sábado, octubre 22, 2011

Migrantes, buen negocio : Guillermo Fabela Quiñones

Migrantes, buen negocio 
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes



Desde luego, el fenómeno migratorio no se puede frenar por decreto, ni tampoco negar esta realidad mediante legislaciones xenofóbicas, represivas y mucho menos violatorias de los derechos humanos, como afirmó Felipe Calderón al inaugurar el foro Migración Internacional Segura. Se trata de un efecto más, de los muchos que ha dejado la política económica depredadora y deshumanizada, impuesta al mundo desde hace más de tres décadas. No es que antes no existiera, sino que a partir de entonces adquirió un perfil acorde con el salvajismo que caracteriza a la estrategia neoliberal. Ahora es un importante “negocio” más de bandas delictivas, las cuales están amparadas por delincuentes de “cuello blanco”.
Tiene razón esta vez el inquilino de Los Pinos al decir que “no nos vengan a decir que estas rutas de control de tráfico de drogas, personas, armas y de dinero se acaban en el Río Bravo. Yo creo que ahí empieza lo verdaderamente rentable”. En efecto, si de por sí es barata la mano de obra de trabajadores indocumentados, endureciendo Estados Unidos aún más su política migratoria, como lo ha hecho en los últimos diez años, el resultado es que ha convertido en viles esclavos a quienes logran cruzar la frontera en busca de una oportunidad para sobrevivir, siempre con la amenaza de una inminente deportación.


Con todo, la raíz del problema migratorio está en los países expulsores de mano de obra, entre los que destaca México a nivel mundial, particularmente a partir de que se acabó con el campo y se incrementó el desempleo con el cierre masivo de pequeñas y medianas empresas, en el sexenio de Carlos Salinas y en los subsecuentes, en un proceso inacabable con el pretexto de la modernización del aparato productivo, que en realidad ha servido únicamente para apuntalar la monopolización en áreas muy importantes, como los servicios. Vicente Fox hasta llegó a considerar a los braceros como algo necesario para impulsar la economía, pero sin negociar con el gobierno estadounidense un programa migratorio benéfico para los trabajadores y sus familias, con lo que los únicos beneficiados siguieron siendo los empleadores gringos.
Ahora no hallan cómo parar el fenómeno migratorio, pues por más estrategias que se ponen en marcha y más millones de dólares que se gastan con ese propósito, el flujo de migrantes indocumentados sigue irrefrenable, aunque también el programa de deportaciones masivas, violatorias de los derechos humanos. Esta realidad se ha complicado enormemente, con la presencia de bandas delictivas que se aprovechan de la oportunidad del desbarajuste en la franja fronteriza, que al parecer así conviene mantenerlo a círculos de poder estadounidenses, pues se presta para presionar aún más a nuestro país, como se advierte por las declaraciones de funcionarios de todos los niveles, cuyo común denominador es la violación a la soberanía mexicana.
Es preocupante tal realidad, por las implicaciones de todo tipo que tiene. A este respecto, son ilustrativas las palabras del general retirado Barry McCafrfrey, ex director de la Oficina Nacional sobre Política de Drogas de la Casa Blanca. Advirtió el jueves que “si quien gane (las elecciones del 2012) viene y acomoda a estos criminales de las drogas diciendo que este es un problema de los gringos, eso sería un desastre para el Estado de derecho y el futuro de México”. Es obvia la amenaza y el señalamiento de que lo único importante para ellos es que se mantenga la “guerra” contra el narcotráfico, no que se corrijan las causas estructurales del flagelo, pues ello significaría reducir las posibilidades de mantener un mercado con precios en ascenso y, lo peor, se reduciría la venta y tráfico de armas, así como el clima de inseguridad en la frontera.
Sin embargo, con ánimo de no verse tan beligerante, consideró necesario que Estados Unidos amplíe el respaldo a nuestro país más allá del frente armado. Cabría señalar que el principal apoyo que necesitamos tiene que ver con el respeto a nuestra soberanía, que nos vieran como socios, tal como es la relación de Estados Unidos con Canadá, no como vecinos molestos a quienes deben soportar porque les conviene. Claro que mientras la elite mexicana y sus representantes en el gobierno actúen sin una pizca de patriotismo, la clase política estadounidense no tiene porqué modificar su actitud.
La coyuntura se presta para obligar a un cambio favorable a México. No se trata de pelearse con los estadounidenses, sino de actuar con apego a las normas del derecho internacional. Más que una Iniciativa Mérida y todo lo que subyace detrás, lo que se requiere es cooperación bilateral mutuamente provechosa, de modo que la economía mexicana rompa las ataduras que significan el nulo crecimiento desde hace casi treinta años. Sólo así será factible enfrentar las causas estructurales de la emigración y los estadounidenses podrían evitarse el gasto de miles de millones de dólares en cuidar su frontera Sur. Pero esto es una utopía, pues lo importante para los delincuentes de “cuello blanco” son los negocios colaterales de la migración.
(gmofavela2010@hotmail.com)

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