Pobreza: fracaso y cambio de rumbo
EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
Un informe enviado por la Secretaría de Economía a la
Cámara de Diputados da cuenta del fracaso de las políticas oficiales en materia
de empleo para los sectores más depauperados del país: en los primeros tres
trimestres del año en curso, el Programa de Generación de Empleo en Zonas
Marginadas, a cargo de la referida dependencia, sólo pudo crear unas 500 plazas
laborales para los mexicanos en condición de muy alta y alta pobreza,
unos 17.8 millones, de acuerdo con cifras referidas en el mismo documento.
Así pues, y si la creación de puestos de trabajo en el
país ha acusado un déficit pronunciado para la población en general en el
actual sexenio, en el caso de las zonas de mayor rezago social esa generación
es prácticamente inexistente.
Dicho fracaso se complementa con el incremento del número
de mexicanos en situación de pobreza, que creció 8.7 por ciento entre 2008 y
2010, lo que equivale a 13 millones de personas. Con tales niveles de
depauperación, no resulta extraño que sean infructuosos los programas orientados
a promover la instalación y operación de centros productivos en
localidades marginadas del país: a fin de cuentas, en un entorno social en el
que imperan la pobreza, la miseria, la exclusión y la marginación, es
prácticamente imposible que florezca un mercado interno sobre el cual puedan
impulsarse la industria, el comercio y los servicios, por más subsidios,
créditos y deducciones fiscales que puedan otorgar las autoridades económicas.
Por otra parte, resulta inevitable cotejar este
crecimiento de las carencias sociales durante la administración actual con el
incremento de la violencia delictiva y la pérdida del control, por parte del
Estado, de regiones enteras. Durante años se ha señalado, en todos los tonos y
desde diversos sectores de la sociedad, la relación causal entre la pobreza, la
marginación, el desempleo y las carencias educativas y de salud, con el
desarrollo de los fenómenos delictivos que azotan al país. Debiera ser, pues,
indiscutible, incluso para el gobierno federal, que por mucho que se persiga a
los grupos criminales, estos no podrán ser derrotados definitivamente en tanto
sigan siendo una de las perspectivas de supervivencia –además de la migración y
la mendicidad– para millones de personas.
En suma, la corrección de la circunstancia descrita no se
podrá dar mediante programas aislados, sino mediante la atención de las
terribles distorsiones que dan origen a los rezagos sociales, empezando por el
incumplimiento de derechos consagrados en la Constitución: al trabajo, a la
alimentación, a la salud, a la educación, entre otros. Para ello se requiere, a
su vez, de un cambio de rumbo radical en la conducción económica del país, la
cual, desde hace casi tres décadas, se ha orientado a satisfacer los intereses
del capital y no las necesidades de las mayorías, y ha llevado a la abdicación
del Estado respecto de sus obligaciones elementales en materia económica y
social.
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