Hipocresía y alta corrupción, constantes en el PAN
Por Jorge Canto Alcocer
La reciente difusión de las denuncias contra Fernando Canales Clariond, exgobernador de Nuevo León y exsecretario de Economía y de Energía en el trágico sexenio foxista, ha vuelto a poner en los medios la inagotable cauda de corrupción, latrocinio, fraude y robo descarado que han caracterizado de tiempo atrás a los gobiernos emanados del PAN.
Mucho sabemos los yucatecos al respecto, sobre todo después del paso de Patricio Patrón Laviada por el gobierno del Estado y de la futbolera tribu de César Bojórquez por el Ayuntamiento meridano. Lo único bueno que hicieron esos señores fue haber enlodado a tal punto al partido de la derecha que los yucatecos todos terminamos por repudiarlos y enviarlos muy lejos de las arcas gubernamentales.
Los hechos de los Canales –robo de combustible a PEMEX en beneficio de su empresa privada- ponen esos actos en un contexto nacional. Corrupción, defraudación, tráfico de influencias e impunidad que encontramos en todos los lares nacionales y en todos los niveles del gobierno, desde los ayuntamientos más pobres hasta el propio gobierno federal.
Ahora que las denuncias se han hecho públicas entendemos claramente la hipócrita actuación de Fernando Canales Stelzer, hijo del develado “ordeñador” de combustible, contra el Alcalde de Monterrey, la cual de ninguna manera podemos entender como una súbita e inesperada toma de conciencia frente a los hechos delictivos, sino como una vil cortina de humo ante las sinvergüenzadas de su padre.
La actual debacle económica y moral de Nuevo León no se gestó en unos pocos años, y aunque mucha responsabilidad existe en una administración tan lamentable como la de Rodrigo Medina, así como en la del también priísta González Parás, es indudable que el cáncer se remonta a la del panista, cuyo desorden administrativo y altísima corrupción motivaron el inmediato desplome del panismo a nivel estatal. Hoy los neoleoneses han visto desaparecer décadas de esfuerzo y crecimiento, y son rehenes de una criminalidad desbocada, impune y coludida con quienes los debieran combatir. La parálisis económica, la migración, el desempleo, la drogadicción, la miseria, en fin, la degradación social son los pavorosos resultados.
Durante décadas los panistas denunciaron con razón la corrupción gubernamental. Hoy en el gobierno, sus prácticas han superado con mucho las de sus antecesores. La expansión de la problemática social, fruto de muy diversos orígenes, ha catapultado los efectos de estas prácticas delincuenciales y las han terminado en convertir en una auténtica criminalidad.
Tanto daño como lo ha hecho la estúpida “guerra” lo ha provocado la alta corrupción panista. Además de la sangría económica, su institucionalización ha exacerbado la degradación social que estamos viviendo. No todo está perdido, y como lo demostramos los yucatecos, podemos enviarlos al estercolero del que salieron. La cita es el próximo primero de julio.
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