jueves, diciembre 16, 2010

Jaime Ornelas Delgado : Adiós a Pemex

TENDAJÓN MIXTO
Adiós a Pemex
Jaime Ornelas Delgado


Después de la reforma energética de 2008, Felipe Calderón publicó en el Diario Oficial de fecha 4 de septiembre de 2009 el Reglamento de la Ley de Petróleos Mexicanos. En ese momento, la Cámara de Diputados promovió ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación una controversia constitucional contra el titular del Poder Ejecutivo y otras autoridades, demandando la invalidez de dicho reglamento, especialmente de los “contratos incentivados”. Hasta ahí todo seguía su curso normal; sin embargo, el 24 de noviembre de 2010, antes de que la Corte resolviera sobre la controversia interpuesta por el Congreso, el Consejo de Administración de Pemex, con el voto en contra del consejero Rogelio Gasca Neri, aprobó por iniciativa de su director general, Juan José Suárez Coppel, la celebración con empresas privadas de los llamados “contratos incentivados de servicios para la evaluación, desarrollo y producción de hidrocarburos en las áreas de Magallanes, Carrizo y el Santuario en la región sur del país”, actividades consideradas por la Constitución como áreas estratégicas a cargo exclusivo del sector público (artículo 25). No sería si no hasta el 30 de noviembre de 2010, es decir una semana después de haber sido aprobados los contratos incentivados por el Consejo de Administración de Pemex, que la Corte emitiría su fallo aprobando la constitucionalidad de los multicitados contratos incentivados que se ofrecen a los particulares en tanto se orientan a que “dichos particulares coadyuven con las tareas de Pemex pero no lo sustituyan.”


¿Cómo supo Juan José Suárez Coppel, director de la paraestatal, que la Corte fallaría en ese sentido? El diablo lo sepa. Lo que si sabemos es que, ahora, los particulares podrán participar en las tareas de exploración y explotación de hidrocarburos, aunque formalmente no sean los yacimientos de su propiedad ¿Para qué la quieren si los explotan en su beneficio?

¿Qué parte del siguiente párrafo del artículo 27 constitucional no habrán comprendido los magistrados?: “tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radiactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que, en su caso, se hayan otorgado y la Nación llevara a cabo la explotación de estos productos...”

En todo caso, como escribe el maestro Bernardo Bátiz, el sector público tiene a su cargo de manera exclusiva las áreas estratégicas, y el petróleo lo es, por lo que el gobierno federal no puede compartir la propiedad ni el control de ellas con nadie; en cambio, en las áreas prioritarias para el desarrollo, como las comunicaciones vías satélite o los ferrocarriles, el Estado podrá participar por sí o con el sector privado y social, manteniendo la rectoría. Por lo menos eso dice la Constitución ¿aún vigente?



Vargas Llosa, a tus zapatos

Definitivamente, al ex peruano Mario Vargas Llosa no le gusta lo que hacen algunos pueblos en América Latina.

Pero como la realidad lo abruma, era predecible, porque Vargas Llosa se ha vuelto predecible, que en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura sacara a relucir sus fobias y sus filias. Por supuesto, dijo voz en cuello ante la exquisita concurrencia, que no le gusta lo que pasa en Cuba –aunque guardó silencio cómplice sobre el bloqueo estadounidense–, y menos aprueba el paso que lleva la revolución bolivariana de Venezuela, ocultando sus logros; luego llamó “pseudodemocracias populistas y payasas” a las existentes en Bolivia y Nicaragua.

Como se puede observar, eligió Vargas Llosa en su discurso todos aquellos procesos sociales que molestan a su fino olfato de futuro, pues sabe bien, o intuye, que en todas esas naciones se está forjando el porvenir de América Latina y por eso, furioso, les aplicó el peor de los calificativos que encontró en su vasto lenguaje; las llamó “populistas”, con todo el horror que a él y a sus congéneres les provoca todo aquello que suena a pueblo: populista se parece a popular y eso sí que no... las democracias no son así, dijo alzando la voz Vagas Llosa.

Para él las democracias son como la de Chile, donde siguen impunes los asesinos pinochetistas, se persigue a los mapuche y se privatiza la educación; o, ejemplificó también, como la de Colombia, donde el ejército asesina a los jóvenes justificando sus crímenes acusándolos de guerrilleros o se le retira el fuero a una senadora por ser, ¡oh crimen eterno!, disidente; o como la de Perú, donde el gobierno de Alan García asesina a decenas de indígenas por el enorme delito de defender su selva de las acechanzas de las empresas transnacionales petroleras y mineras; y finalmente la cereza del pastel, como su mejor ejemplo Vargas Llosa mencionó a la mexicana como una democracia que funciona, pues, aseguró, en ella “se respeta la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación del poder...” Ni más ni menos. De la dictadura perfecta a la democracia perfecta en un tris, así de simple.

Pero alguien debería informarle a Mario Vargas Llosa que en México estamos metidos en una guerra que se nos impuso y cuesta ya más de 30 mil vidas; o le avisen que hace cuatro años una mafia se robó, sí, se robó la Presidencia de la República; o decirle que nuestro país es uno de los más peligrosos para ejercer el periodismo o que hay más de 3 mil ciudadanos desaparecidos y muchos otros mueren de “gastritis” o se asesina a bebes y a jóvenes registrados por el poder como “daños colaterales”, resultado de la superior misión emprendida por Felipe Calderón para salvar al país; en fin, mientras algún piadoso, aunque sea de pasadita, le comenta al nuevo Premio Nobel que en México la mitad de la población vive en condiciones de pobreza, nosotros podríamos decirle que siga escribiendo novelas y se olvide de la política, pero sobre todo que ser Premio Nobel de Literatura no le da ningún derecho, y mucho menos autoridad, para ofender y tratar de ridiculizar los esfuerzos realizados por nuestros pueblos para alcanzar su independencia definitiva, por la que, diría Fidel, ya han muerto más de una vez inútilmente y que ahora están en camino de conquistar de una vez y para siempre.

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