¡Basta!
Gustavo Esteva
Terminó el viernes el ciclo inicial del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Liberado ahora de la carga que imponía el frustrante encuentro/desencuentro con los poderes constituidos, cansado ya de pedir peras al olmo, puede quizás sumarse al movimiento que empezó el 17 de septiembre en Wall Street y así dar más profundidad a su creativa indignación.
El 7 de octubre Naomi Klein dijo a los manifestantes, ahí en la plaza: “Mientras en la televisión los expertos se preguntan, perplejos, por qué protestan, en el mundo entero la gente se pregunta: ¿por qué tardaron tanto? Nos preguntábamos si algún día iban a aparecer. Bienvenidos”. Y agregó: “Tratemos a este bello movimiento como lo más importante del mundo. Porque lo es. Realmente lo es”.
Parecen darle la razón los indignados de un millar de ciudades que lo replicaron el 15 de octubre en todo el mundo y los entusiastas que ven en él señas de la esperada revolución mundial en el corazón simbólico de la bestia. Pero muchos, que comparten el entusiasmo, no quieren anticipar vísperas. El filósofo esloveno Slavoj Zizek, por ejemplo, les advirtió: “Me atemoriza pensar que un día de éstos nos vayamos a casa y luego nos reunamos una vez al año, frente a una cerveza, para recordar nostálgicamente el buen rato que pasamos aquí. Prometámonos que no será así”. Zizek pensaba acaso en la nostalgia de los hippies de los años sesenta, que se reúnen de vez en cuando a recordar lo que pudo ser y no fue, aquel sueño de cambiar el mundo que finalmente se convirtió en otra forma de entrar en él. ¿Pasará lo mismo con los de Wall Street?
Zizek subrayó que el movimiento daba visibilidad a la falta de libertad e inventaba un lenguaje apropiado para hablar de ella. Y dijo otras frases memorables:
“El matrimonio entre la democracia y el capitalismo ha terminado.”
“Nos dicen que somos soñadores. Los verdaderos soñadores son aquellos que piensan que las cosas seguirán siendo como son indefinidamente. No somos soñadores. Somos los que estamos despertando de un sueño convertido en pesadilla.”
“No estamos destruyendo nada, sino siendo testigos de cómo el sistema se destruye a sí mismo.”
Se ha criticado insistentemente la falta de demandas del movimiento. Recojo aquí algunas reacciones de diversos manifestantes anónimos ante esta crítica:
“No, el movimiento no tiene demandas. Si las haces estás pidiendo que la gente en el poder y las instituciones hagan las cosas de otra manera. No queremos presentar demandas porque para nosotros el problema está en las propias instituciones.”
“No, este movimiento no es para pedir algo en particular, sino para exigir que el 99% sea escuchado.”
“Presentar demandas sería no haber entendido de qué se trata. No es que haya alguna manera específica de arreglar el problema. El punto es que necesitamos unirnos y avanzar juntos en un proceso de cambio.”
“Más que presentar propuestas de política, la ocupación de Wall Street recuerda cómo debería ser la democracia: una discusión entre personas que buscan consenso, no una colección de urnas.”
“No estamos desorganizados. Lo que pasa es que hay muchos problemas. ¿Sabemos ya cómo resolverlos? No, desde luego; todavía no. Pero tampoco lo saben el presidente, el Congreso, las corporaciones y todos los poderes constituidos.”
Es esto lo que examinan Hardt y Negri. Reconocen que el movimiento da voz a una extendida sensación de injusticia económica: “Ha hecho evidente que la indignación contra la codicia de las corporaciones y la desigualdad económica es real y profunda”. Pero según ellos es, sobre todo, una protesta contra la falta de representación o su fracaso. “No se trata simplemente de que éste o aquel político o éste o aquel partido sean ineficaces o corruptos… sino de que el sistema representativo mismo es inadecuado. Este movimiento de protesta puede, y acaso debe, transformarse en un genuino proceso democrático constituyente.” Como el de Sicilia.
Hace unos días quienes permanecen en la plaza hicieron una recapitulación: “El 17 de septiembre personas de muchas partes del país y del mundo vinimos a protestar por las escandalosas injusticias de nuestra época, perpetuadas por las elites económicas y políticas. Nos levantamos ese día contra la privación de nuestros derechos políticos y la injusticia social y económica. Hablamos, resistimos y ocupamos con éxito Wall Street. Permanecemos orgullosamente aquí, en la Plaza de la Libertad, y nos constituimos como entes políticos autónomos empeñados en una desobediencia civil no violenta y en la construcción de solidaridad basada en el respeto mutuo, la aceptación y el amor. Desde este territorio reconquistado decimos a todos los estadunidenses y al mundo: ¡Basta!”
gustavoesteva@gmail.com
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