Mitos electorales
Por : Sergio Cortés Sánchez
Antes de elegir, los medios masivos de
comunicación ya emitieron su veredicto: la mayoría absoluta apoya al candidato
del duopolio; el organismo electoral y los comicios son certeros, legítimos,
creíbles, equitativos, transparentes y sobre todo, imparciales. No reconocerlos
así es propio de desadaptados, bipolares, provocadores profesionales o de
víctimas por vocación. La información fluye en sentido inverso: costosas
campañas publicitarias, financiadas con dinero público, propalan esas
versiones; la intención del voto de Enrique Peña Nieto (EPN) es declinante y ya
fue alcanzado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO); el gasto electoral de EPN
ya rebasó los topes de campaña: los comicios son inequitativos; no hay certeza
ni credibilidad en los resultados ni neutralidad del organismo electoral, y el
candidato más rechazado por la ciudadanía es precisamente EPN.
Una mentira reiterada es que el voto verde
favorece al PRI; suponiendo que así fuese, la población que radica en
localidades denominadas rurales es la tercera parte de la que radica en
localidades urbanas. Pero no hay evidencia robusta que confirme el dicho del
voto verde priista: en la encuesta realizada por los profesores de la Facultad
de Derecho de UAP en las juntas auxiliares del municipio de Puebla, la
intención del voto favoreció a AMLO; en la aplicada por este medio los pasados
días 14 a 16 de junio a 604 ciudadanos radicados en la zona metropolitana de la
ciudad de Puebla (ZMCP), AMLO se ubicó como la primera opción en las
localidades menores a 15 mil habitantes, y con mayores ventajas aún, fue
también primero en las localidades de 15 mil o más habitantes.
El rechazo hacia el PRI y EPN es mayor en las
localidades urbanas que en las rurales y el crecimiento de esas opciones es,
además de costoso, errático y volátil. En una escala del uno a 10, el interés
para votar en la elección presidencial es de 8.4 para AMLO y de 7.5 puntos para
EPN. Si la probabilidad de votar la dividimos en tres grupos, siendo uno de
ellos los que tienen poco o nula probabilidad de votar (interés por votar de
uno a cinco); otro grupo sería el que probablemente lo haga (interés por votar
de seis a ocho puntos) y el grupo de alta probabilidad de votar (los que
manifestaron un interés de nueve y 10 puntos). AMLO registró, en la encuesta
aplicada cara a cara en la ZMCP, una intención del voto de 32.1 por ciento, de
este porcentaje, 21 puntos porcentuales corresponden a ciudadanos que
manifestaron un interés de votar muy alto; en cambio, EPN registró una
intención del voto de 26.3 por ciento, de éste, 11 puntos porcentuales son de
ciudadanos que tienen una probabilidad de votar muy alta. La identidad de los
ciudadanos con AMLO es más profunda que la que los ciudadanos tienen con
EPN.
Otro mito electoral es sobre la rebeldía de
AMLO para reconocer un resultado electoral sustentado en la coacción y compra
del voto. El silogismo es el siguiente: la mayoría de las empresas mercantiles
que realizan encuestas electorales favorecen a EPN, luego entonces, el único
resultado posible es que los sufragios emitidos el 1 de julio lo confirmen; si
así fuera, no hay coacción ni compra de voto, tampoco fraude electoral, ya que
las infalibles encuestas ya habían pronosticado el triunfo; aquí, los
ejercicios demoscópicos dejaron de ser imagen congelada del presente y devienen
certeza de futuro. Este razonamiento presupone asepsia del organismo electoral
así como legitimidad y credibilidad en sí y para sí en los comicios, olvidando
el descrédito generalizado hacia el árbitro y el documentado fraude electoral
del año 2006, “el haiga sido como haiga sido” y la caída del sistema electoral
del año 1988.
En la ZMCP, la confianza en el
Instituto Federal Electoral (IFE) es de 6.1 en una escala del 1 al 10, los que
más creen en él, son los que se identifican con el partido que detenta la
investidura presidencial, los que menos le creen, son los ciudadanos que no
participan electoralmente ni se identifican con partido o candidatura alguna.
Sólo uno de cada dos ciudadanos cree que en esta elección se respetará el sufragio;
los que tienen más reservas, son los defraudados de 2006 y aquellos ciudadanos
que no votan; los más crédulos, los ciudadanos que se identifican con EPN o
Josefina Vázquez Mota (JVM). Es más, los ciudadanos que no creen que se
respetará el voto que prefieren a AMLO son menos que los sumados de EPN, JVM y
Gabriel Quadri que tampoco creen que se respetará el voto. La desconfianza en
el IFE y en el proceso no es privatiza de los amlistas.
El nicho de mercado de EPN se asocia a los
ciudadanos que registran una situación socioeconómica crítica; los que dependen
de las transferencias del gasto social. La apuesta de EPN es al rol activo de
los gobernadores priistas, incluido Rafael Moreno Valle, en la coacción y
compra del voto, así como en los operadores del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación y en un discreto uso de los fondos públicos
federales. Del total de intención del voto de EPN en la ZMCP, 14.5 puntos
porcentuales corresponden a ciudadanos de los niveles socioeconómicos básicos;
6.7 puntos a los ciudadanos de clase media y 5.0 a los que pueden considerarse
clase media alta y alta. Por su parte, AMLO tiene una buena aceptación en la
clase media y en la alta.
La ventaja de AMLO sobre EPN es más alta
entre los ciudadanos menores a 30 años y entre aquellos que tienen estudios de
licenciatura o más. EPN está mejor posicionado entre aquellos que tienen
estudios de educación básica y entre los mayores a 50 años. Hasta ahora, a
mayor nivel de escolaridad y a menor edad, es más alta la probabilidad de votar
y, al hacerlo, la mitad de esos votos podrán ser de AMLO; si alguien tiene
ventaja en este proceso electoral, no es precisamente EPN. La panista hace tres
meses que quedo lejos de los contendientes y de los electores.
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