Alharaca neoliberal
Luis Linares
Zapata
La nacionalización de la filial argentina
de Repsol (YPF) ha desatado una diseminada, aunque tronante, alharaca entre los
más conspicuos proponentes del libre mercado. Las admoniciones, acompañadas por
las consabidas amenazas, no se han hecho esperar. El espantajo de las
inversiones que huirán hasta de toda Latinoamérica (Rajoy) se agitó sin mesura.
La confianza en el gobierno de la viuda de Kirchner y el clima de los negocios
se verían, desde esta perspectiva reaccionaria, sumamente afectados. La lista
de vocingleros respetadosque han entrado al combate virtual es
considerable: el Banco Mundial, la OCDE y la Organización Mundial de Comercio
(OMC) salieron de inmediato a la palestra. La misma Unión Europea selecciona
sus instrumentos de castigo y los blande con aparente energía apuntándolos
hacia su proveedor argentino. La administración de Obama, en un principio
cautelosa, no resistió la tentación preventiva y lanzó tenue pronunciamiento de
condena.
El trabuco alarmado y
resentido por el golpe expropiador ha sido, a pesar de la intensidad, un tanto
timorato en el lenguaje empleado para condenar a los que juzgan de
transgresores. El señor Calderón, en cambio, perdió los muy escasos estribos de
contención que a duras penas le quedan. Agredió directamente a la presidenta de
Argentina llamándola irracional, irresponsable y equivocada. La nacionalización
de la petrolera, al parecer, le tocó fibras ideológicas o hirió el fondo de
algunas querencias internas de su ser. El resultado fue la rienda suelta a sus
pulsiones reaccionarias y entreguistas que ya le habían brotado durante la
pasada reunión en Cartagena, Colombia. Al meterse de lleno en la disputa, que
debía mantenerse entre una trasnacional basada en España y la administración
Argentina, Calderón compromete y, sin duda desdora, la política exterior
nacional. En la exposición de sus sentimientos, que no razones, se descubre la
mezcla de intereses entre el panista encumbrado y la petrolera Repsol. Una
relación que viene de lejos y que abarca contratos y prebendas de miles de
millones de dólares atados desde los tiempos del señor Mouriño, su fallecido hombre
de íntima confianza que tanto extraña.
Hasta el presente día
sólo se ha visto afectado el biodiésel que España importa de productores
argentinos. Lo demás, incluidos los exabruptos del señor Calderón al
proclamarse accionista afectado, ha permanecido en el aire. Las causales
expuestas por doña Cristina fueron impecables: recobrar la soberanía
energética. Repsol estaba desinvirtiendo de manera acelerada y forzaba al país
a importar fuertes cantidades de gas y petróleo (9 mmdd en 2011). El fondo del conflicto,
empero, parece apuntar al descubrimiento de los enormes depósitos de gas no
convencional que se hicieron en un lugar del sur argentino conocido como Vaca
Muerta. Este reciente hallazgo, según expertos, es el tercero en magnitud en el
mundo. Y eso bien puede ser el meollo de las pretensiones energéticas
argentinas. Lo cierto es que será, de aquí en adelante, una palanca para la
creación de riqueza y tecnología bajo su control. Una situación parecida llevó
al presidente Lula a reclamar para Brasil el dominio de los también enormes
depósitos de hidrocarburos situados en su plataforma marina continental.
La creación de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) obedeció a toda una visión nacionalista
de avanzada. La empresa data de 1922 y su gestor influyó en varias naciones
para que siguieran el ejemplo: Bolivia primero y México después fueron algunas
de ellas. El petróleo, hay que repetirlo hasta el cansancio porque muchos
ambiciosos librecambistas no lo entienden, es un recurso vital para fincar
sobre él pretensiones libertarias y soberanas. No es algo simple e inerte que
pueda, como otros muchos productos, comprarse y venderse de manera indiferente.
En todos los países productores queda asociado con su identidad, con sus afanes
de progreso, con sus posibilidades de independencia. El dominio sobre su
proceso forma un entramado que cimienta economías completas y empuja la
investigación tecnológica concomitante. El despliegue de sus interrelaciones se
extiende por innumerables ramas de actividad, dependientes unas, alentadas
otras y favorecidas las demás.
Los vientos que corren
por el subcontinente son bastante diferentes a los dominantes en México. Allá,
varios estados nacionales están buscando y han diseñado, respuestas novedosas,
de propia inventiva, a sus variados problemas. Y los que se desplazan por
Argentina ya apuntan, con claridad, en una dirección progresista. El paquete
estructural que engrosa la señora Fernández es amplio y complejo. Se inició con
la salida del FMI a raíz del conflicto por el servicio de su deuda externa y
que, al renegociarlo atendiendo a sus necesidades, les permitió aprovechar la
presente época de bonanza. Siguió con el cambio a la legislación del banco
central para que se ocupara del crecimiento y no sólo de controlar la inflación.
Un punto neurálgico fue la retoma de los fondos pensionarios, que habían sido
privatizados, para volverlos a manejar desde el Estado de manera solidaria.
Ahora da este paso interventor de gran calado en medio de un envolvente externo
poco favorable a decisiones de corte nacional.
El señor Calderón, en
cambio, está a punto de abandonar la oficina que ostenta y que, desde un
inicio, fue cuestionada con sólida evidencia de fraude. Sus ya frecuentes
arranques de un fundamentalismo de mercado arrecian en la medida que el tiempo
de estrellato se le agota. Tal parece que pretende seguir los pasos de Ernesto
Zedillo para refugiarse en el extranjero, y como él, recibir el agradecimiento
de los centros neurálgicos del poder, a quienes empolló localmente y cuyo discurso
liberal pregona, con ahínco inquebrantable, por todos los confines del orbe que
quieran oírle. Al incidir sobre el proceso electoral de una manera constante,
grosera, a Calderón le ha valido la sanción del IFE por violentar la
Constitución. A la candidata de su partido la ha maniatado y la fuerza a caer
en errores continuos con tal de salvaguardar sus propias obsesiones
autoritarias y guerreras. Sus impulsos continuistas apegados al manual
neoliberal lo llevarán a raspar, aún más, su ya bien ganado desprestigio.
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