su capacidad de presión y chantaje sobre los poderes
formales de la República.
Uno y otro aspectos se inscriben, a su vez,
en el marco de las definiciones que #YoSoy132 y las organizaciones sindicales,
campesinas y sociales que lo acompañan han esbozado ante los rezagos del país
en materia democrática; ante los efectos nefastos del modelo económico vigente
–particularmente, la acumulación desmedida de poder económico en unas cuantas
manos y la desigualdad social– y ante la configuración de un el poder
político-mediático-empresarial de características claramente oligárquicas.
Frente a tales elementos, las reivindicaciones de quienes convocaron y
participaron en la toma simbólica de Televisa adquieren una proyección que va
mucho más allá del conflicto poselectoral en curso.
Las consideraciones anteriores resultan
pertinentes sobre todo en un momento en que, desde distintos sectores de la
clase política, desde los propios medios e incluso desde las propias
autoridades políticas y electorales, persisten los intentos por desacreditar al
movimiento estudiantil y juvenil y por presentarlo como brazo social de la
coalición partidista de izquierda y de su candidato, Andrés Manuel López
Obrador, pese a que es palmariamente claro que una y otra expresiones –más allá
de los puntos en común que puedan tener en algunas de sus posturas– son
independientes entre sí.
Dado el delicado escenario político y social
que vive el país, lo peor que podría hacerse desde la institucionalidad
política, pero también desde ese poder mediático y empresarial que ha sido
objeto de impugnación en las últimas horas y días, sería menospreciar los
distintos descontentos sociales que convergieron en la protesta de ayer y
anteayer, regatear los motivos que los originan, minimizar su energía y
desvirtuar su carácter genuino, plural y autónomo. A menos, claro, que se
quiera profundizar la evidente fractura entre las élites políticas y económicas
del país y la ciudadanía.
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