La elección de este domingo 1 de julio lleva la marca de un PRI “obscenamente corrupto y corruptor”. Desde las cañerías, ríos de dinero ilegal entre posibles votantes brotaron desde antes de que iniciara formalmente la campaña y, a escasas horas de los comicios, apenas la oposición empieza a documentar y denunciarlo.
Quienes acompañamos al aspirante presidencial priista Enrique Peña Nieto en sus giras proselitistas por el país pudimos constatar que todo fue un montaje apuntalado con millones de pesos.
Cierto es que para los priistas de hueso colorado, para el voto duro, la figura de Peña Nieto siempre fue atractiva, tanto que las mujeres enloquecían con únicamente verlo y gustaban de apapacharlo, besarlo y tomarse fotos con él, pero el resto, los acarreados, la gente que iba por su torta y cientos de enseres y botellas de agua que caían como lluvia ácida en sus manos, no lo adoraron ni vieron en él a “su presidente”.
No obstante, el PRI siempre logró plazas llenas –aunque muchas de ellas empezaban a vaciarse antes de que hablara el galán de telenovela–, sin embargo, el nerviosismo de su equipo de campaña empezó a hacerse evidente después del aciago 11 de mayo, del viernes negro de Peña Nieto en la Ibero, donde fue repudiado y prácticamente expulsado por estudiantes informados.
Del poder corruptor de Peña Nieto y su equipo, la revista Proceso y su reportero Jenaro Villamil dieron cuenta desde el 2005, cuando siendo gobernador en el Estado de México armó junto con Televisa un plan millonario para llegar primero a la candidatura y luego a la Presidencia de la República.
En campaña, ningún medio de información pudo comprobar con documentos en mano del rebase de topes, de la compra de votos o de su coacción, y es que los priistas, con una experiencia de 70 años en el poder, siempre supieron cómo hacer el fraude y cómo desviar recursos sin dejar huella.
En el PRI son corruptos, no estúpidos.
De ese poder corruptor, a sólo tres semanas de la elección empezaron a dar visos empresarios utilizados, burlados por el equipo de Peña Nieto, según denunció uno de ellos, José Luis Ponce de Aquino.
El empresario mexicano-estadunidense reveló que hubo un ofrecimiento de promover la figura de Peña Nieto y que detrás de todo había 56 millones de dólares, dinero que presuntamente provenía de las arcas del Estado de México y del crimen organizado.
En México no pasó del escándalo, en cambio en Estados Unidos hay una denuncia en curso.
Luego se sabría que esos recursos habrían sido depositados en un banco mexicano, Monex.
Más tarde, a sólo una semana de la elección, el PAN denunció la existencia de tarjetas de Monex que el PRI entregó a promotores del sufragio y representantes de casilla para que “compraran votos a favor de Peña Nieto”.
El PAN denunció que eran por lo menos 700 millones de pesos.
Entonces el Instituto Federal Electoral (IFE) “indagó” y detectó una cuenta de 70 millones de pesos para “promotores priistas”, abierta en Monex, pero que no podía sostener que fuera para la “compra de votos”.
Y como cereza del pastel, el PRD reveló la existencia de otras miles de tarjetas, pero ahora de la tienda de autoservicio Soriana –que durante el gobierno de Peña Nieto en el Estado de México recibió millonarios contratos para manejar las tarjetas de apoyo a la tercera edad–, con un valor de mil pesos y para ser entregados a cambio de votos.
Cierto o no, la elección de Peña Nieto tiene tufo de comicios comprados. Una elección que a los poderes fácticos, como por ejemplo las televisoras, la elite político-empresarial que toma las decisiones en este país, y los varios grupos del crimen organizado, no le conviene que la gane un hombre que los investigue o les imponga controles que mitiguen su presencia en la vida política y económica de México.
Dice el doctor Edgar Buscaglia, investigador y analista de los países que han vivido una transición política y han sido copados por el crimen organizado, que México no podrá romper el binomio crimen organizado-corrupción política, a menos que ocurran tres hechos:
El primero, que quien gane la elección lo haga con un porcentaje mayor a 10%, ya que según los propios estudios mexicanos ese es el porcentaje de votos comprados; otra, que el ganador pueda convocar al resto de los partidos a firmar un pacto político para establecer cuatro controles indispensables para transitar a la vida democrática: patrimoniales, judiciales, políticos y administrativos.
Y mientras esto ocurre, la violencia que hoy se vive en el país afecta ya no sólo a la gente de a pie, como sucedió el viernes 29, cuando en Nuevo Laredo, Tamaulipas, el crimen organizado hizo explotar un coche-bomba en el estacionamiento de la presidencia municipal, afectando por lo menos a siete personas, entre ellas cinco mujeres, quienes se encontraban cerca de la detonación.
Buscaglia sostiene que para romper el círculo vicioso crimen organizado-corrupción política, la violencia también debe alcanzar a la clase político-empresarial más encumbrada del país, de tal forma que ponga en peligro su vida, bienes y futuro. Este hecho, como sucedió en Italia o Colombia, obligaría a todos a aceptar el establecimiento de controles.
Y el último ingrediente, que en paralelo exista un movimiento social en las calles que pacíficamente “rodee” las instituciones que están en manos de la “mafiocracia”, y desde fuera del Estado haga propuestas y vigile su cumplimiento.
El movimiento #YoSoy132 es una esperanza, destaca Buscaglia, pero antes tiene que evitar ser infiltrado por los partidos e ir más allá de marchas y plantones.
Es justamente este movimiento el que puede, si lo quiere y se organiza, hacer la diferencia en esta “elección comprada” de Peña Nieto.
De esta forma, pueden estos jóvenes “rodear” al IFE y obligarlo a indagar esos millones y millones de pesos que han circulado por todo el país para la compra del voto de parte del PRI.
Es este movimiento el que puede vigilar al IFE y obligarlo a que deje a un lado la tibieza, a que haga a un lado declaraciones tan absurdas como aquella de que “sí hay 70 millones del PRI en Monex pero no podemos asegurar que sea para comprar votos”.
Por favor, el PRI estuvo 70 años en el gobierno y realizó estas y más deleznables prácticas para mantenerse en el poder. Cómo es eso de que ahora el IFE cree en la buena fe de ese partido.
Las denuncias están por todos lados, la gente lo grita a los cuatro vientos, hay documentos que muestran los operativos de movilización y compra de votos por parte del PRI, entonces ¿cómo es posible que el IFE no sea suspicaz, no indague más allá de lo que dicen las instituciones bancarias?
Bueno, pues el grupo de jóvenes puede presionar, “cercar” al IFE para que cumpla con su obligación. De los otros elementos, de la violencia a la elite político-empresarial, nadie desea que avance, pero no hay que olvidar que el mismo Peña Nieto forma parte de ella.
Y si se consuma la compra de la elección para el PRI y su títere Peña Nieto, la paz no llegará a México próximamente; la represión, la corrupción, presencia del crimen organizado y la guerra seguirán, quizá con actores más activos que hoy, quizá habrá disminución de la violencia por plazos breves, pero de que el dinero sucio y quienes lo generan continuará, eso sí muy probable.
El PRI y Peña Nieto no garantizan bienestar para los mexicanos. Eso para quien tiene memoria, y aunque los jóvenes no lo vivieron y que sí están informados, lo saben.
La esperanza, finalmente, siguen siendo los 22 millones de jóvenes votantes y el movimiento #YoSoy132, que se mantenga en la calle, cerque al IFE y obligue a las instituciones a actuar con apego a la legalidad.
Comentario: mjcervantes@proceso.com.mx
Twitter: @jesusaproceso
No hay comentarios.:
Publicar un comentario