De valentones y su doble discurso
Jorge Lara Rivera
Saber que en este país sólo existe el 2% de probabilidades de que lo atrapen a uno y vaya a la cárcel por cometer un delito parece demasiado tentador. Esa impunidad resulta alentadora y suficientemente atractiva para correr el riesgo a cambio de ganancia fácil, y en buena medida explica porqué los jóvenes “ninis” pasan a engrosar las filas del crimen organizado. Y es que, según el libro “Justicia Inútil”, de cada 100 delitos que se denuncian (no que se cometen, pues el número es mucho mayor que del que se entera la autoridad), 98 quedan impunes. La vergüenza de Chihuahua, lo escandaloso del hecho sangriento que recién tuvo lugar y las indignantes circunstancias y antecedentes, son de espanto y confirman la tesis de ese trabajo periodístico de investigación. Pero ahí está también el doble discurso del régimen, cuyo esquizoide secretario de Gobierno, Francisco Blake Mora, se atreve a regañar a los ciudadanos exigiéndoles que “pierdan el miedo y denuncien”. Claro; es que resulta muy fácil alardear de valentón para ese funcionario, escudado desde la prepotencia del confort de sus camionetas y oficinas de gran blindaje, y protegido por una cohorte de guaruras y los privilegios que le aseguran sus principescos emolumentos.
Pero no hay comparación con la vida de gente que vive con menos de 13 pesos al día. En medio de toda la parafernalia legaloide con que se ha pertrechado este gobierno (delación vía la denuncia anónima, arraigo a priori, contubernio con delincuentes mediante la figura del “testigo protegido”, confiscación de facto enmascarada por la “extinción de dominio”, penas más severas, policías y soldados enmascarados, jueces sin rostro, extradiciones irrecíprocas) uno apenas se da tiempo para pensar cómo es que si el problema de la actividad delincuencial de organizaciones criminales y el narcotráfico, según aseguran funcionarios de Seguridad Pública (PGR, SSPF) y Gloria Guevara (de Turismo) se circunscribe a sólo 115 municipios del país, ¿por qué nos han transformado en una sociedad militarizada, en un estado policíaco? ¿O es que hay algo más, fines inconfesables? A nadie debe ya extrañar a estas alturas semejante incongruencia; esa doble moral está destinada más bien a fines propagandísticos y mercadotecnia de la política. Así de fea está y empeorará la cosa que la propaganda panista se está tornando más terriblemente agresiva y sin escrúpulos. Un ejemplo: la reciente ofensiva lanzada en los medios electrónicos contra el plausible candidato priísta, puntero de las encuestas, Enrique Peña Nieto, en la que no se escatima vileza. Así, una vertiente se da vía editorialización de la información en noticiarios que pasan por serios y en los de payasos. De otro lado incluye el terrorismo, mediante envío de correos masivos para asustar a espantadizos miembros de las minorías –y todos somos en algún momento integrantes de minorías, las cuales sumadas en su conjunto forman mayoría. De ese tenor es el rumor que se propaga en la red para predisponer a la comunidad lésbico, gay, bisexual, travesti transexual, transgénero e intersexual, por la supuesta homofobia atribuida a E. Peña Nieto en el caso de un profesor trasvestido del Estado de México. Cualquiera con dos dedos de frente notará que se trata de otra bajeza de las que acostumbra echar mano Acción Nacional en sus campañas de desprestigio, ese partido de la supuesta gente decente que gusta darse baños de pureza pero vive en albañales y es habitáculo de cloaca, como lo prueba el cinismo desbordado de Santiago Creel Miranda, el campeón de los valores de la familia... Sí, ¡de los valores bursátiles, será!
Jorge Lara Rivera
Saber que en este país sólo existe el 2% de probabilidades de que lo atrapen a uno y vaya a la cárcel por cometer un delito parece demasiado tentador. Esa impunidad resulta alentadora y suficientemente atractiva para correr el riesgo a cambio de ganancia fácil, y en buena medida explica porqué los jóvenes “ninis” pasan a engrosar las filas del crimen organizado. Y es que, según el libro “Justicia Inútil”, de cada 100 delitos que se denuncian (no que se cometen, pues el número es mucho mayor que del que se entera la autoridad), 98 quedan impunes. La vergüenza de Chihuahua, lo escandaloso del hecho sangriento que recién tuvo lugar y las indignantes circunstancias y antecedentes, son de espanto y confirman la tesis de ese trabajo periodístico de investigación. Pero ahí está también el doble discurso del régimen, cuyo esquizoide secretario de Gobierno, Francisco Blake Mora, se atreve a regañar a los ciudadanos exigiéndoles que “pierdan el miedo y denuncien”. Claro; es que resulta muy fácil alardear de valentón para ese funcionario, escudado desde la prepotencia del confort de sus camionetas y oficinas de gran blindaje, y protegido por una cohorte de guaruras y los privilegios que le aseguran sus principescos emolumentos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario