Bajo protesta (Si nos unió el amor, que nos
una el espanto)
Armando Bartra
Al prácticamente concluir el cómputo de la
elección presidencial, la ven- taja de Enrique Peña Nieto sobre Andrés Manuel
López Obrador es de más de seis puntos. La diferencia es de más de 3 millones
de votos, casi imposible revertir aun corrigiendo las numerosas irregularidades
ocurridas el día de la elección y en el recuento, que al parecer fueron menores
que hace seis años. La perversión del proceso fue mayúscula, ofensiva, obscena,
sólo que ocurrió sobre todo durante la campaña y aun antes. Hoy lo central no es,
como en 2006, contar bien los votos, sino determinar si por sus evidentes
distorsiones e inequidades es necesario anular la elección.
De momento, lo que anuncian el IFE, el
Presidente y casi todos los medios es que de nuevo se impuso la derecha, que de
nuevo se impuso la inequidad, la manipulación mediática, el chantaje político,
el condicionamiento de los recursos públicos, la compra de votos, el acarreo. Y
se impuso, también, el miedo de quienes piensan que es mejor malo por conocido
y la desvergüenza de quienes le van al PRI porque roba, pero embarra.
A todas luces esta fue una elección
fraudulenta. Y lo fue mucho antes del día de los comicios, desde el momento en
que los poderes fácticos decidieron que Peña Nieto sería el próximo presidente
y las televisoras empezaron a construirlo con millonarios contratos de por
medio. Lo fue desde que los gobernadores del PRI se reunieron con Peña Nieto en
la casa de gobierno del estado de México y se pusieron de acuerdo en canalizar
sus clientelas y los recursos públicos que manejan a la elección de su
candidato. Lo fue desde que se emplearon millones y millones de pesos en
tarjetas de débito de Monex, o telefónicas, para inducir el voto. Lo fue desde
que se movilizaron cientos de camiones con baratijas destinadas a comprar
conciencias. Lo fue desde el momento en que Peña Nieto rebasó por cientos de
millones el tope de gastos de campaña. El candidato que de arranque hace
trampa, ilegitima anticipadamente su eventual triunfo. Y en este sentido, la
presunta mayoría de Peña Nieto es ilegítima, independientemente de los muchos o
pocos vicios de la jornada comicial. Cierto, no hay votantes de segunda, y
quienes lo hicieron por el PRI merecen respeto, pero también es verdad que
millones de los sufragios por Peña Nieto, comprados o inducidos a la mala, son
votos chatarra.
Que de haber ganado en las urnas hubiéramos
aceptado la elección y, en cambio, la calificamos de tramposa cuando el
resultado no nos favorece. ¡Claro! Aquí, como en el futbol, opera la ley de la
ventaja: si pese a que te clavaron los tacos, te jalaron la camiseta y te
patearon la espinilla metes gol, la jugada vale, pero si, por el contrario, las
trapacerías benefician al que las cometió, la jugada se anula. Y esta vez las
marrullerías beneficiaron al marrullero, de modo que hay que anular la jugada.
El pasado 2 de julio, cuando López Obrador
anunciaba que impugnaría los comicios, decenas de miles de jóvenes convocados
por las redes sociales estaban en la calle repudiando la imposición y
desconociendo la elección. Porque esta vez la imposición agravia a López
Obrador, al Frente Progresista y a Morena, pero también al movimiento
#YoSoy132, que durante semanas desenmascaró el carácter fraudulento del
proceso. Y ofende igualmente a los millones de mexicanos sin partido que se
identifican con la izquierda, a los millones de mexicanos críticos que se
sienten representados por los jóvenes y a los millones de mexicanos honestos
que, independientemente de cuál fuera su candidato, hubieran querido que ganara
o perdiera en elecciones limpias, lo que no ocurrió porque la delincuencia
organizada pervirtió los comicios. Y no me refiero al narco, sino a
las bandas de delin- cuentes electorales que enlodaron todo el proceso.
El fraude de 2012 no es sólo contra López
Obrador y sus seguidores, es un fraude a la nación representada por su juventud
estudiosa. ¿Cómo van a explicar a los universitarios apenas debutantes en la
lucha social que así son las cosas; que hay que comer sapos, que en política
gana el que gana aunque sea un frankenstein de televisa, aunque no
haya leído un libro, aunque le enseñe a su hija a despreciar a los proles,
aunque tenga las manos manchadas de sangre…
2. De momento, hay que procesar el duelo,
porque nos han matado una ilusión y en las próximas semanas se irán definiendo
colectivamente las acciones necesarias para enfrentar la situación presente.
Pero algo me queda claro: de aquí en adelante habremos de vivir bajo protesta.
En los próximos meses y años deberemos estar en resistencia permanente. Para
los que estamos hechos a la mala vida no es novedad. Pero los debutantes y los
muchos que pensaron que –ahora sí– tomábamos el cielo por asalto, tendrán que hacerse
a la idea de que Morena vive y la lucha sigue, de que 132 vive y la lucha sigue
y sigue y sigue…
Al prácticamente concluir el cómputo de la
elección presidencial, el priísta Enrique Peña Nieto aventaja a Andrés Manuel
López Obrador con más de 3 millones de votos. Imagen del pasado día primeroFoto
Carlos Ramos Mamahua
Lo bueno es que aquí nadie está solo. En los
últimos años hemos ido construyendo una gran fuerza colectiva, un movimiento
nacional con más de 4 millones de adherentes. Hombres y mujeres que antes no
nos conocíamos y hoy nos miramos a los ojos, nos sonreímos y nos abrazamos,
pues somos parte de un nuevo proyecto de país, militantes de una ilusión,
impulsores de una utopía posible.
Para muchos, los años recientes han sido de
alegría. Años llenos de camaradería, de marchas y de mítines multitudinarios,
de asambleas entusiastas, de acalorados debates… Años de un activismo fraterno
y entrañable que nos llevó a encontrarnos con el México oculto, con el México
soterrado de los millones y millones de inconformes, de insumisos, de rebeldes
que en este país vivimos. No dejemos que nos quiten esta alegría.
La alegría de estar juntos y trabajando por
una causa justa y generosa. Pase lo que pase en las próximas horas, el domingo
nos vemos de nuevo en el parque de la colonia Postal; junto a los pollos asados
en el camellón de Plutarco Elías Calles; con el Morenaje en la Plaza Roja de la
UAM; presentando un libro en las islas de Ciudad Universitaria a coro con Paco
Taibo y sus huestes de Brigada para Leer en Libertad; en el Deportivo de San
Andrés con mis vecinos; en el Kaltaixpetaniloyan de Cuetzalan, con los
cooperativistas nahuas y totonacos de la Tosepan; en la Casa que el Movimiento
tiene en Saltillo, Coahuila; en las entrañables oficinas de Morena, en Córdoba
esquina con San Luis.
Nos pueden arrebatar la elección, pero la
alegría ¿cuándo? A la hora en que ellos frunzan el ceño preocupados porque ya
les cayeron en la maroma, nosotros nos reiremos en su cara.
Pero para esto necesitamos conservar la
organización, necesitamos conservar al Morena y al 132. Y no será fácil, pues
se trata de movimientos construidos para la presente elección. Su potencial y
proyecto no se agotan en estos comicios, pero su estructura, prioridades y
dinámica están marcados por una fecha cabalística: el 1º de julio de 2012. Por
unos días o semanas lo central seguirá siendo el destino de estos malhadados
comicios, pero tarde o temprano habrá que cambiar de terreno. Volver al día a
día, a las luchas cotidianas de carácter local o sectorial. Y también a los
grandes desafíos nacionales, pues la posible continuidad de la derecha en el
poder es la continuidad del anti México, la continuidad de las políticas
contrarias al interés popular; la continuidad de los esfuerzos por sacar
adelante las llamadas reformas estructurales. Ya los paramos una vez, y
los seguiremos parando, pero para esto no hay que perder el vuelo que traemos y
hay que conservar y reencauzar la organización.
¿Que el Morena debe transformarse en partido?
Chance, pues los que hay y se dicen progresistas están desfondados, y para los
fines de la política institucional hace falta un verdadero partido de las
izquierdas. Pero lo más importante es que Morena siga siendo un movimiento: un
movimiento social y ciudadano, un movimiento plural e incluyente, un movimiento
de lucha y resistencia, una fuerza solidaria con todas las causas populares, un
espacio de reflexión y convivencia en el que quepan todos. Si se va a hacer un
nuevo partido, que se haga. Pero si quisieran convertir al Morena en un partido
tradicional, a la antigüita, y quitarle su carácter de movimiento, entonces
tendríamos que crear otro Morena. ¿Qué les parece ponerle Plataforma
Revolucionaria Independiente de Estudiantes, Trabajadores y Artistas? Ya sé que
suena mal, pero se lee Prieta. Y es que, como dicen, es hora de radicalizar el discurso.
***
En la de malas, una buena noticia: como todos
saben, ganamos de calle en el DF. Y yo me siento orgulloso de ser defeño. Antes
los del interior decían: Haz patria, mata un chilango, ya no lo dicen,
porque si todos los mexicanos fueran como los chilangos, desde hace dos
sexenios la derecha habría dejado de gobernar el país. Ahora se trata de hacer
de la capital un reducto progresista, en primer lugar garantizando que el
próximo gobierno siga una línea de izquierda y en segundo buscando que el ejemplo
de chilangolandia prenda en el resto del país.
PD: Si México no ha de seguir siendo furgón
de cola de América Latina, subcontinente donde por vía electoral avanzan los
gobiernos progresistas, es necesario que en nuestro país se unan las izquierdas
sin renunciar a sus diferencias. Que converjan el Morena y el 132; que los
gremios democráticos y los movimientos en resistencia estrechen sus lazos, que
confluyan La sexta y los posibilistas. No hay de otra. Lo diré parafraseando a
Jorge Luis Borges: Si no nos unió el amor, que nos una el espanto.
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