lunes, diciembre 20, 2010

Comunicado No. 1 de "Los misteriosos desaparecedores"

Comunicado No. 1 de la RED POR LA TRANSFORMACIÓN GLOBAL
Información que aparece publicada en el sitio:

A los medios de comunicación nacionales e internacionales.

El día de ayer, apelando a su profesionalismo, enviamos la parte primera del
Boletín-Epílogo de una desaparición. Hoy de nueva cuenta informamos que Diego
Fernández de Cevallos Ramos será liberado, por lo que volvemos a solicitar la
publicación del Boletín-Epílogo.


Atte:

Los ex misteriosos desaparecedores.

EPÍLOGO DE UNA DESAPARICIÓN


Primera de tres.

Los clásicos no establecieron ningún principio que prohibiera matar, fueron los
más compasivos de todos los hombres, pero veían ante sí enemigos de la humanidad
que no era posible vencer mediante el convencimiento. Todo el afán de los
clásicos estuvo dirigido a la creación de circunstancias en las que el matar ya
no sea provechoso para nadie. Lucharon contra la violencia que abusa y contra la
violencia que impide el movimiento. No vacilaron en oponer violencia a la
violencia.
Bertolt Brecht


En México vivimos inmersos en un clima de creciente violencia destructiva que
las mafias del gobierno permiten y fomentan, porque sólo así pueden ocultar la
sistemática represión, tratar de controlar el descontento social e impedir, por
el momento, que se generalice la lucha popular. Las formas de la violencia son
cada vez más crueles y abominables; el conflicto no sólo ha dejado decenas de
miles de personas muertas, sino terror e incertidumbre entre los vivos. La
distancia entre el discurso de gobierno y las prácticas corruptas que lo
caracterizan son una clara muestra de que los más altos funcionarios y las
instituciones del Estado mexicano están coludidos con el crimen contra quien
dicen estar luchando.



Esta contradicción inicial desata una cadena ininterrumpida de mentiras
difundidas ampliamente por los medios de comunicación con los que están
coludidos; esta difusión forma parte de la violencia cultural que promueve,
legitima y justifica la violencia directa que el gobierno sostiene, así como de
la violencia del hambre, del desempleo, de la migración, de la delincuencia
infantil y juvenil, de la trata de blancas. En fin, de esa violencia silenciosa
que obliga a gritar ¡Ya Basta!

Vemos día a día la impunidad militar, los levantones policiales para entregar
víctimas al narco y la convivencia evidente entre presidente de la república,
gobernadores, senadores, diputados, jueces, generales y jefes policiacos con los
grandes capos, incluso, es posible afirmar que la alta burocracia y los sectores
reaccionarios de la clase política, son quienes forman parte de las mafias más
criminales en nuestro país. "La guerra" que el gobierno dice sostener en aras de
la paz, no combate la raíz del problema ni a los verdaderos delincuentes, los de
cuello blanco, que con base en fobaproas, rescates empresariales,
privatizaciones (concesiones de carreteras, contratos secretos del petróleo, de
fibra óptica y otros recursos naturales) se enriquecen y adquieren la facultad
de poner y quitar gobiernos.


Sin embargo la violencia más sofisticada, la que a diario nos golpea y quizá la
que menos reconocemos como violencia, es la que parece no venir de ninguna
persona; es la violencia estructural “invisible” presentada siempre
como "estragos", "golpes" o “crisis internacionales” que parecen nunca
terminar para Nosotros pueblo y que nos son presentadas como
“avances”. El duopolio televisivo y los gobernantes quieren que
creamos en los “avances” y en la “modernidad” mientras hay
más despidos, menos oportunidades de encontrar empleos productivos y un salario
que cada día vale menos. Esa “modernidad” no es con la que soñamos ni
la que queremos heredar a nuestros hijos.


La pobreza, para muchos la miseria, es una constante amenaza de muerte y es
mucho más poderosa que todos los grupos de sicarios juntos; la vida es reducida
a su condición de supervivencia sin ninguna posibilidad de un desarrollo
auténticamente humano. Estas condiciones acercan a millones de personas más a la
muerte que a la vida y frente a este peligro (del que Ellos, los grupos
privilegiados, se benefician funcionalizando la pobreza al máximo) no se
encontrarán soluciones concretas a menos que lo hagamos Nosotros.


Así, la violencia visible-directa, la invisible-estructural (de la que parece no
haber ningún responsable) y la cultural, son promovidas y sustentadas por los
gobiernos; éstos, no son la representación política de todos los mexicanos, sino
quienes velan por los intereses de una restringida porción de la población, que
privilegian especialmente a un restringido número de familias que encabezan el
control del poder, la clase privilegiada, que se hace carne y hueso en un
entramado altamente sofisticado y eficiente de grupos y personajes clave, que
con una planeación meticulosa y una larga carrera, se siguen colocando en
posiciones estratégicas para continuar beneficiándose a costa de todo un país.
El gobierno es mafioso porque protege los intereses de los grandes ricos, de los
dueños de todo, de los que saquean nuestros recursos naturales y trafican con
todo desde personas hasta armas, drogas e influencias. Es un gobierno que sirve
a las mafias aliadas al capital trasnacional, también mafioso.


Desde allí operan por dentro y por fuera de la ley grandes intereses económicos
y políticos, en un entramado múltiple de lazos familiares, de compadrazgo, de
arreglos de conveniencia, secretos, pactos, complicidades, bendecidos por la
cúpula de poder de la Iglesia católica y una certeza que los identifica:
pertenecer a un grupo definido al que son leales, conscientes de ser Ellos
quienes tienen el poder y la riqueza repartida entre sus manos.


Para Nosotros la violencia (la visible y la aparentemente invisible) se traduce
en un constante peligro de muerte, debido por un lado, a la intensificación de
los conflictos que el saqueo mafioso genera para obtener mayores ganancias, y
por otro de manera cotidiana por las condiciones de pobreza y miseria que reduce
la vida a una lucha por la supervivencia y al andar diario por un estrecho
pasillo de 60 pesos por familia; se vive al día y no hay posibilidad de
progreso. Vivimos en amenaza de muerte al tener acceso restringido a la
alimentación, a la salud, a los servicios, a los derechos y a conocer la
justicia. Como así son las cosas, nos toca perder y como nos habíamos resignado,
dejamos de sentir la violencia de no poder vivir bien. En ese sentido también
Nosotros volvimos "normal" la violencia; violento no es solo lo que muestran los
muertos, violento es también lo que ocultamos los vivos.


La sociedad mexicana, como podemos ver, está divida en dos: Ellos y Nosotros,
Ellos ricos y Nosotros pobres, cuyos mundos y realidades son totalmente opuestos
pero existen y se desarrollan al mismo tiempo; es la historia que Ellos difunden
como la evolución de un solo proyecto al que discursivamente pertenecemos (por
igual y al mismo nivel) todos los mexicanos. Ellos aplauden los discursos del
gobierno en los que se alude al avance y bienestar en México, pues los confirman
en su nivel de vida que constantemente mejora (mejor alimentación, vestido,
educación, salud, bienes muebles e inmuebles, lujos, vacaciones y descanso,
etc.); sólo en su cerrado círculo el progreso es realidad.


Ellos acumulan riqueza por todos los medios, unos por la vía legal-permisible y
otros de forma ilegal-criminal; ambos son lo mismo, pues siempre tienen la
posibilidad (al ser Ellos quienes legislan) de transformar lo ilegal en ley y
viceversa; en realidad no son extrañas las revelaciones de que la mayoría de las
veces quienes viven para acumular riqueza no distinguen en sus círculos entre
quienes “respetan las leyes” y entre quienes no lo hacen. Lo que pasa
es que unos ocupan cargos dentro de las instituciones del Estado y pueden, desde
dentro, operar en su favor y ser “muy legales”. Los intereses
políticos y económicos son dos frentes de una misma estrategia que viene fundida
y defendida por la violencia. El gobierno mexicano se sostiene con el uso legal
e ilegal de la violencia directa e indirecta, estructural y cultural, que lo
construyen como salvaguarda de una suerte de "demonio" engendrada por sí mismo.


Quienes encabezan al Estado sostienen discursivamente que procuran alcanzar
“la paz perpetua y el bienestar” en un futuro (que nunca llegará de
ese modo), y por tal fin justifican su propio ejercicio de la violencia
destructiva. Esta utopía de la paz estatal, construye el argumento de
legitimidad de la muerte en el presente. El peligro de muerte que Nosotros
vivimos es producto del enfrentamiento de grupos de poder económico que luchan
por el poder político. Su manera de actuar dentro del aparato estatal
despersonaliza decisiones que repercuten en la vida de personas concretas; la
decisión burocrática agranda la distancia entre el funcionario y la gente de a
pie, manejando públicamente la ficción de que “hacen política” con
base en “el bien común”, aunque la comunidad esté excluida, en todos
los sentidos, de dicha actividad.


Que “el mundo de la política siempre sinónimo de corrupción e
injusticia” es una afirmación común que sintetiza el sentir generalizado y
que la estructura estatal y sus funcionarios se encargan día a día de renovar;
sin embargo la actividad política debe construirse con otro sentido,
considerándola como la capacidad de todos para decidir de manera real y directa
sobre los asuntos de la vida en sociedad, así como de fundar y de alterar la
legalidad que rige la convivencia humana en pos del bienestar colectivo; la
socialidad no debe existir para someter de una vez y para siempre, sino
constituirse como la organización a la que se le puede dar forma a través de las
decisiones de todos los integrantes. La organización, la instrucción y la
disciplina son armas eficaces y hasta ahora son Ellos los que han sabido
aprovecharlas. ¿Qué es lo que hace que siendo Ellos tan pocos, puedan someter a
tantos Nosotros? Una de las respuestas más certeras es el uso exclusivo que
Ellos hacen de “la fuerza del Estado”; sin embargo, que Ellos sean los
que poseen el monopolio total y definitivo del uso de la violencia y la ejerzan
“solo cuando es justo y necesario” en aras del “bien para
todos” es una mentira que nos hemos propuesto derrumbar.


Por paradójico que parezca, la historia de la humanidad demuestra que, para
generar las condiciones humanas de existencia, se necesita en ciertos momentos
ejercer la violencia como una adecuación social que hace permisible terminar con
ciertas formas de vida para generar otras. La violencia destructiva, como la que
ejerce el gobierno, sólo concibe destruir sin construir algo superior y distinto
que constituya verdaderamente un estado mejor de vida y no sólo para unos pocos.
La violencia es constructiva cuando es rebeldía frente a la amenaza de muerte,
cuando enfrenta a la muerte personificada por quienes nos someten a la miseria.
La violencia, al tener rostro de muerte, nos es presentada como injustificable,
sobre todo si atenta contra el poder establecido.


El discurso gubernamental la repudia e invita a preservar el orden, o protestar
dentro de los marcos institucionales que no operan de acuerdo al fin para el que
fueron creados, como un recurso que le queda para seguir operando bajo la cara
de “la legalidad” y “la democracia”, presentándose como el
resultado histórico de las luchas del pasado. Así, lo violento es presentado
como lo anti-estatal; la única política permitida es la actividad esencialmente
no-política, acompañada de la resignación. La violencia cultural es la más
sofisticada porque guarda al Estado bajo un marco de “aceptabilidad” y
muestra a los enemigos de quienes lo comandan, o sea, a los que luchan contra el
mal gobierno, como enemigos de toda la sociedad.


Pero ¿este gobierno mafioso es el único viable en nuestro país? Sabemos que no,
otro México es posible y lo tenemos que construir Nosotros los de abajo, desde
las organizaciones obreras, campesinas, ecologistas, de colonos, de víctimas de
la delincuencia y crímenes del ejército y policías. Nos toca a nosotros, al
pueblo mexicano organizado de diferentes formas y recurriendo a todos los
medios, armados y no armados, ir construyendo con nuestra rebeldía organizada,
un nuevo México en el que todos podamos ser y vivir con dignidad.


El ejercicio de la violencia es para Nosotros un recurso ineludible, pero
necesita de un proyecto en el que su uso sea solamente un medio necesario; el
proyecto no puede reducirse a destruir otro. Nuestro proyecto es recuperar lo
que la vileza de los poderosos nos arrebata, y es nuestra condición humana;
nuestro proyecto es de rehumanización de todos los que no formamos parte de su
selecto círculo, a diferencia de Ellos que sólo buscan su propio beneficio.
Pensar y hacer política pasa por evaluar las condiciones de existencia, nuestras
relaciones sociales e inter-personales, transformarlas en cada acto y hacerse
cargo de la vida pública. El Estado construye toda disidencia como el enemigo
exterminable, todo en el mismo cajón de la criminalidad, y con ello impide que
se desarrollen formas organizativas que resuelvan nuestras necesidades y
satisfagan nuestras expectativas y legítimas demandas. Hay un punto en el que no
se puede hacer nada y las reglas del juego, a las que Ellos mismos no se
atienen, nos son aplicadas con toda la violencia estatal-destructiva. La
existencia de Ellos como minoría poderosa y dominante y sus formas de operar
persistirán sólo en la medida en que Nosotros lo hagamos aceptable.


Fraternalmente:


RED POR LA TRANSFORMACIÓN GLOBAL


¡CONTRA LA INJUSTICIA Y LA IMPUNIDAD, NI PERDON NI OLVIDO!


Invierno de 2010.

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