Julián Andrade
Las extorsiones son el pan nuestro de cada día. Las mafias criminales las han establecido como uno de sus medios de ingreso.
No se trata de las llamadas telefónicas para exigir rescate por un familiar secuestrado, las que por regla general son falsas, sino de la venta de protección pura y dura.
Los blancos de estos grupos son los empresarios y más aún los que tienen negocios donde se manejan cantidades importantes de efectivo.
Las notas periodísticas sobre restaurantes, bares y centros nocturnos incendiados son constantes, sobre todo en el Norte del país.
Los criminales exigen cuotas semanales para brindar “protección” a los establecimientos. Quien se niega a recibir el servicio paga las consecuencias.
Muchos negocios han cerrado para evitar la extorsión. No hay otra forma porque las policías o no hacen nada o están coludidas con los maleantes.
Esta práctica ocurre porque la ausencia de la autoridad lo permite. Los ciudadanos no tienen muchas salidas cuando caen en las redes de los extorsionadores, que por regla general son una rama más de los cárteles del narcotráfico.
En realidad se trata de una especie de impuesto para poder trabajar, el que también tiene recompensas, ya que los criminales se ocupan de que exista un cierto grado de seguridad frente a otros grupos igualmente peligrosos, claro, si se pagan las cuotas de modo puntual.
Lo que ocurrió en el Casino Royale de la ciudad de Monterrey, donde murieron 52 personas en un incendio provocado, pudo ser una extorsión que se salió de control.
Los criminales pasaron todos los límites, porque hace un tiempo que no hay límites y la impunidad es la regla general ante cualquier atrocidad.
Más allá de las consecuencias, y coincidiendo en que es el atentado criminal más grande de la historia reciente, no creo que el principal objetivo de los criminales haya sido el de matar civiles.
La clave de las extorsiones es que funcionen, ya que ahí es donde está el negocio. El incendio de los locales es la señal de lo que puede ocurrir a otros que no cooperen, pero no es la regla general, porque entonces no habría ganancias.
Más bien habría que estudiar, y con seriedad, para advertir con claridad qué no está funcionando y porqué los grupos criminales están en posición de exigir dinero a los empresarios, buenos o malos, sin que las autoridades, de todos los niveles, hagan algo al respecto y en una de las ciudades más importantes del país.
Más vale entender la lógica de este tipo de crímenes y trabajar para que no vuelvan a ocurrir.
En las policías locales, estatales y federales saben bien quiénes, por sus actividades, pueden ser objeto de extorsión.
La condena para quienes asesinaron a 52 compatriotas es unánime, pero no va a ser suficiente, porque lo que pasó en Monterrey el jueves ocurre todos los días en otros lugares, aunque sin la notoriedad ni las consecuencias de ese hecho macabro.
julian.andrade@razon.com.mx
Twitter: @jandradej
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