miércoles, diciembre 01, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Lo absurdo del triunfalismo

Lo absurdo del triunfalismo
Por Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes


Es muy claro, a diez años de la alternancia, que el experimento no funcionó. Fue un rotundo fracaso, porque lo que hizo el PAN como partido gobernante fue profundizar las dramáticas contradicciones provocadas por un partido hegemónico que se olvidó por completo de sus responsabilidades sociales. Ahora el problema de fondo es que a los del partido blanquiazul les gustó en demasía el disfrute del poder, y harán hasta lo indecible para continuar al frente del Ejecutivo. Tal actitud reprobable, tendrá consecuencias muy graves, porque la sociedad nacional está al borde de un estallido social de alcances incalculables. Sin embargo, eso no interesa ni a la burocracia dorada que encabeza Felipe Calderón, ni menos aún al grupito oligárquico que se beneficia con el modelo económico depredador que instauró el PRI.
El triunfalismo absurdo con el que se maneja el inquilino de Los Pinos, complica aún más una realidad de por sí dramática. No sólo disgusta a los grupos más y mejor informados, sino que desmoraliza aún más a las clases mayoritarias al suponer, por su desinformación, que a pesar de que las cosas van muy bien, según Calderón, ellas no son beneficiadas sino todo lo contrario. Es lógico suponer que un desempleado, cuando escucha que el desempleo dejó de ser un problema, se sienta olvidado y piense que algo anda mal en su vida, o que de plano tiene tanta mala suerte que mejor se suicida o se dedica a delinquir abiertamente, al no tener otra salida. Así se explica porqué el ejército de reserva del crimen organizado crece de manera asombrosa.

Lo mismo acontece con los millones de marginados que sobreviven, a duras penas, en un cuartucho donde pernoctan cinco o más miembros de una familia, cuando escuchan a Calderón afirmar que no existe más el problema de la falta de viviendas, ya que su gobierno ha construido y entregado miles de ellas, muchas más que todos los gobiernos que antecedieron al suyo. Podría decirse que sí sobran viviendas en muchas partes del país, pero son las que han abandonado las miles de familias que han tenido que emigrar a otros países ante el temor a ser víctimas de un secuestro. Hay cientos de pueblos fantasmales donde ni siquiera se ven perros callejeros en busca de mendrugos, porque sus habitantes se cansaron de la violencia provocada por la absurda “guerra” de Calderón.
Ni qué decir tiene que resulta inexplicable, para la mayor parte de los trabajadores, que el inquilino de Los Pinos se vanaglorie que durante su “gobierno” los asalariados viven mejor que hace diez años, cuando es un hecho que la pérdida del poder adquisitivo es mayor que en cualquier otro sexenio. Ahora sólo se puede comprar 34.79 por ciento de la Canasta Alimenticia Recomendable, mientras en 2006 se podía comprar 60.21 por ciento. Y esto sucede a pesar de que según Calderón la inflación está controlada. Cabe imaginar lo que sucedería si ese no fuera el caso. Lo cierto es que la tasa inflacionaria ha sido superior, en los cuatro años del calderonato, a los incrementos al salario de los trabajadores, de ahí la pérdida de capacidad de compra de manera tan dramática.
Peor resulta la situación cuando presume que contamos con las reservas internacionales más altas de la historia: 105 mil millones de dólares, cuando son una realidad inocultable las enormes carencias en el Sector Salud y en el renglón educativo. ¿No llegó a decir Daniel Karam, el director del IMSS, que la institución estaba en quiebra y que no había ni para comprar lo más indispensable? ¿Qué objeto tiene pues el triunfalismo indignante de Calderón? Engañarse a sí mismo, seguramente, satisfacer su ego para poder seguir durmiendo tranquilamente, ya que sólo él puede creer sus mentiras. Sus subalternos le siguen la corriente porque no les queda de otra, a sabiendas de que cualquier discrepancia les puede costar ser defenestrados, como algunos connotados panistas que ya cayeron en desgracia, por ejemplo Manuel Espino.
Lo malo de esta situación es que habrá de acarrear un distanciamiento cada vez más firme con los sectores mayoritarios, así caerán más en el vacío los constantes llamados a la unidad nacional que hace el inquilino de Los Pinos. ¿Cuál unidad puede haber en una nación tan desigual? Con todo, en el colmo del cinismo, habremos seguramente de seguir escuchando esa misma cantaleta, aun cuando los resultados sean contrarios. Cabe concluir que nunca como ahora, la sociedad nacional había estado tan desmoralizada, tal desorientada, tan sin rumbo. Lo más dramático de esta realidad es que no se vislumbran cambios positivos. Por supuesto, no los habría con el regreso del PRI salinista a Los Pinos.

(gmofavela2010@hotmail.com)

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