México secuestrado
24 de agosto de 2011
De todas las imágenes difundidas desde el sábado, me impresiona sobre todo la de la tribuna homogeneizada en un multicolor mosaico plano. Sin relieves. Con toda la gente metida entre las gradas y los asientos. Como si quisieran fundirse con el cemento. Así de grande el miedo a los balazos. El temor a la muerte. El pánico por lo que pueda ocurrir.
Fueron 20 mil los secuestrados en el estadio del Santos Laguna en Torreón por los disparos producto de la torpeza o la vileza, que para el caso es lo mismo. Menos mal que de milagro no se dio una tragedia de grandes proporciones de apachurrados como suele ocurrir en estos casos. También, por más de una hora, estuvieron secuestradas en las tiendas de un centro comercial en Morelia cientos de personas que disfrutaban el domingo hasta que un asalto a una joyería generó una enorme movilización de policías estatales y municipales y soldados del Ejército. La histeria se apoderó de la Plaza de las Américas y de cada uno de sus ocupantes. Y cómo olvidar el terror que secuestró a los niños del Kínder de Monterrey hace no mucho; todos con las caras al suelo escuchando los cantos de la maestra milagrosa.
Pero ésos son solamente algunos ejemplos de los millones de mexicanos que hoy viven secuestrados por su propio miedo o por el horror de allá afuera. O cómo le vamos a llamar a las ciudades que se afantasman apenas al caer la noche. Como ocurre en Juárez con un toque de queda que mantiene a muchos en sus casas por el terror enfermizo que produce la calle. Como en Acapulco, que hasta hace poco era sinónimo de insomnio y ahora encierra y secuestra a sus paseantes que se limitan a los hoteles y a dormirse temprano. Y qué decir de Tamaulipas: con una violencia de escalofrío en Reynosa, donde más vale ni salir una vez que oscurece; el quebradero de negocios en Matamoros, donde la gente se habla por el celular para informarse de la balacera más próxima como si de embotellamientos de tránsito se tratase; o de Nuevo Laredo donde el miedo a la violencia y los muertos de cada día ya les secuestró su feria tradicional que por primera vez en 50 años dejará de festejarse debido a los niveles de violencia que hay en la entidad.
Por eso, y según los resultados de una encuesta elaborada por nuestra Universidad Nacional Autónoma de México, siete de cada diez personas tiene la percepción de que la violencia y la delincuencia se han generalizado y están peor cada vez; los encuestados también están convencidos de que la justicia en México no funciona por la corrupción, la impunidad y la presencia de intereses extra-legales.
Además de los efectos directos de la guerra federal contra el crimen organizado, la criminalidad se ha disparado en todos los delitos según las propias cifras oficiales compiladas por México Evalúa; el secuestro creció 188% de 2007 a 2010, al pasar de 438 a mil 262 denuncias; el robo de automóviles se incrementó 123% y el homicidio creció en 96%.
Día a día, quienes hacemos noticieros enfrentamos la náusea de un recorrido obligado por el mapa de la violencia cada vez más extenso y ya no limitado a ciertos estados y regiones del país como la propaganda oficial —que insiste en que se va ganando la guerra— nos quiere hacer creer.
Un recuento de las noticias que difundimos ayer es apenas una muestra: el presidente Calderón hace un llamado a la unidad tras los hechos violentos registrados en Torreón y Morelia; el líder del Senado, Manlio Fabio Beltrones, urge a no permitir que el crimen organizado secuestre los espacios públicos; en este 2011 se han registrado 222 feminicidios en Chihuahua, algunos de los cuales podrían estar relacionados con el crimen organizado; en Monterrey un grupo de hombres armados abre fuego contra un auto, mata a dos jóvenes y deja heridos a otros dos; en Zacatecas, una balacera entre sicarios y militares deja ocho muertos; en Veracruz, cuatro muertos y tres heridos luego de que desconocidos balearon una casa; el niño Osvaldo Zamora —al que una granada dejó sin brazo y pierna en Puebla— fue trasladado, al fin, al Hospital Central Militar.
Es por eso que el pánico en el estadio es sólo el espejo del estremecimiento en México.
Para Alejandro Soberón y Rafael Herrerías con abrazos fraternos y solidarios.
ddn_rocha@hotmail.com@RicardoRocha_MXFacebook: Ricardo Rocha- Detrás de la Noticia
Periodista
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