México SA
Carlos
Fernández-Vega
Economía y mediocridad
Desocupación estancada
La informalidad, a galope
Un año de discursos, doce meses de
insistencia sobre lo bien que marcha la economía y los excelentes
resultados que se observan, para que al final de cuentas la tasa oficial
de desocupación abierta prácticamente no reportará movimiento alguno. Lo que sí
creció fue la población económicamente activa, de tal suerte que si en números
relativos tal indicador permaneció estático de marzo de 2011 a igual mes de
2012 (4.61 y 4.62 por ciento, en cada caso), en número absolutos México tiene
hoy más desocupados que en el tercer mes de 2011.
Es tal la mediocridad
económica y gubernamental que vive el país, que de plano algunos ven con
entusiasmo que la citada tasa de desocupación no reporte alteraciones en
un año, lo que quiere decir, según ellos, que si bien no hemos mejorado,
tampoco hemos empeorado, y eso cuenta (viva la pequeñez). Sin embargo,
esos optimistas parecen olvidar que tal indicador se mantiene por
encima de la cota registrada antes del reconocimiento oficial de la crisis, en
octubre de 2008, y 30 por ciento por arriba con respecto a la reconocida al
inicio de la cacareadapresidencia del empleo.
Así, más de 2.3 millones
de mexicanos se mantienen sin ingreso, lo que para algunos es una buena
noticia, porque en 12 meses creció poquito el número de desocupados,
el 75 por ciento de los cuales (algo por demás espeluznante) cuentan con nivel
de instrucción media superior y superior. En el país no hay cupo laboral para
aquellos que concluyeron preparatoria y licenciatura, y los pocos que se llegan
a colocar lo hacen con salarios de hambre y en condiciones de precariedad
absoluta. Pero los optimistas celebran que si bien no hemos mejorado,
tampoco hemos empeorado, y eso cuenta.
Lo que sí crece, y a
paso veloz, es la informalidad, y en ella sobreviven, también oficialmente,
alrededor de 14 millones de paisanos, y contando, carentes de cualquier forma
de protección social. Si en un año la tasa oficial de desocupación no se
movió, la relativa a la ocupación informal se incrementó 0.61 por ciento, y el
número de sobrevivientes en este sector crece día a día. La medición que
realiza el Inegi no refleja la realidad laboral del país, porque sus
indicadores y encuestas no evalúan el desempleo, sino la desocupación. Por
ejemplo, si un mexicano o mexicana lanza fuego, vende chicles o limpia vidrios
en las esquinas, simplemente es considerado como ocupado, al igual que
otro que cuente con todas las prestaciones de ley. Entonces, si se restan los
trabajadores inscritos en el IMSS, el Issste u otra institución de seguridad
social, como el Issfam, los demás, en los hechos, son trabajadores informales,
y en este contexto estaría el 64 por ciento de la población económicamente
activa. Pero vamos bien y los resultados económicos son excelentes,
según reza la propaganda oficial.
Alrededor de 50 millones
de mexicanos conforman la población económicamente activa. De ese total, sólo
15.5 millones están registrados en el IMSS y cuentan con prestaciones de ley.
De ellos, 2.23 millones son eventuales. Otros 2.5 millones, aproximadamente,
tienen cobertura del Issste o conexas. Si se suman, representan el 36 por
ciento de la PEA. El resto, 64 por ciento (o si se prefiere dos de cada tres
mexicanos en edad y condición de laborar) está fuera de la jugada. A estas
alturas del sexenio, bajo la premisa de que lo encabeza el presidente del
empleo, el número de trabajadores inscritos en el IMSS debería rozar los 20
millones, pero la diferencia entre lo real y el discurso es fácilmente
localizable: está en la informalidad, el desempleo, el crimen organizado o en
el exilio económico.
En esos seis años la
demanda real de empleo en el sector formal de la economía se aproximó a 6
millones de plazas; independientemente de la decreciente calidad de los
empleos, en los hechos sólo se generaron 1.6 millones de puestos formales, lo
que equivale a que sólo uno de cada cuatro mexicanos logró colarse a la
formalidad durante la presidencia del empleo. ¿Dónde quedaron los otros
tres? Y la intención gubernamental, junto con la cúpula empresarial –por medio
de la reforma laboral-, es dejar a todo el universo laboral fuera de
la jugada y obligar a que la gente se rasque con sus propias uñas, cada vez en
peores condiciones socioeconómicas.
Oficialmente, hasta
marzo pasado el 28.76 por ciento de la población en edad y condición de laborar
se ocupaba en el sector informal, de acuerdo con el Inegi. Pero no queda allí
el cada día más caliente ambiente laboral. El propio organismo da cuenta de
otros indicadores. No precisamente gratos. Así, la tasa de ocupación parcial y
desocupación llegó a 10.95 por ciento (este indicador considera a la población
desocupada y la ocupada que trabajó menos de 15 horas a la semana, no
importando si estos ocupados con menos de 15 horas que se añaden se hayan
comportado o no como buscadores de empleo), y la tasa de presión general fue de
8.61 por ciento (incluye a desocupados, ocupados que buscan empleo, por lo que
da una medida global de la competencia por plazas de trabajo conformada no sólo
por los que quieren trabajar sino por los que teniendo un empleo quieren
cambiarlo o también los que buscan otro más para tener un segundo trabajo).
Dos indicadores
adicionales: en el último año, la tasa de trabajo asalariado (que representa a
la población que percibe de la unidad económica para la que trabaja un sueldo,
salario o jornal, por las actividades realizadas) se redujo de 62.74 a 61.66
por ciento respecto de la población ocupada; y la tasa de condiciones críticas
de ocupación se redujo de 12.01 a 11.70 por ciento (este es un indicador de
condiciones inadecuadas de empleo desde el punto de vista del tiempo de
trabajo, los ingresos o una combinación insatisfactoria de ambos, que resulta
particularmente sensible en las áreas rurales del país e incluye a las personas
que se encuentran trabajando menos de 35 horas a la semana por razones ajenas a
sus decisiones, más las que trabajan más de 35 horas semanales con ingresos
mensuales inferiores al salario mínimo y las que laboran más de 48 horas
semanales ganando hasta dos salarios mínimos).
Pero, dicen, si
bien no hemos mejorado, tampoco hemos empeorado, y eso cuenta.
Las rebanadas del pastel
¿Qué le pasó al Fondo Monetario
Internacional? Quién sabe, pero de criticar severamente la medida, ahora
reconoce que la decisión del gobierno argentino de nacionalizar YPF es soberana.
Y de remate Cristina Fernández de Kirchner mandó mensaje: yo no soy la
presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de los 40 millones de
argentinos. Igualito que en México.
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