jueves, agosto 18, 2011

Dos Méxicos: el oficial y el real : Jaime Ornelas Delgado


TENDAJÓN MIXTO
Dos Méxicos: el oficial y el real
Jaime Ornelas Delgado



Mientras los funcionarios panistas del gobierno de Felipe Calderón tienen su propio país –ese que dicen crece, genera empleos y acepta entusiasmado la violencia que mina el tejido social–, existe otro México, el real, aquel donde la economía no crece, la pobreza aumenta exponencialmente, no se crean nuevas fuentes de trabajo, cunde el desempleo y los jóvenes no encuentran opciones educativas –y un funcionario del país oficial les pide pensar en la informalidad y en el aprendizaje de algún oficio, cuando no el presidente los invita a incorporarse a los cuerpos represivos.

En el país real, si los ingresos del gobierno no alcanzan no se elevan los impuestos a los sectores de mayores ingresos sino que se reduce el gasto social; con esto, los últimos vestigios del Estado de bienestar y las conquistas logradas en materia de derechos sociales, se pierden en beneficio de las grandes empresas y los especuladores, a los que no se le toca ni con el pétalo de algún mísero impuesto, que deberían pagar y eluden con el peregrino argumento de incentivar la inversión que no llega, a menos que sea un negocio vinculado a los contratos con el gobierno que dejan elevadas utilidades.

Y si antes las denuncias sobre la evasión de impuestos o de los regímenes fiscales que sólo benefician a los dueños del capital, provenían de quienes aspiran a una sociedad justa y solidaria, ahora las cosas han llegado a tal extremo que la prevención proviene de los mismos beneficiarios, que han comenzado a ver en las desigualdades sociales los mayores riesgos a su poder. En efecto, Warren Buffett, quien es reconocido como el segundo hombre más rico de Estados Unidos, después de Bill Gates, a pedido de que el gobierno de Obama deje de “mimar a los súper ricos” y, pareciendo que tenía presente a México, escribió: “mientras la mayoría de los estadounidenses luchan por pagar sus cuentas, nosotros los mega ricos continuamos obteniendo extraordinarias exenciones fiscales”. Y no tuvo que ir muy lejos Buffett para encontrar un ejemplo de su afirmación: él mismo. Este personaje, confesó, el año pasado pagó en impuestos federales 6 millones 938 mil 744 dólares, y aunque eso parece ser mucho dinero, en verdad sólo fue 17.4 por ciento de sus ingresos gravables, mientras que todos los empleados en sus negocios tuvieron que pagar en impuestos, en promedio, 36 por ciento de sus ingresos. Si esta denuncia es alarmante, más lo es en México donde los patrones pagan infinitamente menos impuestos que en Estados Unidos.



Por eso los ciudadanos no solamente repudian a ciertos políticos, aquellos que mienten y traicionan sus propios principios, banalizan la vida política o han convertido al presupuesto en un botín y a los negocios privados con recursos públicos en un lucrativo –pero despreciable– modus vivendi; sino también a los empresarios que evaden impuestos, se benefician pagando bajos salarios o escatiman prestaciones y especulan con la crisis para aumentar su riqueza mientras crece la miseria de millones de mexicanos.
Hoy, bajo el neoliberalismo entendemos que las privatizaciones –impulsadas con el argumento de la obesidad del gobierno–, sólo han beneficiado a unos cuantos oligarcas y que la crisis no implica una reducción en las ganancias de los grandes monopolios sino reducciones en el gasto social, la destrucción de instituciones de bienestar y la desaparición de miles de puestos de trabajo.

México se encuentra, sin duda, en el umbral de las grandes decisiones mantener el camino del neoliberalismo, del cual el PAN y el PRI no ofrecen sino modalidades con matices que apenas permiten distinguir uno del otro, o recomponer el camino y comenzar a reconstruir el Estado nacional tan lesionado en estas últimas tres décadas.

El México real, representado en el movimiento social que cree, habrá de enfrentar en nombre de la democracia y la dignidad al México oficial de la autoritaria burocracia política, la de hoy y la de los 70 años de partido único.

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