sábado, diciembre 18, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Ahora todos somos culpables

Apuntes
Por Guillermo Fabela Quiñones
Ahora todos somos culpables


Ahora resulta que la sociedad civil es la culpable de la terrible violencia que se vive en el país, según el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora. No es el desgobierno de Felipe Calderón, con su absurda “guerra” contra el crimen organizado, sino los ciudadanos comunes, “por miedosos y ser omisos” ante los embates de los grupos delictivos. ¿Cuándo hizo un plebiscito el inquilino de Los Pinos para preguntarle a la sociedad nacional si estaba de acuerdo en que se sacara de sus cuarteles al Ejército y la Marina a combatir a un enemigo desconocido? ¿Cuándo llevó a cabo el llamado gabinete de seguridad nacional alguna evaluación para medir la capacidad de respuesta de las organizaciones delictivas?
Sin embargo, ahora el titular de Gobernación, en la misma tónica de su jefe, quiere corresponsabilizar al pueblo del fracaso de una estrategia con tintes políticos más que de seguridad nacional. Obviamente, como lo han señalado diversos expertos, debió haberse preparado previamente a las fuerzas del Estado antes de desencadenar una violencia que ha cobrado más muertos que los que ha habido en la guerra de Afganistán, sin que se vislumbren resultados favorables. Al contrario, lo que se logró, de acuerdo con las evidencias, fue abrir un enorme mercado para que se armaran hasta los dientes los cárteles y las organizaciones criminales, negocio que ha fortalecido el comercio ilegal de armas en la frontera con Estados Unidos.

Pide Blake Mora que los mexicanos nos sacudamos el miedo y asumir una actitud de corresponsabilidad para poderle hacer frente a la criminalidad. A lo que la sociedad le tiene pavor es a la incapacidad de las tropas encargadas de enfrentar a las organizaciones delictivas, y más aún a los abusos que cometen amparados en el fuero militar, quejas que son constantes a lo largo y ancho del país, particularmente en los estados donde mayor es la presencia de los soldados del Ejército y la Marina. Los habitantes de Ciudad Juárez son el mejor ejemplo de esta nefasta situación, y ahora claman por todos los medios la salida de las tropas de la urbe fronteriza.
Paralelamente, Blake Mora pretende convertir a la ciudadanía en una masa dispuesta a denunciar todo lo que huela a crimen organizado. ¿No se corre así el riesgo de que la sociedad se descomponga aún más con tanta delación que en realidad no sería sino el aprovechamiento de la coyuntura para incriminarse unos a otros? ¿Qué faltaría entonces para hacer del Estado mexicano una sucursal de un sistema totalitario? En su lógica absolutista, afirma que la violencia en el país ha sido provocada “tal vez por omisión y por permisibilidad social”. Podría aceptarse tal tesis si la omisión la cargamos al gobierno federal, pero una omisión en cumplir cabalmente la responsabilidad primaria de todo gobierno, que es el apuntalamiento del desarrollo social y el crecimiento económico.
El actual es el sexenio que presenta un mayor saldo deficitario en ambos renglones, cuando menos desde los años cuarenta. Pero en contrapartida es el más oneroso, de acuerdo con evaluaciones internacionales. Hay una disparidad que se puede catalogar como criminal entre lo que devengan los altos funcionarios públicos y lo que gana un simple burócrata o un obrero. En realidad, el miedo lo tiene la burocracia dorada, pero a perder tan inconmensurables privilegios, de ahí su afán de colocar al país al borde de una guerra civil, con el beneplácito de los “halcones” de los círculos de poder estadounidenses.
De ahí la terquedad en continuar una estrategia no sólo destinada al fracaso, sino que ha metido al país en un círculo vicioso del que será muy difícil y costoso poder salir. Podrá duplicarse el número de muertos en los dos años que faltan para que finalice el sexenio, pero los resultados seguirán siendo los mismos que hasta ahora. Esto porque la solución al flagelo de la violencia no está en que el Estado redoble los niveles de violencia, sino en corregir las causas estructurales de una realidad que sólo conviene a la oligarquía, pues le sirve de pretexto ideal para tener a la sociedad nacional atada por el temor a que las cosas empeoren, pero no por miedo a la violencia misma.
Lo más dramático de esta situación absurda, es que la sociedad se está acostumbrando a vivir en un estado de guerra, y le parezca normal ya tanto derramamiento de sangre. Pero el desgobierno de Calderón quiere más sangre todavía, cuando es evidente que por ese camino sólo se habría de precipitar el fin de una nación que décadas atrás tuvo un porvenir luminoso.

(gmofavela2010@hotmail.com)

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