Con la esperanza de que
AMLO lo lea...
María Teresa Jardí
Si de algo se puede acusar a López Obrador es de perdonar las traiciones de los
perredistas y de pensar que los malos son los integrantes salinistas de la
jerarquía priísta. Se equivocó al haber defendido a Zedillo. Lo obnubiló su
merecido odio a Salinas. Entre Zedillo y Salinas, Fox, Calderón y Peña no existe
diferencia alguna.
Son mafiosos, se saben siervos y se asumen vasallos de los jugadores en las
grandes ligas de la mafia que los mandan y les ordenan al tiempo de que acaban
con el mundo.
Entender, que de combatir a Zedillo, como merece ese impresentable asesino
también, que además se garantizó un trabajo en el extranjero en una de las
empresas beneficiadas por su abominable entreguismo, buscando tener cubierta la
espalda a su salida de Los Pinos ¿por qué? ¿De qué buscaba huir el expresidente
que conoció y quizá propició la masacre de Acteal como venganza porque no le
salieron las cosas bien cuando dio la orden de detener a Rafael Guillén? Lo que
debió incluso hacer saltar la sospecha sobre la impunidad en que se encuentra
el crimen de Luis Donaldo Colosio. Pero además quien se prestó a dar el golpe a
la cabeza misma del Poder Judicial, iniciando la parte final y definitiva del
desarme ético de ese poder equilibrador de los otros dos, ya desde antes
tocados del todo por la corrupción que hoy de manera inaudita es aceptada por
todos como regla del sistema político aplicado a la mexicana.
Y quien se prestó
también a convertir a la PGR en la instancia cobradora de las venganzas
personales del inquilino en turno de Los Pinos. Lo que no va a cambiarse sin un
nuevo constituyente. El cambio del país pasa por la refundación de la
república. Lo entendió muy bien Emilio Krieger, a quien le hubiera gustado ser
legislador, pero justamente porque entendía esto bien se murió sin haber
logrado el puesto que habría sin duda justificado para él, frente a sí mismo,
su vida.
El PRI es un partido podrido desde arriba hasta abajo. Pero el PRI tiene porros
mucho más listos que los abogados juristas con los que cuenta AMLO. Pero el
problema de la elección del 1 de julio no es ya un problema de tribunales. Si
le quedara un ápice de vergüenza a alguno de los magistrados del TRIFE ya
habría renunciado. Si los votos se venden, mucho más caras para el país cuestan
las lealtades de los enemigos de la Nación mexicana que hace tiempo que son
elegidos de entre los que solamente piensan en sus propios intereses como
consejeros electorales y como jueces.
El problema del 1 de julio es el golpe de Estado que la telebasura dio en vivo
y en directo y esperar hasta el 6 de septiembre para que digan que sí, que el
PRI compró, pero que eso no cambia el resultado de la elección, es un error y
no importa que más tarde se sepa que los recursos de AMLO son aportaciones
solidarias de sus seguidores entre los que se encuentran, como es obvio, los
gobernadores de ese partido, en tanto no deslindan como ya ha hecho el
impresentable Graco, al que no debió levantarle la mano AMLO. También cuestión
de inteligencia.
Lo que está en juego hoy son los próximos cien años para los mexicanos y el
golpe es lo que hay que combatir, en primera instancia, y de manera particular
en instancias desde ya extranjeras, si se quiere revertir el crimen que contra
México buscan cometer el PRI, el PAN, el PRD, el Verde y el Panal, beneficiados
todos por la limosna que les tirará a la cara la telecracia que busca quedarse
como la única real ganadora, imponiendo al ignorante sacado de la peor de las
telenovelas deseducadoras y desinformativas de la telebasura a la mexicana.
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