Julio Hernández López
Astillero
Y sin embargo...
Actuar contra fraude
Detectar mapachería
El lunes siguiente
El conjunto de intereses que en 2006 cerró el
paso a la opción reformista representada por López Obrador ha vuelto a montar
un aparato de defraudación electoral. No es solamente el burdo operativo
nacional de compra de voto, al más clásico estilo del peor priísmo, ni las
brigadas gordillistas de mapachería de las que ha dado actualizado reporte
Karina Avilés en La Jornada a propósito del plan de acción delictiva
denominado Ágora.
Es también la reunificación explícita de los
mismos obstructores de ayer: Calderón, convertido en gustoso jugador con
devaluadas monedas josefinas que apuesta al triunfo de la ficha copetona en
espera de ganar la misma impunidad monumental que ha disfrutado hasta ahora su
antecesor, Fox (la señora Marta y los hijos Bribiesca), el famoso ranchero
lengua larga que asoma la punta intelectual de sus botas en el escenario
descompuesto para criticar en El País al Felipillo al que siempre ha
menospreciado, elogiándose como el mejor presidente de la historia del país y
enderezando baterías contra el perredista tabasqueño cuya supuesta lejanía
apabullante respecto de Peña Nieto, según las encuestas de opinión alineadas,
haría fútil el gasto de metralla tan abundante y concentrada.
Coros institucionales celebran en tonos
vehementes la más absoluta imposibilidad de un fraude electoral mientras por
todo el país se multiplican los reportes de las mil formas priístas de botar en
regalos electoreros los fondos habidos en exceso. En medios de comunicación
asociados al priísmo (es decir, a la confluencia final del calderonismo y el
salinismo) se sataniza toda insinuación de fraude, condenando desde ahora al
paredón patriótico a quien ose dudar de la palabra oficial que el próximo
domingo, faltando un cuarto para las doce de la noche, habrá de anunciar con
solemnidad el nombre del nuevo sol sexenal, contundente e inobjetable.
Y sin embargo, jóvenes del movimiento 132
anunciaron ayer un esfuerzo para los seis días finales, en busca de organizar a
los ciudadanos que defienden no necesariamente a un candidato en especial, sino
el derecho a elegir en libertad al próximo presidente de México. Son tantas las
evidencias del magno mecanismo de adulteración electoral en marcha, que pareciera
al mismo tiempo desconcertante que no se produzca una reacción ciudadana que
luche por frenarlo. Parecería que la proporción de lo que está a la vista ha
inhibido a los votantes que desean limpieza electoral, resignados tempranamente
a conformarse con la imposición programada. La primavera cívica detonada
semanas atrás pareciera haber entrado en un acelerado proceso de hibernación,
pasmado el movimiento juvenil, y ciudadano en general, ante las artes de
mediatización, divisionismo, confusión y desgaste que el sistema ha puesto en
práctica mediante un judo político y mediático que con la misma fuerza de los
opositores trata de generar su caída.
Los ríos de dinero que ya están corriendo,
las cuotas electorales asignadas a los gobernadores priístas, la parálisis
convenenciera de los consejeros del IFE, la preparación anestésica mediante
encuestas de opinión programadas para sostener la presunta delantera de EPN y
las técnicas crudas de defraudación, como la famosa Ruleta que hace
prácticamente imposible evitar en un contexto normal el depósito en urnas de
boletas marcadas en favor de un partido, llevan a muchos mexicanos a preguntar
qué hacer.
No encuentran respuestas ni siquiera en la
estructura de apoyo a AMLO, en la que están incrustados acechantes adversarios
internos que sólo esperan el momento para reiterar la vocación por la traición,
ni en los líderes partidistas que ya han obtenido ganancias al acomodar a sus
piezas en los privilegios plurinominales que integrarán las próximas cámaras, y
ni siquiera en algunos miembros del hipotético gabinete que desde ahora se
preguntan si su predisposición a los gobiernos de coalición debería
llevarlos a aceptar una invitación priísta, en caso de que fallara la opción
tabasqueña.
Por lo pronto, en estos días finales queda
claro que una manera firme de romper la cadena de defraudación electoral que
está montando el PRI requiere de la detección y denuncia de las casas de
operación electoral en las que se repartirán artículos y productos, además de
dinero en efectivo, para promover ese voto en Ruleta.
También parece cierto que los futuros
votantes deben razonar con todo cuidado la manera en que cruzarán las boletas
el próximo domingo, pero que tal vez vaya a ser aún más trascendente analizar y
decidir respecto de lo que se haría el siguiente lunes, en caso de que el
conjunto de intereses que ya hizo fraude en 2006 reitere su conducta seis años
después.
Astillas
Un buen número de mexicanos se han quejado
por el uso de sus datos de identificación (alojados en registros oficiales, del
Conacyt y del Sistema Nacional de Investigadores) para que recibieran una carta personalizada de
Enrique Peña Nieto... Martín Gerardo Fernández reportó: viendo el Canal
Once este lunes, cerca de las 18 horas con 15 minutos, transmitieron un espot
de no más de 15 segundos donde se argumenta que siete de cada 10 mexicanos no
quieren a López Obrador y ponen fotos de supuestos mítines con unos 20
asistentes y reiteran que México no lo quiere. Hasta aquí todo parecería
normal, pese a la manipulación de la información, pero lo alarmante de todo
esto es que este espot no lo firma nadie, no dice quién lo paga, esto es, que
no aparece ni al principio ni al final ningún partido, institución o particular
haciéndose responsable de este mensaje... Y, mientras siguen los jaloneos
sangrientos por eventual cambio de administración en el negocio oscuro, esta
vez en el aeropuerto capitalino, ¡hasta mañana, con el físico Jaime
Ruiz-García, de la UASLP, asegurando que “la encuesta del diario Reforma está
equivocada, ya que en realidad tiene a AMLO a 4.7 por cierto de Peña Nieto, y
no a 12 por ciento, como indicó en su encuesta de junio” (estudio disponible en www.astillero.tv )!
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