Fraude a la democracia
Por: Jaime Ornelas Delgado
La jornada electoral del 1 de julio, fue el
broche de oro con el que cerró la telenovela producida por Televisa y TvAzteca
para llevar a Enrique Peña Nieto a la presidencia de la República. No sólo se
trató de las trampas, que fueron muchas y denunciadas debida y oportunamente;
sino de una vulgar estafa, de una elección igual a la de 2006 perfeccionada por
la experiencia adquirida por el poder y que volvió a dejar a millones de
ciudadanos en la más absoluta indefensión.
Por eso, el movimiento social no sólo
denuncia las métodos tradicionales empeñados en alterar la voluntad popular (el
carrusel, la compra de votos, la coacción, el manipuleo de los programas
sociales, las tarjetas para hacerla efectivas “después del triunfo” o la
facciosa injerencia de Felipe Calderón y muchos etcéteras más), sino que
también pone en evidencia la fraude a la democracia que sufrimos quienes hemos
mantenido, con el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, la lucha política
electoral para alcanzar el poder político. Sin embargo, lo sucedido a lo largo
de la campaña, como el gasto exorbitante, la parcialidad con que las
televisoras trataron a los candidatos, las encuestas manipuladas que deforman
la realidad hasta hacer creíble las más evidentes y grotescas mentiras, las
dolosas observaciones de los intelectuales orgánicos del poder económico y las
televisoras terminaron por cerrar los frágiles espacios que deja la democracia
representativa a la acción
ciudadana.
Es difícil saber si al actuar así quienes
encabezaron el “fraude democrático”, tienen conciencia de la responsabilidad
que adquieren al reducirle a la ciudadanía la posibilidad de lograr con los
votos el cambio de gobierno. Hoy, muchos mexicanos se preguntan ¿cuáles son las
otras vías, las otras posibilidades para lograr el cambio verdadero? Y cuidado,
porque lamentablemente las respuestas pueden conducir a caminos sinuosos que
suelen impedir la ampliación de la democracia o el saneamiento de la vida
política del país. Cancelar la vía democrática termina por abrir caminos
indeseables, cuyos riesgos son enormes.
Por eso tiene razón Andrés Manuel López
Obrador al insistir en acogerse a la legalidad existente para impugnar el
fraude en todo el proceso electoral, es decir, desde su inicio hasta la jornada
electoral y aún después.
Es ingenuo pensar que el fraude se cometió
sólo el 1 de julio. Se inició, incluso, varios años atrás cuando desde el poder
económico se eligió a un oscuro gobernador de la entidad más poblada del país,
sin mérito alguno para hablar de liderazgo nacional, como el futuro presidente
de México. Ahí comenzó a diseñase el producto que se vendió a un pueblo
desprevenido, asiduo a las telenovelas y a la consulta de todas las revistas
que publican las televisoras sobre la vida y milagros de las y los “artistas”
que trabajan también para esos medios; o ciudadanos que ritualmente se plantan
frente al televisor para “ver y oír” el futbol y sensibles a los productos
chatarra que entre gol y gol les ofrecen Televisa y Tv Azteca.
Hoy, a ese mismo teleauditorio, le están
diciendo que todo fue legal, democrático y ejemplar y que quien impugne “no
sabe perder”. Los medios parecen reclamarle a López Obrador que haya decidido
ajustarse a la legalidad sin seguir el ejemplo de Josefina Vázquez Mota, quien
sin resultados oficiales y sólo con las perniciosas encuestas de salida se
declaró vencida.
Para el movimiento social, las cosas no han
concluido y está llegando el momento de salir a la calle para denunciar el
fraudulento proceso electoral y salvar del naufragio los restos de una
democracia que ni el Partido Revolucionario Institucional ni el PAN han sabido
cuidar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario