Astillero
Trife 2006
Criterios reincidentes
Corderón gana reflectores
Oaxaca y sus camarillas
El calderonismo se hizo ayer de la presidencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (impropia pero generalizadamente conocido como Trife) y demostró que tiene allí el número suficiente de votos para favorecer sus intereses en caso de conflictos graves e incluso reconstituir los criterios de complicidad con el poder en turno que en 2006 avalaron el fraude felipista, como sucedió específicamente con el ahora máximo directivo del mencionado Trife, el magistrado Alejandro Luna Ramos, hermano de la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Margarita, y del presidente del séptimo tribunal colegiado en materia penal del primer circuito, Carlos Hugo, todos ellos insistentemente mencionados como beneficiarios de cabildeos y promociones provenientes del círculo blanco y azul.
Luna Ramos Alejandro releva a María del Carmen Alanís, quien de manera destacada combinó falta de cuidado con las formas mínimas a que obliga el decoro judicial (por ejemplo, la famosa cena en su casa con enviados del peñanietismo cuando estaba por resolverse uno de los litigios contra el gobernador del estado de México que suele infringir la legalidad electoral con reincidencia fundada en la compra de impunidad), benefició de manera abierta a anteriores socios suyos en consultorías electorales, despilfarró con sentido selectivo el generoso presupuesto disponible y manoseó políticamente procesos y resoluciones, unas veces cargada al interés de Los Pinos mediante relaciones personales con Margarita Zavala y en otras ocasiones enfilada a servir al priísmo en sus dos versiones dominantes, la de Manlio Fabio Beltrones y la de Enrique Peña Nieto.
Alanís desacreditó al Trife de una manera aplicada y sistemática, de tal manera que le pareció natural buscar un segundo periodo que consolidara sus logros. A última hora y de manera rápida, cinco de los siete magistrados del citado tribunal prefirieron a Luna Ramos Alejandro, con lo que feneció la era de Alanís, quien votó por sí misma aduciendo una extraña interpretación de apoyo al feminismo que la llevaría a sufragar por la única mujer participante en la contienda, que por mera coincidencia era ella. De los cinco votos constitutivos del nuevo poder electoral federal, uno correspondió al propio Luna Ramos (quien no esgrimió ninguna excusa de género), uno al priísmo que no tenía opción viable, otro al magistrado instalado por el chuchismo perredista, y los restantes dos a personajes susceptibles de influencia proveniente del calderonismo.
Cierto es que era difícil encontrar a un relevo exento de polémica y de acusaciones grupales en el cuadro disponible para nombrar a quien presidirá el Trife en el tramo que incluirá la complicada elección presidencial del año entrante. Todos los magistrados, como en el caso de los consejeros del IFE, provienen de un proceso de mercantilismo político que se reparte los puestos disponibles para que los así designados defiendan sus intereses en los órganos correspondientes. Así que quien hubiera quedado en lugar de la presidenta Alanís habría tenido un tufo partidista que generaría críticas e inconformidades. Pero en el caso del decano Luna Ramos se añadió a ese perfil negativo el hecho de que él es el único de los magistrados actuales que participó en el proceso de aprobación del fraude electoral de 2006.
Es decir, el nuevo presidente del ente institucional que calificará los comicios del año próximo ya antes permitió que a pesar de las reconocidas intromisiones e infracciones de empresarios y el foxismo –entre otros rubros determinantemente distorsionadores del proceso presidencial–, se instalara en Los Pinos, por una ínfima diferencia oficial de votos, el beneficiario de ese proceso mayúsculo de daño a la legalidad electoral. Que nadie se sorprenda cuando ese presidente del Trife –impuesto ahora por el mismo poder deslegitimado al que él ayudó– actúe de la forma ya sabida. Que nadie espere de la composición de ese tribunal más que el cumplimiento de pagos a favores políticos en esa red de complicidades y saqueo.
Astillas
El precandidato Ernesto Cordero está dedicando buena parte de su tiempo libre a cumplir con tareas de protocolo de la Secretaría de Hacienda que cree le proveerán buenos ánimos votantes cuando deje la chambita ocasional en el gobierno y se dedique abiertamente a tareas de proselitismo. En ese mundo al revés en el que se va especializando el Héroe del Bienestar-6000, primero se organizó una intrascendente rueda de prensa para informar de presuntos planes y medidas frente a la crisis internacional que según su sonrosada visión no nos afectará gran cosa, y un día después, ayer, reunió a miembros del gabinete felipista relacionados con lo económico para tomar acuerdos sobre el espinoso tema. Es decir, las necesidades propagandísticas del precandidato Corderón le hacen primero comparecer mediáticamente, para ganar la nota, y luego ya ve lo que se deba detallar con los demás funcionarios: primero se fusila el tema, y después virigua... Gabino Cué ha decidido correr el riesgo de demostrar a sus gobernados que el responsable del gran desbarajuste operativo de Oaxaca se debe a él y no a sus subordinados. Había nombrado como secretaria general de Gobierno a Irma Piñeyro, quien había sido candidata a gobernadora por el Panal y se retiró a última hora para beneficiar a Cué. Pero, al mismo tiempo, dio cuerda e infló a otros personajes que ejercían porciones de poder por encima de la mencionada Piñeyro, quien renunció la noche de este martes, cansada de camarillas y peleas internas. En su lugar, Cué nombró a Jesús Martínez Álvarez, un priísta de larga carrera que en esa condición fue gobernador interino y que, peleado con José Murat, trazó un camino alterno mediante Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano. Si tampoco le funciona Martínez Álvarez a Cué, entonces éste quedará marcado como el único e insuperable causante del desorden político que se vive en aquella entidad... ¡hasta mañana!
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