Política y estrategia
Bernardo Bátiz V.
Con motivo del acto soberano del gobierno
de Argentina por el cual este país latinoamericano, encabezado por su
presidenta Cristina Fernández, recuperó el manejo de su petróleo de manos de
empresas extranjeras, tal como Lázaro Cárdenas hizo en México en 1938, se
volvió a poner el tema en el tapete de la discusión nacional, especialmente
debido a la imprudente intervención de Felipe Calderón.
Dijo en forma descortés
que fue irracional lo que hizo su colega de Argentina y que a la larga las
consecuencias para la economía latinoamericana y mundial serán negativas; por
supuesto, tal juicio es erróneo: para la economía de Argentina sin duda será
una palanca de desarrollo, como lo fue para la de México durante años; sólo
deberán cuidar que no se aprovechen sindicatos y funcionarios saqueadores y
voraces.
El apresuramiento de
Felipe Calderón por defender el neoliberalismo y el sistema colonial que se
pretende restaurar para América Latina le hizo olvidar tanto principios de su
propio partido, Acción Nacional, como preceptos torales de la Constitución
mexicana.
En primer lugar se le
borró de la memoria que en los principios de doctrina de su partido se dice, en
el capítulo Nación, que el desarrollo interno de México, su verdadera
independencia y su colaboración eficaz en la comunidad internacional, dependen
de la conservación de la personalidad de nuestra nación como pueblo
iberoamericano. En la doctrina y en la práctica del partido, tal como la
recuerdo, se sostuvo siempre que nuestra liga natural era con América Latina y
que la identificación y solidaridad con los estados de esta zona geográfica
deben privilegiarse respecto de otras cercanías o, peor aún, dependencias de
estados que no sólo nos son distantes, sino hostiles.
En el caso de Argentina,
lo congruente y lógico debió haber sido apoyar la decisión soberana y no
sumarse al coro de críticas que privilegian a la empresa privada sobre el bien
común nacional.
El otro olvido es más
grave. Cuando atropelladamente juró como presidente de México, Calderón
protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución; casi desde el inicio de su
gobierno y con el exabrupto de este momento, ha demostrado o bien su
desconocimiento o, peor aún, su desprecio a preceptos de nuestra Carta Magna.
Los artículos 25 y 28
constitucionales señalan que en áreas estratégicas de la economía no hay
posibilidad de otorgar ni concesiones ni permisos, ni siquiera compartir
actividades con otras entidades que no sean las del Estado mexicano.
Está claro en la Constitución
que las funciones que el Estado ejerce en materia de energéticos son
exclusivas, es decir, que en ellas no se permite alguna injerencia extraña, ni
siquiera los tramposos contratos que se han firmado recientemente con
petroleras trasnacionales, ya que los hidrocarburos y la electricidad son
propiedad del Estado y deben estar bajo su control.
No se trata en estos
casos de áreas de la economía definidas como prioritarias, sobre las cuales el
Estado sólo tiene la rectoría, sino de las estratégicas, en las que no puede
haber ni concesiones ni coparticipación con empresas privadas.
Para mayor claridad,
menciono textualmente lo que dice la Constitución mexicana en el artículo 25,
párrafo cuarto:
El sector público tendrá
a su cargo, de manera exclusiva, las áreas estratégicas que se señalan en el
artículo 28, párrafo cuarto de la Constitución, manteniendo siempre el gobierno
federal la propiedad y el control sobre los organismos que en su caso se
establezcan.
El concepto estrategia
se origina en la ciencia militar; un punto estratégico es el que da una ventaja
frente al enemigo en una batalla o en una guerra; trasladado al campo de la
economía y de la política, que es como lo emplea el constituyente, un área
estratégica es aquella que da al Estado mexicano una posición que le permite
competir con alguna ventaja en el complejo mundo moderno de las relaciones
internacionales. Tanto en la guerra como en la política y la economía, ceder
una posición estratégica significa o una tontería o un acto de traición; los
puntos estratégicos se defienden, se fortalecen, se atienden con todos los
recursos que se requieran, pero nunca se abren ni se entregan al enemigo o al
competidor.
Es increíble que un
presidente latinoamericano no se solidarice con otro gobierno latinoamericano
que precisamente en defensa de la economía de su pueblo toma una decisión
estratégica similar a la que para México fue vital; es increíble también que
los tres candidatos del sistema, dos de ellos supuestamente de oposición, hagan
coro a la opinión presidencial.
El señor Quadri,
candidato usado para la distracción de ciudadanos no bien informados, se
extralimitó, llegó a firmar que las refinerías no son negocio; algo similar han
dicho los tecnócratas. El despropósito es evidente: si no fueran negocio, ¿por
qué las defienden con tanta vehemencia las empresas trasnacionales y sus
paniaguados?
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