Detenciones cuestionadas y fracaso sexenal
EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
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Según puede verse, el gazapo cometido por la
Secretaría de Marina el pasado viernes, cuando capturó en Zapopan, Jalisco, a
Félix Beltrán León y Kevin Daniel Beltrán Ríos, y presentó al primero como
Jesús Alfredo Guzmán Salazar, hijo del líder del cártel de Sinaloa
Joaquín El Chapo Guzmán, podría tratarse de algo más que un simple
error, bochornoso y lamentable por donde se mire. Según declaraciones del
abogado defensor de los detenidos, éstos fueron interrogados –en las
instalaciones de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en
Delincuencia Organizada– por elementos de la agencia antidrogas de Estados
Unidos (DEA), quienes les ofrecieron dejarlos libres después de las elecciones
a cambio de que reconocieran ser familiares del narcotraficante sinaloense y
los presionaron para inculpar a las personas que nosotros te digamos.
De ser ciertas, tales acusaciones no sólo
revelarían las irregularidades cometidas al amparo de la política de seguridad
del gobierno federal y su inexcusable déficit en materia de inteligencia;
también pondrían en evidencia una abierta intromisión de autoridades
estadunidenses en tareas de procuración de justicia en nuestro país, una
lamentable abdicación del gobierno mexicano en esa materia y una impresentable
vocación de autoridades de ambos países por enturbiar los procesos y las
pesquisas judiciales en función de intereses políticos inconfesables.
Ayer, luego de que la Procuraduría General de
la República (PGR) se vio obligada a reconocer el dislate cometido por la
Marina, la dependencia determinó arraigar a los detenidos por 40 días con el
fin llevar a cabo las investigaciones correspondientes por portación ilegal de
armas de fuego y operaciones con recursos de procedencia ilícita. Pero, con
independencia de los resultados que arrojen tales pesquisas judiciales, las
condiciones irregulares que han privado en la detención de los inculpados
–según testimonio realizado por la esposa de Beltrán León a La Jornada–, la
atribución, intencional o no, de una identidad falsa a uno de ellos, y los
impresentables ofrecimientos supuestamente formulados por la DEA hacen que
pierdan credibilidad los otros elementos acusatorios esgrimidos por la PGR –el
supuesto hallazgo de armas de fuego, granadas, y miles de dólares en efectivo
en el lugar de la captura– y que la causa parezca, ante la opinión pública,
como viciada de origen.
La circunstancia obliga a recordar el elevado
porcentaje de supuestos delincuentes que, tras ser presentados con
espectacularidad ante los medios de comunicación, son declarados inocentes por
las autoridades judiciales, ya sea por el desaseo en la formulación de las
imputaciones, porque éstas se revelan falsas en el curso del proceso o por
corrupción o temor de jueces y magistrados. El triunfalismo de las cifras
oficiales en materia de detenciones y consignaciones resulta infundado cuando
se compara con la elevada proporción de inculpados –tres de cada cuatro– que
han sido liberados por falta de pruebas o por deficiencias de la fiscalía.
Por lo demás, el gobierno federal se hace un
flaco favor al responsabilizar a la agencia antidrogas estadunidense –la cual
habría dado a la Marina los datos necesarios para las detenciones– por la
identificación de Beltrán León como un hijo de El Chapo.Lejos de atenuar
la falta cometida por las autoridades mexicanas, tal intento de deslinde la
multiplica, pues exhibe a unas corporaciones de seguridad y de defensa
nacionales actuando a ciegas, confiadas en datos filtrados por agencias
extranjeras y sin capacidad o voluntad para corroborarlos por medio de sus
propios aparatos de inteligencia.
El corolario insoslayable de las referidas
detenciones y presentaciones es desolador: más allá del presumible oportunismo
político-electoral en el empeño por presentar el operativo en Zapopan
como un golpe mayor a la estructura criminal delcártel de Sinaloa, el
hecho da cuenta de que la estrategia oficial de combate a la delincuencia se
encuentra, a pocos meses del fin de esta administración, en una circunstancia
idéntica a cuando se inició: sin rumbo; que ha sido el vehículo para una
intromisión abierta de autoridades extranjeras en el país, y que se ha
convertido, en suma, en el gran fracaso del sexenio.
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