Asesinos seriales
Mientras la OTAN da golpes de Estado con el aval mayoritario de la humanidad a la que se ha cancelado previamente la capacidad de asombro. Aterradoras son las cifras sobre el monstruoso aumento del crimen organizado, en todas sus vertientes, desde que Calderón llegara a usurpar “haiga sido como haiga sido” el puesto que no logró conquistar en las urnas. Ni los Sola pueden cuando el pueblo no quiere y en México el pueblo había elegido a otro para ser Presidente y hoy con AMLO otra historia, quién sabe cuál, pero queda claro que no la lamentable que con Calderón se escribe, para los mexicanos se escribiría.
Pero vaya que sirven los Sola, tan perversos, para lograr lo que la derecha ha hecho con un país lleno de problemas, sí, pero con futuro hasta antes de la llegada del PAN al gobierno federal, primero con un charro que no se enteró que era presidente. Pero vaya que sirvió su paso para consolidar el intocado Cartel del Bajío, que maneja el redituable negocio de las anfetaminas en el centro de la república. Futuro hoy cancelado incluso a muy largo plazo y más valdría que nos pusiéramos las pilas para entenderlo, porque cada vez hay más datos de que la locura que aqueja a Calderón, sin duda lo lleva a pensar que con un Ejército y con la Marina debidamente desprestigiados y con paramilitares a modo manejados por el favorito del Palacio, puede cancelar la elección y ahí es donde para mí encaja la persecución al presidente del PRI e incluso puede ser que la balacera en el estadio de fútbol de Torreón haya sido provocada en ese sentido, como fue, sin duda, lo ocurrido en Morelia el mismo día.
Pero no quedan ahí los problemas de los mexicanos, desafortunadamente. El más aterrador quizá de todos, los que saltan a la vista, es la clara producción que se está propiciando de asesinos seriales con la guerra que Felipe Calderón encabeza.
Hace unos días nos azoramos conociendo, incluso vía sus propias declaraciones, la historia de un niño al que apodan “El Ponchis”. Pero ese niño no es un caso aislado. Ni México el primer país condenado al horror que significan los infantes entrenados como sicarios. Antes, los sufrieron en Nicaragua, El Salvador, Colombia... Aunque, claro, hay que decirlo, no a lo bestia como aquí ha sucedido, porque en ningún otro lugar de manera tan clara un enfermo mental había declarado una guerra para lograr una legitimación, imposible, incluso por sus propios nexos con lo que dice Calderón “que combate”.
Se hizo en Colombia, me dirán ustedes, y, sí, pero no con las condiciones de desamparo para los ciudadanos con las que, en México, se impuso, por un entreguista ante el imperio gringo, vasallo en el sentido del que reconoce la superioridad del que lo mantiene arrodillado, esclavo en el sentido de la persona dominada por una adicción o vicio. No se inventaron los mexicanos la conversión de los niños en sicarios. Pero a lo bestia se están entrenando a estos niños en varios estados de la República como asesinos seriales. Asesinos que en 20 ó 30 años seguirán operando.
Llega un narcomenudista de altos vuelos, de los que además manejan laboratorios que no ven ni eso que llamamos coloquialmente en México “policía”, ni la Marina, ni los Ejércitos, el nacional, regular, y el Estado Mayor Presidencial, que es un ejército paralelo al nacional. Llega “el narco”, que cuenta con el apoyo de la clase política en general, a una colonia pobre en cualquier municipio de cualquier estado de la república y empieza a cooptar a niños y niñas de diez u once años, con vidas desechas, padres alcohólicos, golpeados y sexualmente abusados. Infantes con rabia incontrolable contra el otro por la condena a sus propias condiciones de nacimiento y de vida. Y el traficante les da casa y les garantiza el fin a todo abuso a su persona. No vuelven a ser ni golpeados ni violadas las niñas. Se les inscribe en la escuela y se les vigila en el cumplimiento cada día a la tarea. Tienen casa, comida y cama. La adoración al salvador es para siempre e infinita. Luego de las clases y con las tareas hechas, cuando se hacen un poco mayores, 12, 13, 14 años, se les enseña todo sobre las armas, que como parte de la mano llega el momento en que las manejan. Se les convierte en vendedores de droga al menudeo luego de hacer la tarea y saben que si “la policía” o los militares o los marinos los “apañan” van a salir sin problema. Y llega el momento en que los llevan a la orgía que significa asesinar y siente por primera vez el subidón de adrenalina al que no van a poder renunciar nunca en la vida.
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