domingo, octubre 30, 2011

Michoacán, laboratorio del espurio : Julio Pimentel Ramírez



Michoacán, laboratorio del espurio
Julio Pimentel Ramírez

No se exagera cuando se dice que Michoacán es uno de los principales laboratorios de Felipe Calderón. Ahí, en la entidad de que es oriundo, en su vano afán de obtener la legitimación que carece de origen y siguiendo instrucciones del gobierno de Washington, dio inicio en diciembre de 2006 a la “guerra” contra algunos de los cárteles del narcotráfico, cuyos brutales y negativos costos no pueden medirse solamente con las más de 50 mil ejecuciones, 10 mil desaparecidos y 230 mil desplazados sino que deben incluir el terrible daño al tejido social y a varias instituciones del Estado, degradadas hasta la ignominia.
Ahora, con todo el poder del Estado usurpado, en el campo electoral y con la vista puesta en el 2012, Calderón Hinojosa ensaya en Michoacán la estrategia para imponer, “haiga de ser como haiga de ser”, a su candidato preferido al solio de Ocampo, en este caso su hermana Luisa María cuyo nombre de batalla es “Cocoa”.
Ambos aspectos, el de la estrategia de seguridad con énfasis en el uso de las armas y el proyecto electoral de continuidad y/o asegurar un cambio de estafeta que le brinde impunidad se complementan y retroalimentan, tal como se puede constatar en los comicios michoacanos.
Michoacán es una palpable muestra de los resultados de los operativos de seguridad, con amplia participación de policías federales y militares, en los que lejos de recuperarse la tranquilidad perdida las cosas involucionan de tal manera que la violencia alcanza niveles de paroxismo y la población vive en un ambiente de miedo y desesperación.


A casi cinco años del operativo Michoacán Seguro no solamente la paz es una utopía sino que se padece un fenómeno que se replica en cada vez más regiones de la República, en el que el narcotráfico y el crimen organizado contaminan a policías, autoridades civiles y en general a la actividad política.
Es conocida la información que da cuenta que por presiones de la delincuencia han renunciado candidatos de todas las fuerzas políticas y que en ciertos municipios será muy complicada no solamente las instalaciones de casillas el 13 de noviembre sino que los electores acudan libremente y con seguridad a depositar su voto en las urnas.
Lo que se ignora es cuántos de los aspirantes a ocupar un cargo de elección popular cedieron a la intimidación, al brutal asedio, o en su defecto a las tentaciones que oferta un negocio ilegal y multimillonario. Esa duda es difícil de despejar.
Pero los riesgos de una elección empañada por la sangre e infectada por el narco es solamente uno de los aspectos que caracterizan a los comicios de Michoacán (la violencia de estos últimos días es una especie de corolario que busca demostrar que el actual gobierno estatal perredista –y por extensión el aspirante de los mismos colores- es incapaz de brindar seguridad a la población). Durante largo tiempo se trabajó el proyecto de imponer a la hermana de Calderón en el gobierno michoacano, para ello se utilizan recursos federales y se recurre a la experiencia acumulada durante la fraudulenta elección federal del 2006.
Al lado de la estrategia de poner al servicio de Luisa María Calderón a las delegaciones de las dependencias federales en la entidad, destaca el uso de las encuestas electorales, mandadas a hacer a modo, como una herramienta electoral cuyos efectos manipuladores son multiplicados a través de los medios de comunicación.
En el complejo panorama de Michoacán nos encontramos que el fenómeno nacional de desgaste del PAN propiciado por su fracaso en todos los órdenes de la realidad, que trata de ser contrarrestado con los nada despreciables recursos que brinda el poder del Estado, corre en paralelo al deterioro del perredismo y su expresión michoacana, el cardenismo, que tras de gobernar dos periodos ve cómo sus posibilidades de mantener el gobierno estatal se estrechan aunque confía en un último impulso de su militancia.
El tercer factor de la ecuación electoral michoacana, que forma parte importante del mosaico nacional cuyas fuerzas políticas, si bien aún se encuentran en proceso de reacomodo y definición, se preparan ya para la disputa por la nación del próximo año, la representa el PRI que acumula fuerza y recurre a la experiencia y mañas atesoradas en largas décadas de ejercer el poder de manera autoritaria.
En medio de un ambiente plagado de rojos nubarrones de violencia, la moneda está en el aire y a dos semanas de la jornada electoral la disputa por el gobierno del estado es cerrado entre las tres fuerzas, cualquiera puede obtener el triunfo, aunque los michoacanos tienen el reto de no equivocarse y con ello fortalecer la posición de quien desde el gobierno federal ha inundado de sangre al país o a quienes preparan su retorno para recetarnos más de lo mismo.

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