Julio Hernández López
Astillero
Avances en condicional
Falta San Lázaro
Espectáculo sindical
Marometas de izquierda
La excepcional sesión senatorial de este martes produjo
cuando menos tres resultados políticos en firme (si no fuera por otra cosa, la
excepcionalidad mencionada provendría del hecho de que esa cámara hubiera
sesionado tantas horas seguidas con una asistencia del ciento por ciento de sus
integrantes y sin ausencias, salidas a los sanitarios o marrullerías pensadas
para deformar las votaciones). En primer lugar, se colocó en el centro de la
discusión pública el tema de los cacicazgos sindicales y su corrupción (tema
conocidísimo, desde luego, pero ahora inserto en una nueva agenda política en
busca de cambios). El segundo logro fue exhibir al PRI en su dimensión exacta
de órgano defensor de esas especies, hasta ahora con poco riesgo de extinción,
y pasarle a su cuenta política el costo de frenar en San Lázaro lo que se
avanzó en San Lázaro. Y, por último, se mostró la viabilidad de alianzas
legislativas entre fuerzas naturalmente opositoras entre sí, el PAN y el PRD,
pero capaces de unirse para enfrentar a un PRI cuya aritmética no le permitió
salir adelante.
Pero, fuera de eso, todo lo demás debe ser visto con
prudencia y en modo condicional, sin la euforia de por sí sospechosa de
personajes nada confiables en términos de defensa del sindicalismo auténtico y
los intereses reales de los trabajadores (como el panista Javier Lozano, ahora
senador y antes rudo secretario del trabajo, o Luisa María, la hermana de
Felipe Calderón, provisionalmente convertida en algo cercano a una presunta
guerrillera proletaria) y en espera de que la Cámara de Diputados, donde el PRI
tiene la mitad más uno de los votos (251, más las probables ayudas de aliados
ya salidos del clóset, como el petista-salinista Adolfo Orive), resuelva si
acepta los cambios hechos por los senadores al texto ya antes aprobado por San
Lázaro, o los rechaza sólo en esos rubros específicos modificados o genera tal
turbulencia procesal que el conjunto de la reforma sea enviado provisionalmente
al territorio de indefinición conocido como la congeladora, y el tema sea
enviado para su discusión a otro periodo de sesiones, con otras circunstancias
y eventualmente con otros resultados.
Por lo demás, el revuelo tan exagerado por la aprobación,
condicionada, de nuevas reglas en materia de democracia y manejo de recursos en
los sindicatos, ha hecho que transite con menos atención y crítica lo
sustancial de la reforma laboral impulsada por Calderón y apoyada por Enrique
Peña Nieto. Es decir, mientras se loa por adelantado una supuesta
transformación profunda de la vida sindical mediante la imposición de letra
legal, se ha suprimido toda una visión y práctica de las relaciones
obrero-patronales que, con todos sus vicios y defectos graves, mantenía cierta
franja de protección a la parte trabajadora, para imponer nuevos esquemas que
permitirán mayores ganancias al capital nativo y extranjero. En este punto
confluyeron afinadamente el PRI y el PAN, votando a favor y dejando al bloque
de izquierda en solitario, aunque luego, ya en lo sindical, se produjo el
espectáculo que acaparó la atención del respetable público, con los caciques
sindicales priístas puestos bajo guillotina de saliva y el panismo cobrando
réditos protagónicos, como si las reuniones entre Peña Nieto y Calderón
hubieran servido para algo más que el proceso de transición administrativa
pinolera.
No deja de ser irónico, por lo demás, ver tanto revoloteo
por presuntos avances en materia de control de caciques sindicales: en un país
golpeado por la corrupción, los fraudes electorales y la compra del voto, la
vida interna de los sindicatos se volvería insólitamente democrática y honesta.
Con la varita mágica de nuevas normas legales (en suspenso), los jefes
sindicales mafiosos serían arrollados por el voto libre y secreto y por las
exigencias de auditoría y transparencia en sus cuentas. ¡Oh, nadie podría
salvar a esos pobres dinosaurios en peligro! Para cerrar el cuadro, recuérdese
que dos grandes sindicatos emblemáticos (profesores y petroleros) quedan fuera
del alcance de estas presuntas nuevas reglas, porque su ámbito corresponde al
apartado público y porque sus líderes se religieron a última hora por seis años
más. Ah, pero un dato muy relevante fue que la hija de Elba Esther Gordillo
votó a favor de las posibles modificaciones que no afectarán a su mamá.
En ese contexto de marometas con aire de solemnidad, los
gobernadores técnicamente adscritos al PRD se reunieron ayer con Enrique Peña
Nieto, en un acto cuya premura devela una urgencia del priísta por hacerse de
formas de reconocimiento político y una gran predisposición de los izquierdistas por
dejar atrás cualquier signo de discordia. Para evitar que el encuentro
pareciera una forma adelantada de legitimar la forma como el mexiquense se hizo
del poder (conforme a lo denunciado en su momento por el candidato presidencial
perredista y el dirigente nacional del sol azteca), los gobernadores pudieron
haber esperado a que el uno de diciembre se iniciara un proceso formal al que,
por razones prácticas, no quisieran dar la espalda. Pero ganaron las urgencias
y allí llegaron los electos Miguel Ángel Mancera (Marcelo Ebrard no fue, aunque
él a su vez tendrá su momento cumbre de legitimación hacia Felipe Calderón si
éste lo acompaña próximamente a inaugurar la línea 12 del Metro) y el
¿lopezobradorista? Arturo Núñez, más los que están en funciones: Graco Ramírez,
en primerísimo lugar obvio; Ángel Aguirre, contento de ver a su gallo original
presidiendo la reunión, y el multipolar Gabino Cué, que tal vez se asuma como
miembro del Movimiento Ciudadano de Dante Delgado más que del PRD.
Y, viendo que salieron libres bajo caución los últimos
ocho normalistas que le quedaban en prisión al atribulado Fausto Vallejo,
¡hasta mañana, con el joven itamita Antonio Attolini repudiado por la mayoría
de sus ex compañeros del 132 por haber aceptado participar en una serie de
programas de Televisa, en Foro TV, cuyo contenido y grado de libertad serán la
prueba de fuego!
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