Por Guillermo Fabela
Quiñones
Apuntes
Hay tormentas aún más severas
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=201680
En unas cuantas horas, la región noreste de Estados Unidos sufrió los embates
de la naturaleza, como pocas veces en su historia. Los daños fueron por demás
severos, calculados provisionalmente en alrededor de 40 mil millones de
dólares. Sin embargo, no fueron tan dramáticos como los que han padecido los
países del tercer mundo, el nuestro entre ellos, luego de tres décadas de
continuos desastres por el capitalismo salvaje que nos han impuesto los grandes
centros de poder imperial.
La llamada “Frankenstorm” será recordada mucho tiempo, sobre todo en Nueva
York, por las consecuencias para buena parte de los habitantes de la urbe más
importante del mundo, quienes ahora conocieron en carne propia los sufrimientos
que son proverbiales en América Latina, aunque por causas muy distintas.
Treinta años de neoliberalismo, o mejor dicho capitalismo salvaje, han sido un
mega huracán para los pueblos del subcontinente, mucho peor que el llamado
“Sandy”.
Para México, este periodo ha sido por demás trágico, por el dantesco
empobrecimiento de más de dos terceras partes de la población, que han visto
retroceder sus niveles de vida a los años cuarenta. Tal realidad se ha querido
paliar con obras de infraestructura, la mayoría desvinculadas de un proyecto de
desarrollo integral, como los que se realizaron a partir de los años cincuenta
hasta principios de los ochenta. No ha habido necesidad de grandes
conflagraciones naturales para ver cómo el país se nos ha estado deshaciendo,
no sólo por la incompetencia de gobernantes carentes de un mínimo compromiso
social, sino porque de plano actúan con el único fin de enriquecerse
fácilmente.
No hubo necesidad de un mega terremoto para que perdiéramos un sistema
ferroviario de pasajeros que tanta falta nos hace, ni tampoco de un súper
huracán para contar con una red aeroportuaria, que en su mayoría es operada por
empresas extranjeras, las cuales se han encargado de encarecer los servicios a
extremos antieconómicos para el país. De igual modo, no ha habido necesidad de
inundaciones apocalípticas para que Pemex frenara drásticamente su desarrollo,
con las consecuencias de todos conocidas de que su producción sólo alcanza para
mantener al fisco.
Podría asegurarse que los 40 mil millones de dólares que habrá de costar la
recuperación de la normalidad en las zonas afectadas por “Sandy” en Estados
Unidos, no son ni la décima parte de los costos que ha tenido para nuestro país
el capitalismo salvaje impuesto por los tecnócratas salinistas. De ese tamaño
es el desastre que ha tenido que pagar nuestra nación por seguir
disciplinadamente las instrucciones del Consenso de Washington, pero sobre todo
por la voracidad de una clase política insaciable, en franca competencia por
ver qué sexenio se lleva el récord en lo que se refiere a saqueo de las arcas
nacionales.
Tal realidad equivale a treinta años de continuos desastres del tamaño del
huracán más severo. Como si los fenómenos naturales, en vez de unos pocos días,
nos agobiaran todo el tiempo, sin dejarnos reponernos de sus afectaciones.
Claro está que los sufrimientos no los padecen las elites, a salvo de graves
fenómenos naturales por ser los beneficiarios de la pobreza de las mayorías.
Viven muy a gusto en zonas bajo resguardo de graves conflagraciones, mientras
que los pobres se ven obligados a sobrevivir en zonas cada vez más marginadas,
sin ninguna protección.
Los habitantes de las zonas afectadas por “Sandy”, en el noreste de Estados
Unidos, muy pronto volverán a la normalidad, gracias a su notable sentido de la
organización social, pero sobre todo a la enorme capacidad económica del país.
En cambio, nosotros los latinoamericanos tendremos que esperar varias
generaciones para poder hacerlo, siempre y cuando dejáramos de seguir los lineamientos
del Consenso de Washington y los estados nacionales estuvieran dirigidos por
estadistas comprometidos con sus pueblos, no con oligarquías desnacionalizadas.
México será de los que más problemas habrán de pasar para salir de la situación
en que nos tienen tres décadas de capitalismo salvaje, no sólo por el destino
manifiesto de la geopolítica, sino por la preeminencia de intereses
oligárquicos sobre la sociedad en su conjunto, pero también por la fuerte
presencia en el entramado sociopolítico de una tecnocracia sin ética ni valores
patrióticos, sólo empeñada en sacar el mayor provecho de su posición
privilegiada, luego de tres décadas de mantener su hegemonía.
La formalización y puesta en práctica de las llamadas “reformas estructurales”,
sería el golpe de gracia para la inmensa mayoría de mexicanos que apenas
sobreviven. De ahí que hasta el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) esté
muy preocupado por la situación mexicana, aunque en realidad sólo lo demuestre
con declaraciones, no con hechos. Saben sus tecnócratas que sus alumnos
mexicanos han abusado demasiado de su papel rector, y deben saber, aunque no lo
digan, que se han rebasado los límites, a extremos comparables a un mega
desastre natural.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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