Estado fallido, fallado, ejecutado...
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El invento ese de los tres poderes no es algo arbitrario. Ninguno por encima del otro y cada uno como controlador de los excesos que cometan los otros. Tres poderes que dan vida a las repúblicas que no aspiran a ser ejemplo de lo que no debe ser a base de asumirse como bananeras. Tres poderes, ni uno más. O si acaso en las más perfectas un cuarto garante del derecho a elegir por parte de los ciudadanos a sus gobernantes. Poderes encargados de que ningún otro sector se pueda convertir en poder de facto por encima de los poderes constitucionalmente establecidos. Poderes cuyas decisiones se respetan porque se elige a los mejores para prestar el servicio a los gobernados que por encima de los poderes se encuentran por mandato constitucional.
Sabia la ley suprema como garante de que por encima del pueblo no están los gobernantes. Garante, la ley suprema, de que las leyes se apliquen a todos por igual y nunca ninguna de ellas sirva para ubicar a unos por encima de los otros.
Representantes que sí representan al pueblo, por mandato de los electores. Electores capaces de quitar al igual que lo son de elegir y poner como mandato para serviles. Capaces, los representantes, de enfrentar los desvíos de los otros poderes.
Jueces, magistrados y ministros impartidores de justicia. Capaces de enfrentarse al que pretende cambiarlos con un golpe de Estado, que a ese Poder, en tanto no se refunde la República, desprestigia.
Incluso en el presidencialismo como supremacía hay acotamientos que impiden, cuando funcionan los otros poderes, que uno declare una guerra para legitimarse y más aún que convierta al país en un río de sangre.
Sabios que suelen ser los dichos aplicables a la situación de la mafia política desgobernante a la mexicana, hay uno que dice que “a confesión de parte, relevo de prueba”.
Desarmados los tres poderes en su estructura ética no saben ya ni lo que declaran los que son parte de ese desarme que ha cancelado la vida pacífica entre los mexicanos, ejecutado a la república y convertido al Estado en fallido, para que una vez fallado, también se haya ejecutado.
Cuando los Senadores reconocen que los intereses empresariales le “impiden” al Estado ocuparse de los mineros están reconociendo su propio fracaso.
El fracaso del manejo de la política, no sólo como arte, que ya se sabe que en el mundo entero eso ha ido siendo también ejecutado. El fracaso de la política como ejercicio elemental de posibilidad de transito civilizado impuesto con la firma del pacto social. Pacto social, en México, también ejecutado. Pacto social ejecutado con leyes SIEMPRE perfectibles que no responden NUNCA a las necesidades que SALTAN A LA VISTA de un pueblo convertido en apático base de bajarle a la educación escolarizada y de imponerle la deseducación televisiva como taladro cerebral de sometimiento sin esperanza para la inmensa mayoría ignorada, marginada, mutilada, desahuciada...
México pide a gritos la refundación de la República. No sé si a través de Morena esto pueda ser. Presumo que no y que en 2018 en todo caso el logro habrá sido el perredismo refundado en ese otro partido como comparsa perdedor otra vez.
Puede ser que Echeverría haya tenido cosas aceptables como gobernante y ciertamente es con los tecnócratas encabezados por Carlos Salinas y en particular desde el arribo, que no debió ser, de Ernesto Zedillo, que a México se le adentra en el horror que con Calderón se refleja impunemente en ríos de sangre.
Pero Luis Echeverría fue un represor y sus crímenes son imperdonables. Se sometió a los mandatos de la CIA y es probable que desde entonces no se haya retirado nunca más de México y dio la orden, lo sé de cierto, de bajarle a la educación escolarizada mutilando las materias vinculadas a las humanidades, de entrada en las ingenierías.
Echeverría no es una víctima aunque al lado de los que le han seguido como desgobernantes a la mexicana se pueda tener la tentación de así creerlo.
Echeverría a pulso se ganó el desprecio del pueblo que no debe nunca aceptar que la represión contra los jóvenes se convierta en regla de funcionamiento.
Y en el mismo caso se encuentra Fausto Vallejo. Quizá su secretario es el responsable de la agresión a los normalistas. Pero él ya pasó a la historia como un gobernante represor, que se quedará como recuerdo, despreciado, en el mejor de los casos. En algún momento la irrenunciable refundación de la República demandará que los represores sean juzgados.
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