La VI Cumbre de las Américas fue un acontecimiento singular por el tono de la reunión y los temas que se incorporaron en su agenda. Esta vez no hubo concesiones para evitar los problemas que enfrentan a diversos países latinoamericanos y a Estados Unidos. El hecho fue muy bien expresado por el presidente Santos, de Colombia –líder sobresaliente de este encuentro–, en su discurso de clausura, cuando señaló: “El diálogo implica hablar de los temas en los que coincidimos, pero también de aquellos donde hay posiciones distantes”. En otras palabras, fue una cumbre en la que se reafirmó la posibilidad de sentarse con Estados Unidos, pero también el derecho a disentir.
Eran varios los temas en los que había divergencias: la presencia de Cuba, las Malvinas y la urgencia de encontrar alternativas a la línea seguida en la lucha contra el narcotráfico. Esto último es, sin duda, el asunto de mayor interés para México, por el altísimo precio que se ha pagado por la estrategia que ha seguido el presidente Calderón.
La demanda para enfrentar de otra manera la lucha contra el narcotráfico no es nueva. Uno de sus elementos centrales, la despenalización de las drogas, en particular en el caso de la mariguana, ha sido propuesta desde hace años por conocidos intelectuales y, más recientemente, por los expresidentes Fernando Henrique Cardoso, de Brasil; Cesar Gaviria, de Colombia, y Ernesto Zedillo, de México. A niveles internos, la demanda más conocida para cambiar de estrategia la enarbola el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado por Javier Sicilia.
Lo nuevo en Cartagena fue la posición asumida desde las esferas oficiales por líderes cercanos a Estados Unidos, como el presidente de Guatemala, el presidente de Colombia o la presidenta de Costa Rica. Ha sido el primero quien más se ha empeñado en discutir la despenalización al convocar a la Conferencia Nuevas Rutas contra el Narcotráfico, celebrada el 24 de marzo en Antigua, Guatemala.
Fueron muy contundentes las declaraciones de la presidenta de Costa Rica a la revista Tiempo, de Colombia, al decir: “Para Costa Rica no es la guerra contra las drogas, porque no tenemos ejército y no estamos dispuestos a que nos enganchen a ese convoy de destrucción, de militarismo, de gasto exorbitante…”.
Como era de esperarse, la demanda de buscar alternativas a la actual manera de combatir el narcotráfico no fue unánime. El presidente Obama, en plena campaña electoral, se apresuró a deslindarse de cualquier alusión a la despenalización o de revisiones críticas de la línea que desde la época del presidente Nixon impone Estados Unidos. No obstante, llama la atención el anuncio, a pocos días de terminada la cumbre, de un giro sustancial en la política estadunidense de combate a las drogas que llama a privilegiar la prevención y el tratamiento sobre la persecución penal.
Tomando en cuenta la fuerza con que se expresó la necesidad de buscar nuevos enfoques, el comunicado final de la reunión de Cartagena fue muy escueto, y la propuesta de acción inmediata poco trascendente. En efecto, se decidió “implementar una entidad coordinadora para armonizar las estrategias y acciones de los Estados americanos contra la delincuencia organizada transnacional”; la entidad coordinadora será la OEA.
Es fácil prever que el organismo regional, debilitado por su poca eficiencia para incidir sobre situaciones críticas ocurridas en América Latina en los últimos tiempos, pondrá los escenarios para redactar documentos muy diluidos para obtener consenso y lo suficientemente generales para que el “esquema hemisférico” no vaya mucho más allá de compilaciones de datos.
El presidente Calderón, quien desde luego no formó parte de aquellos interesados en enjuiciar las estrategias actuales, se apresuró sin embargo en ofrecer a México como sede de la reunión de la OEA este mismo año, donde se conocerán los primeros resultados del esfuerzo para construir el mencionado esquema.
En realidad, corresponde a quien resulte triunfador en las elecciones del mes de julio tomar las riendas, pronunciarse por un cambio y formular ante el problema del narcotráfico una estrategia más eficiente y de menor costo en vidas humanas que la existente. Semejante tarea no es fácil ni puede ser de corto plazo.
Desde el ámbito internacional, la tarea comienza por delimitar los ámbitos específicos donde es más urgente la cooperación entre países de tránsito y destino que, en este caso, se ubican desde Panamá hasta Estados Unidos. Hay mucho por hacer con los países centroamericanos, y mucho por revisar en los acuerdos que se han establecido con el país del norte. ¿Se mantendrá la línea fijada en la Iniciativa Mérida?
Hasta ahora, los candidatos y las plataformas electorales de los partidos no dicen mucho. Se mantienen en las promesas generales, como es regresar al Ejército a sus cuarteles, o en señalar las características que debería tener una policía nacional; se necesita mucho más. Los nuevos enfoques requieren ser muy selectivos en los objetivos que se propongan; distinguir muy bien los que se refieren a problemas de salud, educación, seguridad ciudadana o administración de justicia; identificar las metas de corto y largo plazos; determinar cómo se realizarán el diálogo y los acuerdos con los países vecinos.
La cumbre de Cartagena fue una importante llamada de atención que arraiga la convicción sobre lo errado de las estrategias seguidas hasta ahora. La lucha contra el narcotráfico requiere de nuevos diagnósticos y nuevas propuestas. Construir un acuerdo nacional, regional e internacional en torno a ellos es un reto fundamental y, al mismo tiempo, uno de los más difíciles que se avecinan.
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