John Saxe-Fernández
La instauración de un estado de excepción” global con la guerra preventiva y el uso y abuso de la carta policial-militar desde el 11/9 para sostener el manejo clasista de la crisis y frenar el deterioro hegemónico de Estados Unidos representa el riesgo mayor a la paz mundial. Desde finales de 2001, la guerra y las “operaciones especiales” de Estados Unidos se extienden a las regiones y naciones con recursos estratégicos vitales, Oriente Medio, Venezuela, Brasil, México, Canadá.
Y mientras el Pentágono contempla riesgosos planes contra Irán y China, se intensifica la guerra de clase, la represión y el intervencionismo por la aplicación de un recetario recesivo ante la crisis de acumulación en centro y periferia.
En Estados Unidos, por vez primera desde los años 30, no crece el empleo: en los 60 creció a 31 por ciento y la siguiente década bajó a 27 por ciento. Esa leve caída, el aumento de 60 por cientoen los precios del crudo (1979) y el timing de la crisis de los rehenes en Irán que llevó a la renuncia del secretario de estado Cyrus Vance, la primera ocurrida en 65 años, (Jomeini retuvo los rehenes hasta el último día del gobierno de Carter), llevaron a la presidencia a Reagan en 1981. Superó a su antecesor y llevó el gasto militar a niveles descomunales, en especial el rubro anti-balístico y aeroespacial.
Al recurrir al mercado de capitales y al déficit provocó fuertes aumentos en las tasas de interés, con devastadores efectos en América Latina: la debacle deudora de 1982 y el sometimiento a la condicionalidad cruzada FMI-Banco Mundial, instauran el “neoliberalismo”. Esa fue la primera de las crisis que desde entonces abaten al régimen de acumulación de la valorización financiera (ver Leda M. Paulani (http://rrpe.sagepub.com) manifestándose en estallidos de burbujas especulativas de creciente intensidad y extensión.
Los cabildos e intereses detrás de Reagan y sucesores lograron la desregulación financiera, reducir impuestos a ricos y empresas, elevar la retórica librecambista y la praxis privatizadora a dogma sagrado junto al “estado de guerra”, con recortes al gasto social y medioambiental. La mezcla de la narrativa del free market con un keynesianismo militar se sustentó en un enorme paquete de billonarios contratos plagados de sobrecostos, corrupción. Eran subsidios a las grandes firmas. Esas fueron las bases para el armagedón económico-militar en curso: Reagan profundizó la militarización a costa del medio ambiente y la eficiencia energética. Propició la quema de combustibles fósiles y mientras perpetraba una gran carnicería en Centroamérica, el FMI y el BM inflingían severos programas de ajuste estructural a los pueblos latinoamericanos, incluidas la austeridad recesiva y la desregulación de los flujos de capital, mientras en Estados Unidos el déficit se elevó sin descanso y el Pentágono, el mayor consumidor de crudo del mundo, ante el agotamiento de la reserva petrolera de Estados Unidos, (llegó al techo en 1970), lanzó un ofensiva bajo el lema: “don’t conserve, we’ll go out and get it for you”. Las grandes petroleras agradecieron la continuación e intensificación en el uso de instrumentos de Estado (militares o de espionaje) para acceder al crudo localizado en México y Canadá, pero siempre con la mira en el Oriente Medio, sede de 60 por ciento del crudo mundial.
Con el régimen de acumulación en crisis y las burbujas proliferando, se desata una dinámica de retroalimentación prevista por Hyman Minsky, al revisar la coexistencia del estancamiento que aflige al capital monopólico y la hipertrofia financiera (por las decrecientes oportunidades para la apropiación de excedentes en el aparato productivo).
La disputa por los recursos naturales, agudiza la crisis con efectos “sistémicos”. Su manejo clasista genera altos riesgos bélicos, ambientales y enormes subsidios a los dueños y managers de estructuras financieras cada vez más frágiles. Recurren al Homeland Security, para sostener lo insostenible: seguir privatizando las ganancias y socializando los riesgos.
http://jsaxef.blogspot.com
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