La autodefensa purépecha
Urapicho es un pequeño pueblo de Michoacán que vive en situación extrema. Sus habitantes –campesinos purépechas en su mayoría– fueron amenazados por Los Caballeros Templarios, uno de los grupos criminales que medran en la entidad. Los comuneros pidieron y siguen pidiendo ayuda a las autoridades. Nadie los escucha. Entonces, como otras poblaciones de la Meseta Purépecha, decidieron crear un grupo armado, de autodefensa ciudadana, que patrulla la comunidad, aunque ellos mismos saben que están en desventaja ante las bandas del crimen organizado.
Costales rellenos de tierra montados uno sobre otro forman la barricada tras la cual se agazapa un puñado de campesinos embozados y armados con escopetas y rifles. Unas piedras en el camino hacen las veces de topes. Día y noche los comuneros vigilan y protegen a la comunidad amenazada desde agosto pasado por el crimen organizado.
Los de Urapicho no son los únicos. Otras ocho comunidades de la Meseta Purépecha decidieron también protegerse de las mafias ante la inacción del gobierno.
Mientras se escuchan las razones de los comuneros de armarse para proteger a su pueblo, un taxi es detenido en la carretera. Como pasajeras van una mujer y una niña. El conductor es interrogado por los hombres armados, quienes observan a la mujer y luego le piden que regrese por donde vino. La mujer protesta aduciendo que la esperan familiares. Es inútil. “No puede pasar”, le dicen, y ordenan al taxista dar vuelta.
Cuando el taxi se retira se les pregunta por qué no lo dejaron pasar. “La señora tiene relaciones con la gente que nos amenazó y no sabemos si lleva algún mensaje para alguien de adentro. Conocemos a todos los de la comunidad y tenemos que estar seguros”, contesta uno de los comuneros de esta localidad del municipio de Paracho.
Las estrictas medidas de seguridad no son gratuitas ni excesivas. El pasado 13 de agosto fueron encontrados en las cercanías del poblado los cuerpos de dos integrantes de Los Caballeros Templarios. Uno era Mauricio Cuitláhuac Hernández, El Güero Cuitláhuac, quien hace cuatro años mandó matar a 14 indígenas de la zona purépecha que denunciaron la tala ilegal, actividad de la que aquél era líder.
A partir de la muerte de uno de los jefes de ese grupo del crimen organizado todo el pueblo recibió amenazas de muerte; los acusaron de traidores.
Pero así como Urapicho ya decidió formar su grupo de autodefensa ciudadana –siguiendo los pasos de Urío en 2008 y de Cherán en 2011–, ahora los comuneros pertenecientes a Santa Fe de la Laguna, Turícuaro, Comachen, Arantepecua, Quiriseo y Sevina hacen lo mismo por la amenaza permanente del crimen organizado que en Michoacán es la autoridad en muchas zonas.
Desde hace unos años la Meseta Purépecha ha sido asolada por los dos principales grupos criminales del estado, La Familia y Los Caballeros Templarios. Según varios testimonios recogidos en la zona, estos grupos se metieron a las comunidades ofreciendo despensas, apoyos económicos, protección y trabajo a los jóvenes.
Su influencia no está sólo en la producción y venta de drogas, sino en la tala clandestina, la extorsión a comerciantes y productores de aguacate y la venta de discos de música y películas piratas.
Urapicho es uno de estos pueblos cuya vida cambió por la presencia del crimen organizado. Si antes eran libres de desplazarse a Estados Unidos o a cualquier parte de Michoacán para trabajar, ahora prefieren quedarse en el pueblo por las amenazas de muerte que les lanzaron.
“Con estos acontecimientos que hemos venido atravesando, parte de la población está en el desempleo. Ya no salen a trabajar por las amenazas que tenemos. Nos dedicamos principalmente a la agricultura, la siembra de maíz de temporal, cultivo de avena como forraje y en ocasiones con programas de gobierno tenemos trabajos temporales de reforestación, combate a incendios, podas. Así va saliendo adelante la comunidad.
“Pero ahora muchos de los comuneros dejaron sus empleos por no sentirse seguros de salir a trabajar. Hay como 70 padres de familia que se quedaron sin trabajo y están batallando”, dice un miembro del Consejo de Mayores, la máxima autoridad del pueblo.
La barricada de costales está instalada en un pequeño montículo que ayuda a divisar la carretera. Está cubierta con un techo de plástico azul que con el aire se mueve como un papalote. Ahí aguarda un grupo de comuneros vestidos de civil y a un lado, escondido entre los árboles, hay otro grupo. Algunos de sus integrantes traen rifles AR-15, otros portan escopetas de caza.
“Nos hemos mantenido en esta situación porque sabemos que estos grupos organizados atentan contra la seguridad de las personas; nosotros miramos que no es de beneficio para nuestros jóvenes que se vayan involucrando en cosas que les vayan a traer consecuencias que no les beneficien en el futuro.
“Por eso hemos decidido no darle una oportunidad a que cualquier grupo trate de infiltrarse en la comunidad, involucrando a los jóvenes, haciéndolos caer en la droga y que poco a poco vayan perdiéndose. Ahora nos mantenemos en esta situación porque a partir de esa fecha hemos estado bajo las amenazas y no queremos descuidar la seguridad de nuestras familias”, explica el comunero que en ningún momento menciona los nombres de Los Caballeros Templarios o La Familia.
El gobierno no escucha
La entrevista con Proceso tiene lugar a las afueras del asentamiento, donde el líder de los comuneros llega provisto de un radio de comunicación. Pausado señala que todo el pueblo decidió formar el grupo de defensa y que en él sólo participarían los padres de familia, porque a los jóvenes no se les puede dar una responsabilidad tan peligrosa.
“Como es sabido, en los pueblos de varias comunidades se gobierna a través de las decisiones de las asambleas; lo que la gente decide es lo que se hace. Nosotros a través de una asamblea hemos decidido guardar la seguridad del pueblo. Aquí tenemos como mil 500 habitantes”, precisa.
Menciona que ya otros pueblos decidieron formar sus propias policías comunitarias, como Cherán y Urío; aunque son casos distintos aclara que hay cierta relación porque todo está bajo la misma amenaza del crimen organizado que se manifestó en varios lugares.
“No es que los vayamos a combatir. Sabemos que el presidente de la República ha hecho el esfuerzo de combatirlos, pero ha sido imposible. Sin embargo nosotros queremos poner nuestro granito de arena desde nuestra comunidad para no permitir que este pueblo y sus habitantes vayan a perderse, a caer en ese tipo de errores.”
Mientras sus compañeros van y vienen por los costados de la carretera y revisan los vehículos que entran, el representante del Consejo de Mayores dice que buscan el diálogo con el gobierno estatal como primera instancia para hacerles ver la necesidad de que les ayuden a fortalecer la seguridad tras las amenazas del crimen organizado.
“Ya solicitamos una audiencia con el secretario de Gobierno (Jesús Reyna) y con el mismo gobernador (Fausto Vallejo) para que pongan atención a esta situación que estamos atravesando; sin embargo han pasado más de dos meses y no hemos tenido una respuesta todavía.
“Por ahí es donde la gente se desespera al ver que el gobierno no pone los ojos en los pueblos reprimidos, en los pueblos amenazados, y por eso tomamos otras medidas de seguridad nosotros mismos. Por eso es que aún estamos a la espera de poder dialogar con el gobierno, que a través de ellos busquemos la manera en que podamos solucionar este tipo de problemas”, expresa esperanzado.
Indica que la primera demanda en una reunión con el gobernador sería fortalecer la seguridad en la comunidad y que los doten de una patrulla comunitaria. Nunca han tenido una. Pero aclara que el hecho de que busquen su propia seguridad no implica que estén en desacuerdo o rechacen los operativos policiales o del Ejército en Michoacán.
“No estamos en desacuerdo con la seguridad nacional. Por el contrario, lo que nosotros deseamos es que en algún momento, ante cualquier amenaza, podamos contar con los elementos para alertar a nuestra gente. En ningún momento estamos contra el gobierno o criticamos al Ejército o a la Policía Federal. No. Nada de eso. A nosotros nos favorece y de hecho en la comunidad hemos tenido la presencia del Ejército, que nos brinda el apoyo, que nos da seguridad, y de esta forma nos sentimos más seguros.”
–Pero si después del diálogo con el gobierno ven que no les importa, ¿qué van a hacer?
–Creo que estaríamos ante una situación difícil, porque si el gobierno no se interesa por los problemas de su propia gente, entonces a quién acudimos. Somos parte de este pueblo, de este estado, de esta nación, y no estamos exigiendo nada fuera de lo normal, sólo nuestros derechos como ciudadanos. Tenemos derecho de exigir garantías. Eso es lo que pensamos. No hemos tomado ningún otro tipo de acción porque esperamos una respuesta, una solución.
Días después de la entrevista se publicó en los medios locales que batallones del Ejército habían reforzado los rondines en el poblado.
Solos no podemos
Mientras en los aparatos de radio se escuchan voces informando sobre los rondines, el representante del consejo comunitario admite que no tienen armamento, dinero para comprar armas de alto poder ni hombres para enfrentar al crimen organizado. Por eso insisten en tener la presencia del Ejército en su localidad.
“No contamos con las suficientes armas y no son de alto poder. No tenemos los recursos para sostener a la familia y comprar un arsenal. Lo que nosotros tratamos de hacer es mantenernos alerta, vigilando.”
–¿No han recibido mensajes del crimen organizado?
–Creo que ellos ya lo saben de alguna manera, porque no sólo estamos en la entrada sino que hacemos los recorridos en varias partes de la región. Eso se hace notar y creo que estos grupos saben que también está el Ejército.
Parecería extraño que mientras los comuneros están armados y embozados vigilando la entrada de Urapicho, los militares pasen a recibir informes de la situación. Pero así funciona aquí.
“Ellos vienen a hacer sus recorridos, nos preguntan si hemos tenido amenazas, si hemos visto gente sospechosa que nos quiera causar daño. Nosotros sabemos que no vamos a poder combatir contra un grupo delictivo porque no estamos preparados para eso, el Ejército es el que debe hacer frente a este tipo de situaciones. Nuestra relación con ellos es de comunicarles, decirles lo que está sucediendo cerca de nuestra población para que ellos tomen acciones”, explica el comunero.
Durante estos dos meses en que decidieron asumir la autodefensa armada han tenido contacto con la gente de Cherán y Urío, pioneros en formar policías comunitarias. También con algunas comunidades que están por decidirse a protegerse a sí mismas usando las armas.
“Nosotros invitaríamos a otras comunidades a que reflexionaran, a que piensen que si nosotros no cuidamos el bienestar de nuestras futuras generaciones nadie lo hará más que nosotros mismos. Sólo organizándonos, teniendo una mejor relación entre comunidades, una mejor unidad, lograremos hacer frente a cualquier tipo de situación. De hecho, unidos podemos también hacerle ver a nuestras autoridades las necesidades que tenemos”, señala el campesino purépecha.
Adelanta que buscarán el apoyo de otras comunidades de la Meseta, sobre todo si la situación es de urgencia. Piensa en Cherán, principalmente.
–¿La policía que quieren sería como la comunitaria de Cherán?
–Sí. Ahora vemos cómo está funcionando la policía de Cherán. Desde el momento en que el gobierno la formó, la instruyó y preparó ya se sienten más seguros, recuperaron la confianza. De igual manera nosotros vemos que es el ejemplo a seguir, es el proceso que hay que realizar para tener nuestra propia policía. Esto no quiere decir que nos estemos separando de la seguridad nacional.
Trinidad Ninís Pahuamba, miembro del Consejo Mayor de Cherán, reconoce que el fenómeno de las policías comunitarias o los grupos de autodefensa ciudadana, como también se les conoce, se expande por toda la Meseta Purépecha. Son las comunidades indígenas las que oponen resistencia al crimen organizado.
“Lo de Urapicho es importante porque se toma conciencia de que solamente entre toda la comunidad se tendrá la fuerza suficiente para poder hacerle frente (a las amenazas) y buscar su seguridad. Nosotros hasta el momento compartimos solamente nuestra experiencia”, explica el profesor normalista.
Manifiesta su deseo de que este tipo de organización se extienda a otras comunidades porque es evidente que cada día las mismas autoridades están sujetas a la determinación del crimen organizado.
“Sólo cuando se levanten van a darse cuenta de todas las cosas que se esconden. Eso es lo que está pasando por varias comunidades de la zona, lo mismo está pasando en Santa Fe de la Laguna, Turícuaro, Comachen, Arantepecua, Quiriseo y Sevina. Si se extiende más ya no estaríamos solos” dice ilusionado.
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