La vergüenza
JOSÉ GIL OLMOS
La vergüenza es una palabra que tiene más de 20 sinónimos en el diccionario, pero ninguno de ellos podría definir la calidad de esta elección que, para los priistas, resultó ejemplar y para millones de mexicanos y observadores internacionales una de las más sucias por la cantidad de irregularidades, abusos, anomalías y ilegalidades cometidas antes, durante y después del proceso electoral.
Cómo podría calificarse de ejemplar cuando hay pruebas de compra y coacción de votos por parte del PRI, mediante monederos electrónicos como el de Soriana, repartidos por millones en todo el país, lucrando con la pobreza de la gente que aceptó este negocio de voluntades a cambio de su voto.
Cómo podría llamarse íntegro a quien acepta vender su elección, su voto, por una tarjeta con dinero de origen oscuro y luego llevarse esa mercancía a su casa por la que cambiaron su voluntad.
Cómo se puede sostener la presunta modernidad democrática de un partido que repartió despensas y regala dinero en monederos electrónicos, para conseguir lo que no puede por convencimiento.
Cómo se puede consentir la actitud de un presidente de la República que sale sonriente a declarar triunfador a un candidato, cuando no ha concluido el proceso electoral.
Cómo se puede calificar la posición de un presidente de la República que festeja la derrota de su propio partido sin dejar, en su actitud, la sospecha de tener un pacto oculto con el PRI.
Cómo se puede calificar a un instituto electoral que se apresura a declarar vencedor a un candidato basado en encuestas, cuando aún no terminaba el proceso de recepción de votos.
Cómo se puede valorar a quienes encabezan ahora a una instancia como el IFE que costó vidas de luchadores sociales y que es supuestamente ciudadana, pero que no escucha el reclamo de la gente para que se limpie una elección que a todas luces esta manchada por la ilegalidad.
Cómo se puede aceptar que las autoridades electorales y judiciales sean omisas ante las pruebas claras que se presentaron desde el inicio del proceso y durante la jornada electoral de irregularidades cometidas por el PRI, como el uso de millones de pesos mediante una instancia bancaria Monex, que tiene antecedentes de lavado de dinero.
Cómo catalogar las declaraciones del magistrado presidente del Tribunal Electoral, Alejandro Luna Ramos, adelantando un juicio de que no permitirá que las pruebas de irregularidades puedan cambiar los resultados del proceso electoral, sin que deje la sospecha que sus palabras no son las de un juez sino las de un allegado al PRI.
Cómo se puede admitir un triunfo basado en la compra de votos, de encuestas y de una campaña millonaria que empezó hace cinco años en Televisa para hacer de Enrique Peña Nieto un producto que ahora imponen en la silla presidencial.
Cómo aceptar el papel de algunos medios encabezados por Televisa que manipularon los hechos, que administraron política y económicamente la información para denostar a los adversarios de su cliente o a los que no estaban de acuerdo con su candidato, como los jóvenes estudiantes que siguen en las calles exigiendo la democratización de los medios.
Cómo no criticar el trabajo de algunos articulistas, columnistas y conductores de noticieros como Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva, Ricardo Alemán, Joaquín López Dóriga, Carlos Loret, entre otros, que se dedicaron a denostar a todos aquellos que demandaron una elección limpia y justa.
Cómo se puede juzgar la actitud de empresas encuestadoras que se llenaron los bolsillos al prestarse para hacer de sus trabajos una estrategia de campaña echándole la culpa a los medios y partidos, lavándose las manos alegando un trabajo profesional y científico.
Cómo negar lo evidente, la imposición de un Presidente con base en una campaña millonaria que rebasó los topes establecidos por la ley, distorsionada por los medios, inequitativa y con autoridades en connivencia para legitimar un triunfo basado en violaciones a las normas legales y democráticas.
Cómo no hablar de vergüenza ante este cúmulo de acciones, actitudes, posiciones, actuaciones y decisiones de partidos, medios, autoridades, ciudadanos y del gobierno federal de aceptar una elección que está lejos de ser un ejemplo de transparencia legal y democrática.
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