JOSÉ GIL OLMOS
El caudillismo es uno de los fenómenos políticos y sociales más fuertes e importantes que han tenido México y la mayoría de los países de América Latina.
A lo largo del tiempo la figura de un hombre fuerte, capaz de promover grandes cambios, como la independencia o la revolución, ha sido fundamental para las sociedades latinoamericanas, pero lo que en algún momento fue decisivo para el cambio hoy se ha convertido en un obstáculo para la mayoría de estos países que, hasta ahora, continúan dependiendo de la presencia paternalista de esta figura.
Hoy este tema vuelve a ser punto de discusión pero tergiversado por algunos medios y columnistas que pretenden crear una polémica con un falso debate sobre quién tiene el derecho de encabezar el movimiento de las miles de víctimas caídas en la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón.
Pero lo que quizá no habría que perder de vista es que en el fondo de este falso debate está la intención de minar la fuerza que el Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad ha cobrado en apenas cinco meses, lapso en el que ha logrado dar un rostro y hacer visibles a los más 50 mil muertos que ha cobrado esta guerra absurda, así como a cerca de 10 mil desaparecidos que a principios de este año sólo eran parte de una suma aritmética de “daños colaterales” y ahora los tienen que reconocer, tanto Felipe Calderón como todos los partidos políticos que integran el Congreso de la Unión.
Dice el viejo dicho: “Divide y vencerás” y, al parecer, eso podría pasar si el movimiento que encabeza el poeta Javier Sicilia entra en ese falso debate de saber quién tiene el derecho a encabezar el incipiente movimiento de víctimas que algunos medios están creando y poniendo en la “pelea” a figuras como Alejandro Martí, Isabel Miranda de Wallace, María Elena Morera y a Julián Le Barón.
Habría que observar que este pretendido debate mediático se está originando, precisamente, en los días previos al reinicio del diálogo del Movimiento de Paz con los poderes Legislativo y Ejecutivo, así como al encuentro que tendrán con los ministros del Poder Judicial y con la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago). Es decir, que no es casual el golpeteo que hay en cierto sector de la opinión pública en contra del movimiento de víctimas de la guerra contra el narcotráfico.
Desde que empezó el Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia y el grupo que lo acompaña invitaron a Martí, a Morera, a Miranda Wallace y a Eduardo Gallo, quienes se han destacado por sus luchas individuales por mejorar la seguridad ciudadana. La idea era juntar fuerzas, pero en los encuentros que tuvieron cada quien pretendió imponer su propia agenda y posicionar su propia visión, sus banderas o sus propios intereses. Lo mismo ocurrió con otros grupos sociales.
Por ejemplo, hubo propuestas para que los primeros integrantes del movimiento se reunieran en privado con Genaro García Luna, otros también propusieron impulsar la ley antisecuestro, incluso hubo algunos que pidieron reunirse, también en privado, con Felipe Calderón y con los líderes de los partidos.
Otras ofertas que se le hicieron a Javier Sicilia fue la de ocupar puestos o candidaturas políticas a quien ya veían como el “caudillo” del movimiento. Las otras propuestas o posiciones de agrupaciones ciudadanas era que no tuvieran ningún trato con el gobierno ni con los partidos políticos o gobernadores.
La respuesta del poeta y de los primeros integrantes del movimiento fue ir por el diálogo, realizar acciones de resistencia pacífica, rechazar todos los ofrecimientos de puestos o candidaturas políticas, y no tener encuentros secretos con gobernantes o jefes políticos. Es decir, no tener ningún vínculo político.
Sicilia dijo, además, que no pretendía ser el caudillo del movimiento, sino un líder moral que trabajaría por un tiempo y que llegado el momento regresaría a sus tareas de poeta y de escritor.
Sin embargo, el tiempo, las circunstancias y la propia inercia de la cultura política y del movimiento han llevado a Sicilia ser la figura representativa del grupo de víctimas que de diversas partes del país han acudido a participar con la esperanza de conseguir justicia para los suyos.
Muchos retos, traspiés y errores ha tenido el movimiento de paz desde que nació, a principios de abril en Cuernavaca, Morelos, pero quizá uno de los mayores desafíos es precisamente no caer en el caudillismo que tanto daño ha ocasionado a los movimientos sociales.
Otros desafíos son evitar las divisiones internas y las críticas intencionales que desde el principio se han vertido sobre sus acciones y sus integrantes.
Las víctimas de la violencia están a punto de ser víctimas nuevamente; ahora de la maledicencia de ciertos actores políticos que quieren llevar su lucha por justicia y la pacificación del país, a una falsa pelea de liderazgo, dejando a un lado el verdadero problema: la justicia con paz y dignidad.
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