Ignominia o dignidad: la verdadera elección
Gustavo Esteva
Un número creciente de personas hemos dejado
de confiar en lo que queda del Estado, es decir, de los gobiernos, los partidos
y los medios. Más desconfianza aún nos provocan las marrullerías, espectáculos
y manipulaciones que aún se llaman jornadas electorales. Una
eleccióndemocrática no es alternativa a la vía armada sino su
consolidación: sustituye al gatillero en vez de renunciar al gatillo. La
inmensa repercusión de los 131, que alumbraron el #YoSoy132, reveló que había
madurado entre nosotros una crítica seria del estado de cosas, cuando
locutores, publicistas y encuestas intentan sustituir a los ciudadanos. Pero,
¿cuáles son nuestras opciones reales ante las elecciones?
¿Debemos hacer como los griegos? En la más
importante elección de su historia se abstuvo 40 por ciento de los electores,
mientras el partido triunfador, de derecha, tuvo menos de 30 por ciento. Si nos
abstuviéramos en la misma proporción, nuestrotriunfador no llegaría
siquiera a ese 30 por ciento.
¿Votar? IFE y Trife afirman que no hay
cabida para el fraude electoral. Pero el fraude ya se cometió. A todos nos
consta. Cunden en todas partes la compra de votos y todas las formas de
coacción penadas por la ley. Grupos de ciudadanos exigen inútilmente al IFE que
cancele el registro de Peña Nieto por sus innumerables delitos electorales.
Pero el IFE lo seguirá protegiendo hasta el día primero, cuando se dedicará a
disimular las nuevas trácalas que se harán para imponerlo.
Si triunfara este empeño perverso, se nos
vendría encima el estilo Atenco de gobernar. El propio Peña Nieto lo anunció en
la Ibero al defender el derecho del Estado a reprimir y
designar a su asesor militar colombiano. Pregonar estas flagrantes violaciones
a la ley al fin de su campaña no es desliz o incompetencia. Sirve para que
nadie se llame a engaño: no permitiría que la ley se interpusiera en su
ejercicio arbitrario del poder. Ese es el compromiso que ha hecho con las manos
que mecen su cuna. Se los cumpliría.
Todo esto intensifica la resistencia contra
una imposición largamente anunciada. Los jóvenes, particularmente los que votan
por primera vez, intentan hacerlo de manera responsable; por eso anuncian que
su voto, consciente e informado, será contra Peña Nieto y contra los
medios que inventaron su candidatura. Muchísimas personas sostienen que la
mejor forma de prevenir la catástrofe Peña Nieto es votar por López Obrador.
Cuando el barco en que vamos todos hace agua,
no tiene mayor relevancia el cambio de capitán: nadie podrá evitar el
naufragio, un naufragio que abarca tanto lo que queda del Estado como lo que
los cínicos persisten en llamar democracia. Pero el asunto no es irrelevante,
porque el nuevo capitán podría facilitar o entorpecer la tarea en que tantos
estamos empeñados: construir con los restos del barco tablas de salvación que
nos conduzcan a la playa en que empezaremos la reconstrucción.
Esta metáfora permite dejar de ver hacia
arriba y guiar la mirada adonde debe estar: hacia nosotros, hacia comunidades y
barrios, hacia grupos organizados, hacia los pueblos indios, hacia cuantos
trabajamos en la resistencia y sentimos llegado el momento de convertirla en
lucha de liberación. Aquí abajo sabemos en qué consiste mandar obedeciendo y
preguntar en el camino. En nuestros propios lugares recuperamos sentido de
proporción y capacidad real de decisión y acción. Aquí contamos de verdad, cada
una y cada uno.
Ante la hipocresía de mala calidad que arriba
ofrecen, nos preparamos para el día 2, encabezados por los jóvenes. Tanto
quienes se resistan a votar, por las razones que sean, como quienes acudan a
las urnas, convencidos de que a pesar de todo será posible resistir la imposición
o al menos documentarla, debemos aprestarnos a la acción. Tomaremos en nuestras
manos la declaratoria de emergencia que allá arriba no se atreverán a asumir.
Usaremos autonomía y libertad para realizar pacíficamente los cambios que hacen
falta, obligando al capitán a obedecernos.
El camino es largo y lleno de dificultades.
Abundan falsos atajos y anuncios falsos que conducen al abismo. Pero tiene
también el goce del andar liviano. Empacamos así las vagas tierras prometidas
en un presente de transformación, porque la esperanza no es la convicción de
que las cosas ocurrirán de una manera determinada, sino la convicción de que
algo tiene sentido, independientemente de lo que pase. La dignidad no alimenta
tristeza o frustración, porque nace de la paradoja: la indignación
autocontenida y festiva, la ebullición serena.
Cuando la hipocresía comienza a ser de muy
mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad.
Bertold Brecht.
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