De encuestas, compra de votos y otras
atrocidades
Javier Jiménez Espriú
Hermoso gesto de profunda ética periodística podría
llamarse al de Ciro Gómez Leyva al reconocer que hubo un error en las encuestas
que Milenio estuvo presentando diariamente, durante más de 100 días
sobre la ventaja de 18 puntos más o menos de Enrique Peña Nieto sobre Andrés
Manuel López Obrador, en la carrera por la Presidencia de México.
Y digo podría llamarse, porque en realidad no
se trata de un acto de contrición, de un sincero mea culpa, sino, una vez
más, de otra falta de ética, de una nueva falsa declaración.
No se trató de un error de Milenio-GEA/ISA,
sino de un horror. La encuesta planteada no falló, sino todo lo contrario.
Logró el efecto que desde un principio buscaba: inducir a la gente que no
analiza o considera de buena fe la información con que nos manipulan
los medios de comunicación en general. Una maquinación que califica sin ambages
la catadura de Ciro Gómez Leyva y la calidad profesional de GEA/ISA y de Milenio.
Ya luego se acepta humildemente el error, que al fin y al cabo palo
dado ni Dios lo quita y a ellos quién les quita lo cobrado.
Ese fue el principio del madruguete –repetido
en diversos medios– que remató a la manera clásica, con un pase de pecho a
la Zedillo, Felipe Calderón Hinojosa, el autor de la frase y los hechos del “haiga sido
como haiga sido” y que desde ahora ha sido sentenciado por el
presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, quien,
antes de conocer impugnación alguna, declara que no se gana en la mesa lo
que no se ganó en las urnas –¿para que existen entonces en la ley las
impugnaciones?–, aunque le faltó agregar el “haiga sido como haiga sido”.
Qué daño hace a la democracia la tesis del
futbol en la que un equipo gana aunque haya cometido penales múltiples, si al
árbitro no se le da la gana reconocerlos, sabedor de que sus decisiones, por
más que estén apartadas de la justicia, son inapelables.
Compra de votos –que es además un
inescrupuloso atentado a la dignidad de la persona que lo acepta, abusando de
su precariedad–, monederos electrónicos, coacciones políticas, amenazas
laborales, despilfarro insultante con evidente violación a los topes legales y
una larga serie de etcéteras; todo es válido cuando se va tras el botín que
puede representar el poder público, que ya habrá tiempo de reponerse de los
gastos y para cumplir con los compromisos adquiridos. Y no me refiero a los que
se firman demagógicamente ante notario, sino a los que se pactan en lo
oscurito y se pagan incluso con la entrega del patrimonio de la nación,
como la entrega de Petróleos Mexicanos que Peña Nieto ha ofrecido sin el menor
ápice de patriotismo.
Quienes han desplegado este conjunto de
acciones inaceptables son quienes ofrecen un mejor México para todos. Hay
que aceptar, sin embargo, que Peña Nieto no se atrevió nunca a hablar de
honestidad en sus discursos y su conocido historial no permitirá que nadie se
dé por engañado a la hora de las tropelías.
Pensamos, quienes acompañamos al licenciado
López Obrador en esta campaña y lo reiteramos en todos los foros, que era importante
asumir legítimamente el poder para combatir y acabar con la corrupción. Nos
engañamos al suponer que era factible lograr el poder, ante el imperio de la
corrupción.
Seguiremos en la lucha, porque ningún
mexicano bien nacido debe abandonar al país a su mala suerte.
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